Así se nos escapa el dinero en vacaciones... El verano también relaja nuestras decisiones financieras
El cerebro se confabula contra nuestras ganas de contener el gasto
Iratxe Bernal
Miércoles, 16 de julio 2025, 18:06
Todo el año trabajando. Ahora toca disfrutar un poco». «Bueno, para eso lo gano». Seguro que alguna vez, durante tus vacaciones, te has dicho esto ... mismo para justificar un gasto que sabías que era innecesario. Unas gafas de sol que el año que viene estarán pasadísimas de moda, un souvenir ridículo que nunca encontrará su sitio, el tardeo en ese local conocido por sus clavadas… ¿El resultado? El presupuesto descabalgado y una pregunta revoloteando por nuestra cabeza; ¿por qué en verano también se relajan nuestras decisiones financieras?
La psicología tiene una explicación; es culpa de los sesgos cognitivos. Nuestro cerebro es maravilloso, pero a veces vaguea y coge atajos para evitar pensar. Esos atajos son los sesgos cognitivos, patrones que le permiten tomar decisiones de manera muy rápida y, sobre todo, sin dedicar demasiada energía al proceso. Si eso supone llevarnos a conclusiones equivocadas, no le importa. Prefiere la inmediatez al acierto. Tiempo habrá después para enmendar el error. En septiembre, en este caso.
Exceso de confianza
Quizá el primer sesgo del que seamos víctimas haya llegado incluso antes de las vacaciones. Todos sabemos que estar fuera de casa dispara los gastos, pero mientras planeamos las vacaciones y ahorramos para permitírnoslas nos vemos capaces de resistirnos a cualquier tentación. Nos decimos que este año no habrá caprichos tontos, prepararemos nosotros la comida siempre que podamos, evitaremos las turistadas y hasta buscaremos opciones de ocio gratuitas. Este convencimiento viene del sesgo de sobreconfianza y puede resultar un buen punto de partida para cumplir muchos objetivos, pero, si hablamos de vacaciones y dinero, la triste realidad es que suele implicar el establecimiento de unos límites de gasto poco realistas. Y no sólo eso; cuando hagamos alguna compra impulsiva o nos demos algún capricho subido de precio, nos hará sobreestimar nuestra capacidad de recuperación financiera tras los días de dispendio.
Sumemos ahora el llamado sesgo de presente, por el cual tendemos a primar la gratificación instantánea. El economista Richard Thaler, Nobel en 2017, hizo un experimento muy sencillo para probarlo. Dio a un grupo de personas la posibilidad de elegir entre recibir 100 dólares dentro de 31 días o 102 al cabo de 31. Todos eligieron la segunda opción. Lógico. Después, les preguntó si preferían recibir 100 dólares hoy o 110 mañana. Esta vez no ganó la lógica. La gran mayoría optó por la recompensa inmediata. Llevado a nuestros patrones de consumo quiere decir que tendemos a valorar más lo que nos ofrecen aquí y ahora que lo que podríamos hacer mañana con ese mismo dinero. Sabiendo esto, es fácil entender que en verano nos seduzca tan poco privarnos de nada a cambio de una cuesta de septiembre menos empinada.
Y nos queda el 'efecto halo', que es el culpable de que nuestra impresión prevalezca sobre cualquier otra consideración. Una vez que nos formamos una opinión sobre una persona o situación, nuestro cerebro irá acomodando a esa idea toda la nueva información que reciba. De modo que, si en nuestro lugar de vacaciones nos encontramos a gusto y rodeados de gente descansada y risueña, nos parecerá que todo va bien, que todo está bajo control. Incluyendo nuestras cuentas, en las que buscaremos encaje a cualquier desembolso que contribuya a ese bienestar.
No te relajes demasiado
Veamos otro experimento, este del profesor de márketing Michel Tuan Pham, de la Escuela de Negocios de Columbia. Un grupo de personas escucha música suave y realiza técnicas de respiración mientras otro ve, por ejemplo, un documental. Nada estresante pero tampoco especialmente agradable o plácido. Después, a todos los participantes en la prueba se les enseña una cámara de fotos y se les pregunta cuánto estarían dispuestos a pagar por ella. El resultado fue que los primeros calculaban el valor pensando en lo que podrían hacer con la cámara y se imaginaban inmortalizando buenos momentos mientras que los segundos se interesaban por sus características técnicas, lo que dejaba una conclusión; cuando estamos relajados nos cuesta menos pagar más. Así que cuidado con despegarse demasiado de la cruda realidad.
¿Y cómo podemos sortear estos sesgos? La única recomendación posible es ahorrar para permitirnos un presupuesto flexible y, si nuestro cerebro nos deja, evitar cualquier gasto impulsivo. Pararse, pensar y tomar como máxima el aconsejo de Tuan Pham; «Disfruta de la relajación que te brinda el entorno, pero pospón la decisión de compra hasta que estés fuera de él».
Cuando viajamos gastamos 95 euros al día de media
Según el Instituto Nacional de Estadística, cada vez que salimos de viaje gastamos de media 95 euros al día, 76 cuando nos quedamos en el país y 153 si salimos al extranjero. ¿Y en qué lo gastamos? Dentro de nuestras fronteras, la mayor partida se queda en los bares y restaurantes –un 26,3% del total–, seguido del alojamiento –24,8%– y el transporte, con el 22,3%. Este orden se invierte cuando viajamos fuera; el transporte supone un 32,8% del total del desembolso, el 21,7% es para el alojamiento y el 16,2% para la restauración. Además, el INE establece una categoría en la que reúne las compras hechas en los supermercados o pequeños comercios, los bienes y servicios para uso personal o para regalar, las comunicaciones y seguros. En ella se nos va el 19,3% del dinero que nos cuestan las vacaciones.
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