«A mí me juzgan como mujer que toca los cojones»
«Soy un poco bocachancla y escribo tuits que borro a los cinco minutos», confiesa la autora de 'La mala leche'
Oskar Belategui
Sábado, 28 de agosto 2021
Un monólogo en el programa de Buenafuente marcó un antes y un después en su carrera. En él, esta madrileña de Aluche de 36 años contaba que un buen día se le ocurrió aparecer en el instituto con el ombligo al aire, como Britney Spears, y desde entonces fue etiquetada como «la puta de la clase». «Pasa un poco como con el disco de Zahara, que también se llama 'Puta'», observa. «No sé si es tanto un componente provocador como doloroso. Utilizas los chistes y los mecanismos de la comedia para sanar heridas. Con aquel monólogo intentaba perdonarme a mí misma, quitar importancia a cosas que alguna vez pensaste que podían haber sido culpa tuya, insultos que recibiste».
–En los programas es usted o se ha construido un personaje?
–Fifty-fifty. Puedes exagerar ciertos rasgos, construyes un personaje con cosas que están dentro de ti. Es como las redes sociales: 'Una cosa es lo que pongo en Twitter y otra la realidad'. Ah, ¿y quién lo escribe? ¿Tu perro?
–En su cómic 'La mala leche' se atreve a hablar del deseo sexual de una mujer que acaba de ser madre, de la menstruación, la lactancia... ¿Cómo puede hacerlo de manera tan libre?
–No me supone ningún esfuerzo porque me limito a hablar de la vida desde mi punto de vista. Simple y llanamente cuento las cosas que me pasan, metiendo un poquito de guion para darle más enjundia al asunto. Si yo he sido madre y tengo la regla todos los meses son cosas que están ahí. Puede llamar la atención porque hasta ahora no eran temas que se pusieran mucho sobre la mesa, pero cada vez está más naturalizado.
–En el cómic, Dios tiene el rostro de Bertín Osborne, porque es «un señoro».
–Claro.Si Dios existe y es un señoro, ¿a quién puedes poner? Es un chiste simpático, si Bertín lo ve no creo que se moleste. Había otros candidatos.
–No le gusta hablar de humor de mujeres o humor feminista.
–No, porque parece que está el humor con mayúsculas y luego nosotras, que hacemos otra cosa. Como si fuera una subcategoría. No me gusta porque parece que nuestras vivencias son de segunda categoría. También pasó cuando se hablaba de literatura femenina. ¿Qué pasa? ¿Que las hermanas Brönte o Emilia Pardo Bazán no están en la literatura con mayúsculas? Además, hablar de humor femenino nos resta público, parece que es solo para mujeres. Y no es verdad.
–¿Le han juzgado más como feminista o como cómica?
–A mí me juzgan más como mujer que toca los cojones.Cuando dices las cosas con humor a veces no se percibe la crítica y solo se quedan con los chistes. Aunque también pasa lo contrario, que los chistes se descontextualizan y piensan que te estás riendo de una persona y la respuesta es más virulenta. Yo soy un poco bocachancla y hay cosas que no me callo. Escribo tuits que borro a los cinco minutos.
–¿Cómo gestiona a los haters?
–No tengo demasiados. No me entero mucho porque en cuanto percibo un comentario pasivo agresivo, bloqueo. No tengo necesidad de perder un minuto con esta gente.
–¿Ha llegado a cansarse de las redes?
–No. Son una herramienta que hay que saber manejar y a la que hay que poner límites, porque te puede absorber demasiado tiempo. Yo recibo comentarios buenos más que otra cosa. Las redes facilitan la salida de nuevas voces, hasta ahora, en ciertas profesiones necesitabas que una serie de personas confiasen en ti y tenías que pasar por muchos filtros.
–Sostiene que cualquier chiste, por inocente que sea, es político.
–Cualquier discurso público es político. Un tuit, un guion, un monólogo son políticos. Hasta un chiste de caca culo pedo pis puede ser político dependiendo de ante quién lo cuentes.
Hablando de política en topless con un desconocido
«Este verano estaba en la playa en topless y algunos bañistas que me reconocían por 'Buenismo bien' se han acercado a saludarme.
De repente, me encontraba en tetas hablando de política con un desconocido. Mira que soy cero pudorosa, pero en algún momento me he cruzado los brazos para taparme porque la situación me parecía surrealista».