Belchite, espejo de cipreses y de la maldición que persigue a España
El cataclismo parece haber sucedido hace unas horas en este pueblo donde las ruinas aún duelen
Pepe Pérez-Muelas
Lunes, 4 de agosto 2025, 17:57
He escuchado el nombre de Belchite desde hace varios kilómetros. Belchite, Belchite, como el eco de una maldición, como la herida por la que se ... desangra nuestro presente. Estas ruinas superan la mera estética. Duelen. El viajero sabe que la grandilocuencia de la historia aquí calla y un aire de tristeza invade sus pasos. Porque uno entra en sus calles para conocer, para descubrir el tamaño exacto de la barbarie. Dos hermanos en armas, hace ya muchos años, no los suficientes. Ojalá que por fin sean los necesarios.
Belchite me conmueve de una manera diferente al de otras ruinas. Ciudades arrasadas por ejércitos ha habido muchas a lo largo de los siglos. Contemplo los esqueletos de las iglesias, en pie por puro ejercicio de memoria, los muros arañados por una metralla antigua, las bóvedas que apuntalan un cielo sin arcos, y el cataclismo parece haber sucedido hace unas horas. En estas ruinas están todas las ciudades malditas del mundo: Cartago después de la mirada de Escipión, Persépolis y la cólera de Alejandro, Albi ante los páramos papales. Todas las ciudades. Todos los padecimientos. En un pequeño pueblo aragonés, detenido en 1937.
Aquí siempre es verano, porque en los lugares desolados el sol impacta de forma más serena. Es lo único que sostiene la iglesia de San Martín de Tours. Accedo por la fachada desdentada, sin vidrieras, una piedra que acaba de nacer directamente del centro de la tierra. Encuentro la orfandad de la arquitectura, el dialecto de la ausencia que busca alzar el templo hacia el cielo pero que se muere de impotencia. Una iglesia destruida es el fracaso del hombre. Un altar sin dioses solamente llama a la tragedia. Sobre los huecos se esconden las palomas.
Cronología
-
24 de agosto de 1937. Comienza la batalla de Belchite.
-
6 de septiembre de 1937. Es tomada por el bando republicano.
-
Fin de la Guerra Civil. Franco decide no reconstruir el pueblo.
-
1954. Se construye el nuevo Belchite.
Algunos frescos se asoman tímidamente a nuestros ojos. Son los únicos testigos que quedan de aquellos días inciviles. El rostro de un ángel. Un Cristo que volverá a ser crucificado cuando se marchen los visitantes. El ruido de los fusiles llenándose de pólvora. Ya leí a Belchite en el pasado. Es la Comala de Rulfo, el país de las sombras donde todos están muertos, donde se nace solamente para perderse en la memoria de la guerra. La Comala española, sin fantasmas siquiera. Una región desolada desde 1937, cuando los dos bandos, de camino a Zaragoza, en pugna por el norte, mostraron sus garras.
Este es el tamaño de la tragedia. Belchite es la sustancia que queda después de una contienda entre hermanos. Barrios sin forma, calles expuestas a la soledad de los días. Un simulacro de ciudad que ya ha perdido el sentido. Ni siquiera el recuerdo de una guerra. Significa algo más íntimo. La presencia de la maldición que persigue a España y la arrastra hacia la confrontación. Belchite no nos recuerda quienes somos, sino quiénes podemos llegar a ser. Por eso salgo estremecido de sus calles. Por eso miro con tristeza la iglesia de San Agustín, con su pose colonial, y espero a que los cipreses la superen en altura. Solo así Belchite podrá ser solo historia, y no arma arrojadiza.
¿Ya estás registrado/a? Inicia sesión