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El número de 'atrapar la bala' ha causado unas cuantas bajas.
Muerte por arte de magia
¿Sabías que...?

Muerte por arte de magia

Un repaso a algunos ilusionistas caídos en acto de servicio

Sábado, 27 de febrero 2021, 23:06

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El soldado que incumplió las órdenes

Dicen que el mítico Harry Houdini, que protagonizó increíbles proezas de escapismo, aplicaba a su carrera una regla que puede sonarnos sorprendente: no intentar jamás un número que implicase más peligro que quedarse sentado tranquilamente en el salón de casa. En el ilusionismo, que lleva el engaño en el nombre, una cosa es aparentar tremendos riesgos y otra muy distinta es correrlos de verdad. Pero, en fin, no todos los profesionales son tan precavidos, de modo que se ha acumulado una buena cantidad de víctimas mortales a lo largo de la historia. Varios casos los ha aportado el truco clásico de atrapar balas con los dientes o las manos, con ejemplos como el de la asistente y esposa del mago polaco Delinsky. En 1820, su marido se empeñó en asombrar a la familia del príncipe de Schwartzburg-Sondershauser haciendo que un pelotón de seis soldados abriese fuego sobre su mujer. Madame Delinsky, como se la conocía, no estaba por la labor, pero acabó accediendo a los deseos de su marido y jefe. Uno de los militares no respetó las instrucciones y la infortunada ayudante resultó herida en el vientre y murió a los dos días. Cuentan que estaba embarazada y que el mago Delinsky perdió la razón a raíz de aquello.

El mejor número de Chung Ling Soo

También el mago Arnold Buck falleció por culpa de ese truco, después de que un espectador puñetero insertara clavos en el cargador, pero el caso más famoso es el de Chung Ling Soo, el 'Maravilloso Hechicero Chino', una fascinante figura con gran éxito en el Reino Unido a principios del siglo XX. El ilusionista oriental, que solo hablaba inglés para dar las gracias e incluso eso lo hacía con errores sintácticos, se hacía fusilar en el escenario por varios ayudantes vestidos de rebeldes chinos. Pero, en 1918, resultó herido en el pecho y los 1.840 espectadores de un teatro londinense se quedaron atónitos al oírle decir en perfecto inglés: «Oh, Dios mío, ha fallado algo, ¡bajen el telón!». Falleció, y eso permitió descubrir su mejor número: en realidad se trataba de un neoyorquino de ascendencia escocesa que, antes de 'hacerse chino', había actuado como Achmed Ben Ali y Nana Sahib. Con su muerte se volatilizó también su mánager, William Robinson, ya que en realidad era él mismo. Se sospechó que el supuesto accidente podía encubrir un crimen: el mago mantenía una relación complicada con su asistente y esposa china, que en realidad tampoco procedía de Asia ni estaba casada con él, y además su fama había provocado la justa ira de Ching Ling Foo, un auténtico mago chino al que le había copiado el nombre y el espectáculo. Pero, al final, los investigadores concluyeron que todo se debió al descuido en el mantenimiento del arma.

Imagen promocional de Chung Ling Soo.
Imagen promocional de Chung Ling Soo.

Si sale, es magia; si no, tragedia

La otra disciplina que ha dejado un reguero de víctimas es el escapismo. Unos cuantos émulos de Houdini han perdido la vida en el intento. Es el caso del estadounidense Royden Joseph Gilbert Raison de la Genesta (conocido, para abreviar, como Genesta, el 'Mago de las Maravillas'), que en 1930 sucumbió cuando reproducía el número del 'tanque de leche', consistente en dejarse encerrar dentro de un recipiente lleno de agua: el desventurado Genesta no tenía ni idea de que el contenedor se había caído durante el transporte, lo que había dañado el mecanismo que le permitía salir. Ese mismo año, aciago para la especialidad, el sudafricano Charles Rowan murió atropellado en su número estrella: se liberaba de una camisa de fuerza mientras un coche aceleraba hacia él. Pero no hace falta irse tan lejos: en 2019, un mago indio que se hacía llamar Mandrake se ahogó tras sumergirse encadenado en un río, al más puro estilo de Houdini. «Si logro hacerlo, es magia. Si no, es tragedia», había declarado.

El espectador justiciero

De todas las situaciones de peligro en las que se ha visto un mago, la más absurda seguramente fue la de Georges LaLonde, que sobrevivió pero estuvo a punto de no contarlo. En 1936, durante su actuación en un teatro de Shawville (en Quebec, Canadá), el joven ilusionista acometía uno de los trucos más resultones y con más tradición que existen: el de cortar a su asistente por la mitad. La chica ya estaba dentro de la habitual caja de madera, colocada sobre dos sillas, y LaLonde se disponía a usar la sierra cuando un espectador se precipitó al escenario, se hizo con una de las espadas que utilizaba en el número y lo acuchilló en la nuca. El agresor, Henry W. Howard, de 51 años, se justificó después así: «No podía soportar ver cómo cortaban en dos a una mujer».

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