Gorka Antón | Psicólogo y gogó
Gorka Antón ·
Es psicólogo de lunes a viernes y los fines de semana aprovecha para dar rienda suelta a su pasión: «Yo pongo el límite»Entre semana, Gorka Antón saca provecho a su título de psicología y pasa consulta en el sobrio salón de su casa, en la localidad vizcaína ... de Las Arenas. Para trabajar el fin de semana, sin embargo, se prepara en una habitación más pequeña, presidida por una barra de 'pole dance' y con el suelo cubierto por unas colchonetas que amortiguan las caídas. Ahí es donde da rienda suelta a su pasión: la acrobacia y el baile exótico.
Ataviado con una vestimenta que solo cubre lo imprescindible, Antón se convierte en un gogó moderno al que se puede ver en la macrodiscoteca móvil con la que este verano recorre pueblos de Cantabria y en locales con espectáculo en directo. Recibe a este diario en La Tramoya de Bilbao, donde actúa dos veces para un público que, pasada la medianoche, ya está especialmente entregado. Le jalean las integrantes de cuatro despedidas de soltera y los asistentes a tres cumpleaños. Alguna mano se alarga más de la cuenta, pero Antón no pierde ni la sonrisa ni la compostura.
– ¿Le respeta el público?
– Generalmente, sí. En ningún momento me he sentido tocado de más. Yo pongo el límite, y lo tengo muy claro porque debo proteger mi imagen como psicólogo.
– ¿Le puede afectar este trabajo con sus pacientes? ¿Saben a qué se dedica?
– Yo no me escondo, porque me siento orgulloso de cómo he logrado superarme. Para mí, la barra es mi terapia. Gracias a este trabajo he logrado conocer cómo funcionan mi cuerpo y mi mente, y estoy convencido de que un psicólogo tiene que vivir y experimentar para aprender a sentir. Cuando lo ha logrado puede empezar a ayudar al resto. Así que estas experiencias me ayudan a ser mejor psicólogo. Dicho esto, tampoco tengo en la consulta, que es muy neutra, una foto mía en la barra. Y no mezclo nunca ambas cosas. De momento, ningún paciente ha dejado de venir por lo que hago en otros momentos, pero si alguien se sintiese incómodo lo entendería. No pasa nada.
– ¿Qué ha aprendido de sí mismo gracias a su 'otra' profesión?
– A nivel personal, me ha ayudado a trabajar mis inseguridades. Por ejemplo, cuando vas a hacer un split, o sea, que te vas a abrir de piernas frente a otra persona, no puedes bajar la mirada porque te intimida la situación. Hay que aprender a controlar esa mirada y proyectar seguridad. Además, he aprendido mucho a nivel artístico, porque a mí me gusta más la acrobacia que la discoteca tradicional.
– ¿Tiene aún connotaciones sórdidas el término gogó?
– Tiene una imagen sexualizada. El 'pole dance' nació de la prostitución, pero, poco a poco, ha ido desarrollando su técnica y apartándose de esa imagen, hasta convertirse en un deporte que cada vez practica más gente. No obstante, sigue habiendo una rama, la del 'exotic dance', que se centra en la sensualidad. Más actual es el 'pole art', que resulta más artístico. En general, se sexualiza más a la mujer, pero con el auge de la diversidad, del empoderamiento y la ruptura de los esquemas de la masculinidad, empieza a mezclarse todo y se rompen los viejos estereotipos de la gogó clásica. Un hombre, si quiere, puede ponerse unos tacones y no ser menos hombre por ello. De hecho, históricamente, nosotros fuimos los primeros que nos pusimos tacones.
– No tiene que ser sencillo compaginar ambos trabajos...
– Cuando me sale un bolo nocturno, me respeto la mañana del día siguiente para descansar y así atender a los pacientes en buenas condiciones por la tarde. Durante las dos semanas del verano en las que se concentran las fiestas gordas, cojo vacaciones. Aunque vacaciones de verdad, sin hacer nada, hace años que no he tenido.
– Da la sensación de que su pasión está más en la barra y el aro que en la psicología.
– Disfruto de ambas profesiones por igual. De hecho, yo soy defensor del concepto 'mens sana in corpore sano', y tengo la suerte de compaginar dos trabajos que me equilibran como ser humano. Cuido mi psique y mi cuerpo. De hecho, comencé mi trayectoria profesional con la psicología y solo hace seis años probé la acrobacia empujado por unas amigas. Entonces era la antítesis de lo que soy hoy: pesaba 90 kilos, tenía vértigo y no confiaba en mí. Además, mi primera pareja me dejó y lo estaba pasando fatal. Afortunadamente, estaba determinado a que nada me parase y durante la pandemia perdí 20 kilos entrenando. Luego me ofrecieron trabajo como acróbata y no lo dudé. Supuso un cambio radical que me ha permitido querer mi cuerpo. Ahora ya hago giras e incluso compito a nivel internacional.
– El 'pole dance' parece mucho más fácil cuando se ve que cuando se practica, ¿no?
– Tal y como está evolucionando la perspectiva artística, hoy yo creo que el 'pole dance' es circo. De hecho, las coreografías son cada vez más acrobáticas y están menos centradas en lo sensual. Quizá también por eso hay cada día más hombres atraídos por esta disciplina. Eso sí, la piel siempre va a tener que estar al descubierto para evitar resbalarse en la barra.
– ¿Qué dice su madre de esta peculiar combinación de trabajos?
– Al principio no le gustó nada la idea y me dijo «ya solo te falta meterte en un club de striptease». Ahora me va a ver y lo disfruta mucho. «Mira lo que hace mi hijo», les dice a las amigas.
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