Catalín Agape Espetero
Catalín Agape ·
Lleva 22 años cocinando espetos en Málaga y ha visto de todo: «Hasta mojar una sardina en café»Cristina Pinto
Miércoles, 20 de agosto 2025, 23:04
Catalín Agape, 'Cata', sabe cómo convertir la plata en oro. Tiene 47 años y lleva 22 años haciéndolo todos los días. Es todo un experto ... en la materia. La plata, en este caso, son las sardinas. El oro reluce tras el arte de hacer el espeto, símbolo malagueño por excelencia. Cada mañana, antes de ponerse ante la barca y espetar hasta cincuenta kilos de sardinas, Catalín ayuda a sus compañeros a colocar las sombrillas y las mesas del chiringuito Las Acacias, donde trabaja desde hace veinte años. Luego, intentando evitar las altas temperaturas que le esperan durante el día, pide que esta entrevista sea dentro del local, a tan sólo unos metros de su barca para espetar, pero con el placer del aire acondicionado que tanto añora cuando convierte la plata en oro, ese momento en el que la sardina cruda pasa del color plateado al dorado tostadito gracias a esta técnica culinaria 'malaguita'.
– ¿Cómo llegó el espeto a su vida?
– Llegué de Rumanía en 2003 y me instalé en Málaga. Me preguntaron que qué era lo que me gustaba hacer, les expliqué que era bueno haciendo barbacoas. Me pusieron frente al fuego de la barca y el espeto, y desde entonces no he parado.
– ¿Cuántos hace al día?
– El número de sardinas es incontable, lo que sí sé es que hay días que llego a gastar hasta diez cajas de sardinas y cada una pesa unos cinco kilos.
– ¿Qué es lo que más le gusta de ser espetero?
– Hacer que la gente esté contenta. Algunas veces vienen los clientes y me felicitan porque les ha gustado, otras avisan a los camareros para que me pongan una cervecita fresquita (ríe). Al fin y al cabo, los espeteros somos capaces de convertir la plata en oro.
– Es parte del disfrute de todos a cambio de sacrificar el suyo propio y el de su familia.
– Tengo a mi mujer y a mi hija, de 14 años. Y es verdad que me he perdido muchas cosas con ellas... Pero mi mujer también trabaja en la hostelería y sabe los horarios que tenemos.
– ¿Cómo es su día a día aquí?
– Llego sobre las once de la mañana y voy ayudando en todo lo que puedo. Después de mediodía me voy, y vuelvo para el turno de las ocho de la tarde. El único problema de esto es el calor, pero bueno, ya prácticamente estoy acostumbrado.
– ¿Qué hace para sobrellevarlo?
– Una toalla para secar el sudor y agua bien fría, no hay otro secreto.
– Hablando de secretos, ha ganado la 'Ruta del Espeto Málaga en la Mesa' y fue segundo en el 'Concurso de Espetos de la Costa del Sol'. ¿Tiene algún truco?
– Que te guste lo que haces. Hace cinco años que dejé de fumar, pero cuando lo hacía, medía el tiempo que necesitaban las sardinas en cigarros (ríe). Cuando las ponía, me lo encendía y a la mitad, daba la vuelta al espeto. Al acabarlo, ya estaba listo. Ahora, como no fumo, calculo unos cinco minutos.
– Casi todas las mesas piden como mínimo un plato de espeto de sardinas, ¿no?
– Lo primero que piden al camarero. Además, un plato que esté a cuatro euros y sea tan bueno...
– ¿Cómo ha evolucionado la profesión?
– Antes solo se hacían sardinas, pero ahora hay de todo: calamar, pulpo, dorada, lubina... Cualquier pescado que se pueda imaginar. He llegado a hacer un mero de 11 kilos; suelo preparar pescados grandes por encargo.
– ¿Cuánto se tarda en hacer eso?
– Unas cuatro horas.
– ¿Se ha quemado alguna vez o ha tenido incidentes graves?
– ¿Quemado? Casi todos los días me saltan las chispas en los brazos o sal en el ojo. Mira, las quemaduras que tengo... Pero es verdad que nada grave, por suerte son heridas muy pequeñas.
– ¿Ha llegado a aborrecer el pescado al espeto?
– El año pasado me tomé un espeto de sardinas, este año aún no he comido ninguno... Cuando pido alguno es porque mi hija quiere pescado.
– ¿Pero lo recomienda?
– ¡Hombre! Eso siempre. Las sardinas son una fuente de hierro potente, muy potente. También hago talleres y visitas al chiringuito para que los turistas que vienen en cruceros o grandes excursiones aprendan sobre esta gran tradición malagueña.
– Tendrá miles de anécdotas en el chiringuito...
– ¿Tú has visto a alguien tomar una sardina mojada en el café? (ríe). Pues yo sí, fue un turista. Me quedé flipando, nunca me lo hubiera imaginado.
– ¿Hay relevo generacional?
– Por desgracia, no. Es un oficio sacrificado y no cualquiera está dispuesto.
– ¿Qué me dice de esa norma de que los meses sin 'r' no hay que comer sardinas?
– Tuve un cliente que vino el 31 de agosto y coincidió que al día siguiente volvió. Me dijo, 'no, hoy no pido sardinas que ya es septiembre y tiene 'r'... Una tontería.
¿Ya estás registrado/a? Inicia sesión