Tres muertos en dos semanas en Galicia por el ataque de avispas asiáticas
Una de las víctimas pisó un nido mientras cazaba y las otras dos se los encontraron cuando desbrozaban unas fincas
Javier I.P., un vecino de 55 años de la parroquia lucense de Xustás, salió este pasado domingo a cazar perdices en un monte cercano ... a su casa. En torno a las 15.00 horas, pisó por accidente un nido de avispas asiáticas, lo que desencadenó el ataque de los insectos. El cazador, consciente de que era alérgico a su picadura, llamó a su hermano para que acudiera con una inyección de adrenalina. Pese a ello y a las dos ambulancias desplazadas, nada pudieron hacer por su vida. «Fue todo muy rápido», lamentó el alcalde de Cospeito, la localidad donde se produjo el suceso.
Unos días antes, el 15 de octubre, Ramón José Dopico Martínez, concejal de Medio Rural y del sector forestal del municipio coruñés de Irixoa, sufrió la embestida de las velutinas mientras desbrozaba con un tractor una finca en Teixeiro. Le atacaron en la cabeza y el cuello, lo que provocó un shock anafiláctico que resultó fatal. Tenía 76 años. Horas antes, el 14 de octubre, un vecino de 79 años de la localidad pontevedresa de Dozón se encontraba realizando tareas agrícolas cuando topó con un enjambre de velutinas en el suelo. Los gritos del hombre ante el ataque alertaron a los vecinos, que acudieron al lugar de los hechos para socorrerle. De nuevo fue demasiado tarde.
«Los ataques de avispa velutina son relativamente habituales, los ha habido otros años. Con todo, es más probable que te toque un primero, segundo, tercero, cuarto y quinto premio de la Lotería que te mate un insecto por una picadura como una avispa, un abeja o una velutina», explica a EL CORREO Mikel Bengoa, entomólogo y product manager de Voladores en Anticimex. «Son especialmente agresivas en comparación con otras avispas que tenemos aquí como son la polistes dominula, que son las que hacen panales pequeños, y vespula germanica, que los hacen más grandes. También son más violentas que el avispón europeo. Además, su veneno es más potente y tienen la capacidad de echar un chorro de ácido para defenderse. Por eso los trajes de los bomberos o de los apicultores llevan una pantalla de protección fatal», añade el experto.
Esos ataques suceden cuando se sienten amenazadas. «A diferencia de los mosquitos, que nos necesitan para sobrevivir, las velutinas no suelen atacarnos. Lo hacen en situaciones casuales como quedar encerradas en el coche y no encuentran salida. En ese caso solo muerden». La situación cambia cuando ven amenazado su nido. «En este caso van con todo. Son super agresivas y clavan sus aguijones. Además, se produce un efecto llamada: pica una y pican todas las demás», destaca Bengoa.
Escaso margen de reacción
La picadura de esta especie invasora no es peligrosa si no se es alérgico. «No hay más problema que el dolor y la inflamación que pueden producir». En caso contrario, apenas hay margen de reacción. «Aproximadamente unos treinta minutos. Si han atacado muchas avispas, todavía menos», afirma Félix Méjica, presidente de la Asociación para la defensa de las abejas del Principado de Asturias (Adapas).
Las velutinas llegaron en 2004 a Europa en contenedores procedentes de China con material de jardinería o de madera -las versiones varían-. Desde Burdeos se expandieron por el continente. «En España se detectaron por primera vez en Navarra en 2010. Un año después llegaron a Pontevedra y el norte de Portugal. Su expansión es inmensa y se han detectado nidos en Cádiz y Málaga, a donde han llegado en barcos. En zonas secas tienen más problemas», explica Méjica, coordinador también de la plataforma Stop Velutinas.
El especialista asturiano explica que estos insectos, que doblan en tamaño a las avispas autóctonas, «pueden instalarse prácticamente en cualquier sitio, por eso es tan peligroso e insistimos tanto en la precaución». Se han localizado en desvanes, aleros de tejados, contadores de la luz, colmenas de abejas, árboles y, como en Galicia, en el suelo o a poca altura. «Tras hibernar, las avispas reinas salen en febrero o marzo para alimentarse. Comienzan a construir ellas solas un nido primario -en esta primera fase se llama embrionario- que crece hasta tener el tamaño de una pelota de tenis. Cuando cuenta con unas 150 avispas obreras, ya no crece más y se desplaza a otro lugar, donde instala el nido secundario, que puede alcanzar unos 60 centímetros de diámetro. En algunos casos, si no es molestada, puede quedarse en el lugar original», detalla Méjica.
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