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Una mujer que nunca se rindió

Una mujer que nunca se rindió

En vida Aralda Rodríguez peleó por recuperar los restos de su padre, asesinado por el bando franquista; ayer falleció en La Palma víctima de la pandemia. CANARIAS7 traslada su más sentido pésame a su hija, la periodista Rosa Rodríguez.

Jueves, 1 de enero 1970

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Llevamos demasiados días asociando el coronavirus a un número. Y no al 19 con que se acompaña el término Covid, sino a las cifras de infectados, fallecidos y personas que reciben el alta. Detrás de esos números hay nombres y apellidos, y junto a esos están los de sus familiares, amigos y seres queridos. De eso van estas líneas. En el recuento de víctimas mortales de ayer en Canarias se incluye el nombre de Aralda Rodríguez Hernández, que en vida abanderó el movimiento de la memoria histórica en La Palma y en gran medida en Canarias al batallar por la recuperación de los restos mortales de su padre, asesinado en la Guerra Civil por el bando franquista. Solo por eso se merece estas líneas, pero se da la circunstancia de que Aralda era -cuesta escribir en pasado- la madre de Rosa Rodríguez, periodista de esta casa.

No hay muerte dulce. Menos aún para los que pierden al ser querido. Pero es que hay casos especialmente lacerantes. Es el caso de Aralda Rodríguez, que luchó tanto por poder enterrar a su padre junto a su madre y que ahora, por culpa del maldito Covid-19, se enfrenta a un protocolo del adiós que es absolutamente despersonalizado. ¿Inhumano? Probablemente sí. Que se lo pregunten a los suyos, confinados por decreto...

Los lectores de CANARIAS7 pudieron asistir en varias ocasiones a aquella travesía de Aralda por evitar que el olvido cayese sobre lo que ocurrió con su padre y una docena más de personas en La Palma. Fue una historia que contamos no porque Rosa fuese compañera nuestra, sino porque era el relato de muchas más personas en Canarias y en toda España. Y también porque Aralda Rodríguez había cogido esa bandera sin afán de protagonismo. Aquella travesía vital para hacer justicia con el pasado y, sobre todo, poder despedir a su padre, la llevó a trabar relación con otros grupos por la memoria histórica de las isla y de la península.

Ayer, repasando la fototeca de este periódico en busca de imágenes, aparece el momento en que un experto forense le toma muestras para analizar si unos huesos encontrados en La Palma correspondían con los de su padre. Una imagen que se asemeja mucho a la que debió vivir Aralda cuando fue sometida a la del test del coronavirus, que dio desgraciadamente dio positivo.

El día en que se confirmó esta preocupante noticia, la compañera Rosa Rodríguez estaba, como en semanas anteriores, escribiendo sobre la pandemia. Llevaba muchos días contando casos, siguiendo las incidencias primero del positivo inicial en La Gomera y luego del episodio del hotel de Adeje, y no se le había pasado por la cabeza que la enfermedad pudiese tocar a alguien tan próximo. Acabó ese día la jornada laboral bien entrada la noche, desoyendo a quienes le decíamos que se olvidase y que pusiera la cabeza donde creíamos que debía estar. Allí donde el corazón y el sentimiento ya lo tenía...

Lo que vino después es patrimonio de Rosa Rodríguez y los suyos. Los que no tuvimos la suerte de conocer a Aralda tendremos que quedarnos con las crónicas que hablaban de su tesón -también su templanza-. En estos días en que estábamos pendientes del teléfono para recibir noticias del estado de salud, algún que otro palmero que la conocía bien se aferraba a que hablábamos de una «gran luchadora». Hasta el final. Y ya sabe Aralda que ese espíritu sigue vivo en su hija.

La confirmación del fallecimiento se produjo casi a la misma hora en que Pedro Sánchez comparecía en La Moncloa para contarnos que el confinamiento se endurece. Allí, a preguntas de los periodistas, aclaraba que los medios de comunicación pueden seguir haciendo su trabajo porque se trata de una actividad «esencial». Veremos en qué queda eso pero si algo es esencial es vivir. Como también que, cuando llega la enfermedad, no falten los medios para combatirla... Para detenerse en eso supongo que también habrá tiempo. Hoy toca despedir a la fallecida, poner nombre y apellidos a un número porque Aralda lo merecía y también porque nos toca de cerca por nuestra compañera. Pero estas líneas sirven por igual para todos los que estén pasando por un trance similar. Los periodistas, a fin de cuentas, no somos más que nadie, pero tampoco menos. Esenciales o no, también somos seres humanos.

Ese día en que se confirmó el positivo de Aralda Rodríguez alguien le dijo a Rosa que echase mano de los versos de José Agustín Goytisolo en Palabras para Julia, en especial en el pasaje en que subraya que, a pesar de los pesares, hay que tirar hacia adelante, pero sin olvidar lo que se deja atrás: «Te sentirás acorralada / te sentirás perdida o sola / tal vez querrás no haber nacido / Yo sé muy bien que te dirán que la vida no tiene objeto / que es un asunto desgraciado (...) Nunca te entregues ni te apartes junto al camino, nunca digas / no puedo más y aquí me quedo».

Porque así dicen que fue la vida de Aralda: nunca se rindió.

Descanse en paz. Rosa, el abrazo es de todos.

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