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«Le apretó el cuello hasta romperle una vértebra»

«Le apretó el cuello hasta romperle una vértebra»

Dos agentes de la Guardia Civil han coincidido este miércoles en declarar que el acusado de asfixiar a su esposa el 31 de octubre del 2017 en el barrio de El Fraile, en el municipio tinerfeño de Arona, les confesó durante su captura en la madrugada del día siguiente que la había agarrado por el cuello con las dos manos y en alto hasta que lo dejó “en paz”.

Efe / Santa Cruz de Tenerife

Miércoles, 15 de julio 2020, 04:04

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Así lo han declarado durante la segunda jornada del juicio oral en la Audiencia Provincial de Santa Cruz de Tenerife, después de que ayer el acusado, J.A.P.B., declarase en la apertura del juicio que la mañana del día de los hechos tan solo la empujó y que, tras realizar un gesto para apartarla, la mujer cayó bocabajo inconsciente.

“Cuando lo detuvimos se vino abajo y nos dijo que había tenido una discusión con su mujer y que la había agarrado y apretado del cuello hasta que lo dejó en paz”, ha atestiguado uno de los agentes, quien también añadió que el encausado acompañó su testimonio con gestos a su misma altura.

Un testimonio que, según han declarado los agentes, J.A.P.B. realizó de forma espontánea una vez le habían detenido en las inmediaciones del aeropuerto de Los Rodeos sobre las 4:20 de la madrugada del 1 de noviembre, después de que los guardias civiles lo encontraran “tranquilo” en su coche y sin señales de violencia en su ropa o en las zonas visibles de su cuerpo.

Además, J.A.P.B. dijo aquella madrugada que su mujer lo tenía “amargado”, que no le daba de comer ni le aportaba dinero, y repitió varias veces que tenía hambre.

Según el relato de la Fiscalía, en la mañana del 31 de octubre de 2017, una vez la mujer había llegado a su domicilio de alcanzar al menor al colegio, el acusado y la víctima iniciaron una fuerte discusión debido a que J.A.P.B. no aceptaba entonces que ella quisiera finalizar la relación y mantuviera otra relación.

En el transcurso de la discusión, según el relato de los hechos, el acusado aprovechó su “muy superior fortaleza física” para apretar el cuello de la asesinada con las manos “de forma brutal”, que hizo “inútil” cualquier defensa de ella, hasta que finalmente la asfixió y le fracturó la segunda vértebra cervical.

El investigado huyó presuntamente del lugar después de esconder el cadáver en el armario de la habitación del hijo menor hasta que fue encontrado y arrestado por agentes de la Guardia Civil.

Según el testimonio de los agentes, J.A.P.B. les había avisado con el móvil de la víctima de que se personificaría en el domicilio esa misma noche para entregarse, pero nunca lo hizo, y solo tras once llamadas de teléfono consiguieron que describiera dónde se encontraba.

Durante la segunda jornada del juicio oral también han declarado ocho testigos, entre los que se encuentra dos tías de la víctima, su hermana y su prima, y también la sobrina del acusado, la casera del piso y la pareja que la mujer tuvo durante su estancia en Tenerife antes de que viniese el encausado con el hijo de ambos.

Sus testimonios han coincidido en que J.A.P.B. siempre fue muy celoso y controlador y que, antes de su matrimonio con la víctima, llegó a apuñalar en la calle a una expareja.

También quemó ropa del niño, cortaba el contacto durante días para que la mujer no pudiese hablar con el menor, se enfadaba, la insultaba, y llegó a manifestar a terceras personas que verían “lo que le iba pasar (a la víctima) cuando llegase” a Tenerife y que la mataría.

Ya en España, a finales de septiembre del 2017, J.A.P.B. mantuvo ese comportamiento celoso y obsesivo, según las declaraciones: la víctima tenía entonces golpes en las piernas y en los muslos, como si le hubiesen apretado en esas zonas, y el acusado le rompió varios móviles por ataques de celos, así como su título universitario de medicina, que su esposa pretendía convalidar en España.

El hijo de ambos recibía, a juicio de la hermana de la víctima, maltratos por parte del padre, quien no se hacía cargo de él mientras la madre trabaja en dos empleos, y que ahora el menor de edad le tiene “mucho miedo”.

La casera del piso, por su parte, ha dicho que nunca escuchó gritos o discusiones durante el mes que permaneció J.A.P.B. junto a la víctima en el piso, pero que la mañana del 31 de octubre, sobre las 9:30 de la mañana, oyó un ruido como de muebles rodando o se estuviese arrastrando algo.

Casi una hora después, según ha declarado, vio bajar las escaleras al acusado “muy nervioso, bajando de tres en tres los escalones”, con una mochila a la espalda, antes de que le preguntase por la tía de la víctima.

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