Matchamanía, la moda que está dejando sin té a Japón
Es 'healthy', 'cool'... pero su producción desafía el modelo de consumo
Julia Fernández
Domingo, 28 de septiembre 2025, 17:56
«¿Podrían enviarnos 500 kilos de matcha en menos de un mes?». Esta es la pregunta a la que hace meses que Yoko Yakushiji se ... enfrenta cada mañana en su correo electrónico. Fundadora de The Macha House, una empresa radicada en Barcelona que importa y distribuye este producto en toda Europa, su respuesta es siempre la misma: «La mayoría de las veces tengo que rechazar estos pedidos». Y no porque no pueda gestionarlos, sino porque no hay materia prima. «La pasada primavera hubo una gran escasez», cuenta. Desde entonces, debe manejar los encargos con mano izquierda.
Hace cinco años el té matcha lo bebían unos pocos y eran, fundamentalmente, gente que había viajado a Japón o muy amante de las infusiones. Encontrar un local donde lo sirvieran era raro. Hoy lo extraño es el negocio 'moderno' que no lo incluye en su carta. Uno de los últimos lo ha abierto la influencer Violeta Mangriñán en Madrid y tiene colas a todas horas.
Precisamente, parte del boom de esta bebida tiene que ver con las redes sociales y con gente como Violeta, desliza Andrea Calderón, profesora en la Universidad Europea de Madrid y miembro de la Junta Directiva de la Sociedad Española de Dietética y Ciencias de la Alimentación. Los vips nacionales, a su vez, lo han copiado de estrellas como Gwyneth Paltrow, las Kardashian o Serena Williams. La fotogenia del vaso ha hecho el resto.
Sin embargo, el té matcha –«que en Japón vive un boom desde hace 40 años», ironiza Yakushiji– es más que eso que vemos en Instagram y TikTok. «El auténtico se elabora exclusivamente a partir de 'tencha', una hoja de té cultivada bajo sombra que se muele cuidadosamente en molinos de piedra tradicionales», señala la experta. Y eso no es siempre lo que encontramos por ahí:«Hay polvos que provienen de otros tipos de té. Se parecen, pero no son matcha».
Producción tradicional
40 gramos
de polvo de matcha es lo que se extrae de la molienda tradicional cada hora.
Luego, hay que saber prepararlo. Tiene una parte de ritual, explica la dietista-nutricionista Paula Serrano, miembro de la Academia de Nutrición y Dietética: «Hay que echar uno o dos gramos de té en una taza de cerámica, añadirle entre 60 y 100 mililitros de agua caliente, a 80 grados, y batirlo con un instrumento especial de bambú durante 60 segundos para sacarle la espuma». Lo de añadirle leche, que es una de las recetas más populares ahora, es bastante más reciente. Aunque en la alta cocina lleva tres lustros usándose. «Nuestra empresa nació hace 15 años a raíz de la demanda de chefs y pasteleros profesionales. Y siguen siendo nuestros principales clientes», aporta la empresaria Yakushiji.
Además de 'cool' y de tener un punto aspiracional, el matcha es 'healthy', otro de los elementos importantes de esta ecuación que rige su fama. Sus cualidades antioxidantes son su principal reclamo. Provienen de los polifenoles, «casi tan efectivos como la vitamina C, la E, el caroteno y el tocoferol», y de las «catequinas, que ayudan a neutralizar los radicales libres», apunta Mireia Obón-Santacana, profesora de Ciencias de la Salud de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). También contiene un aminoácido que favorece la relajación.
Helados, pasteles...
Sin embargo, para que recibamos todos estos beneficios, señala Serrano, hay que ser cuidadosos a la hora de comprarlo (debe ser «de alta calidad»), de prepararlo (para preservar «sus compuestos y su biodisponibilidad»), de consumirlo (de forma «regular»)... El helado de té verde está rico, pero no nos va a hacer nada.«En recetas como postres o 'smoothies', los beneficios pueden diluirse si se combina con ingredientes altos en azúcares o grasas poco saludables. Lo ideal es usarlo en preparaciones que complementen su aporte, como batidos con frutas o postres bajos en azúcar», precisa Calderón García. Pero en esas recetas menos sanas –'lattes' con bien de azúcar, batidos de nata, en refrescos...– reside otra parte importante del negocio actual.
Kioto ya no es la única zona de cultivo del matcha. Kagoshima, al sur del país, le ha superado en toneladas, y también se produce en Shizuoka, Aichi y Mie.
Ministerio de Agricultura de Japón
Todo ello combinado es lo que provoca que a Yakushiji se le multipliquen los 'mails' pidiéndole kilos y kilos de materia prima y ha dado como resultado la «grave escasez». Según los datos del Consejo de Promoción de Exportación de Té de Japón, «el valor de las exportaciones a la UE en julio (último mes con datos) fue de 7 millones de euros». Ese mismo mes del año pasado era de 2,6. 2024 fue de récord: se exportó diez veces más que hace 20 años, admiten desde este órgano.
La pregunta, claro, es si, visto el éxito, no se puede producir más. La respuesta viene directamente de Japón y es negativa. Los agricultores de la prefectura de Kioto, el centro tradicional de la producción japonesa del buen té matcha, no lo contemplan. En parte porque no es tan fácil: muchos tienen ya más de 65 años, carecen del dinero necesario para comprar más terrenos, les falta relevo generacional y, además, para que una planta de té sea productiva se necesitan al menos cinco años. Ni con un milagro se solucionaría una situación que ya se veía venir desde diciembre, reconoce Yakushiji: «Con la cosecha de mayo hemos podido estabilizarla temporalmente, pero seguimos en alerta». Así que si te parece cara esta bebida, quizá en unos meses lo sea aún más.
Matcha hasta en la crema que te pones a la noche
Además de beberlo, el matcha también se está poniendo de moda en el mundo de la cosmética. Cremas, mascarillas, limpiadores... ¿Tiene sentido? La empresaria Yoko Yakushiji responde:«Se considera beneficioso para la piel. Tiene gran potencial. Y estamos en un contexto en el que el consumidor valora cada vez más los ingredientes naturales». Pero no todo lo que reluce es oro:«Hay productos que contienen poco o solo lo usan como reclamo publicitario. Hay que revisar bien las etiquetas».
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