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La Policía Judicial de la Guardia Civil y el Seprona trabajan contra reloj para, cuanto antes, intentar remitir al Juzgado de Instrucción 4 de Zamora un informe, aunque sea de conclusiones preliminares, sobre la muerte a dentelladas por una jauría de perros de la enfermera Arancha Corcero Girón la tarde del pasado lunes en un camino rural de la localidad zamorana de La Hiniesta. La mujer murió desangrada por las decenas de mordiscos que recibió, según ha revelado la autopsia, que ha constatado que la víctima fue atacada con saña en el cuello y las extremidades.
La instructora, según fuentes del caso, está a la espera de recibir ese primer atestado policial y estudiar los resultados forenses para interrogar a P.G.R, el empresario ganadero propietario de los tres mastines de gran tamaño y dos pastores leoneses, (también llamados de carea leonés o perro de Aqueda) que mataron a la chica. El propietario se negó el martes a declarar ante la Guardia Civil y todavía no ha sido citado en el juzgado.
A falta de testigos -ya que la joven de 27 años residente en la cercana población de Roales del Pan iba sola cuando fue atacada por los cinco perros y no había absolutamente nadie en esa zona- el informe del instituto armado será clave para sostener la acusación de homicidio imprudente y sus posibles agravantes contra P.G.R.
Los investigadores trabajan con tres hipótesis fundamentales sobre por qué los animales se atacaron hasta la muerte a la joven, un hecho muy inusual pese a la territorialidad y agresividad de estas razas. La primera es que los cinco perros estuvieran hambrientos por falta de alimentación y cuidados por parte del propietario, una posibilidad que podría agravar las acusaciones contra el ganadero.
La segunda es que la jauría se mostrara tan fiera por la presencia de dos cachorros de carea de menos de un mes. Los agentes investigan si la víctima pudo aproximarse demasiado, de manera voluntaria o inconsciente, a esos cachorros.
Y la tercera, que los animales estuvieran especialmente nerviosos por la presencia en la zona de lobos en las cercanías, una circunstancia que altera a los perros pastores. El propio alcalde de Roales del Pan, David García Montes, abonó este miércoles esta última tesis con la que ya trabajaba el Seprona y reveló que en el municipio de Granja de Moreruela, a 30 kilómetros al norte de donde murió la enfermera, se había producido recientemente un ataque de una manada de lobos y existe la «sospecha» de que estos animales se hubieran desplazado hacia el sur y hubieran tenido contacto con la jauría de La Hiniesta.
Sea como fuere, la Guardia Civil ya ha confirmado que los cinco canes que atacaron a la enfermera estaban fuera del cercado eléctrico portátil en el que estaba confinado el rebaño ovino. El ataque mortal, según las mediciones de los agentes, se produjo a unos 50 metros de ese vallado y sin supervisión humana alguna.
Entre las gestiones ya realizadas por los agentes del Seprona está la toma de muestra de los dientes de cuatro de los cinco canes para determinar cuál dio los mordiscos mortales a Arancha Corcero. La Guardia Civil no localizó hasta este miércoles al quinto perro de la jauría -un animal de seis meses de carea leonés, que no tenía chip, cartilla, ni vacuna- que se había escondido en unos arbustos cercanos.
La delegada del Gobierno en Castilla y León, Virginia Barcones, reveló este miércoles que el propietario de los canes ya había tenido dos denuncias en 2016 por incidentes ocurridos con otros animales de su propiedad. Pero Barcones insistió en que «no consta en la Guardia Civil ninguna denuncia previa ni ninguna actuación respecto a estos animales», que dieron muerte a la enfermera.
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