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Se calcula que alrededor de 2.100 personas en Canarias tienen esclerosis múltiple (EM), enfermedad que celebró ayer jueves su día mundial centrándose en sus síntomas invisibles y en la reivindicación de que se tengan en cuenta en la valoración de la discapacidad por parte de los Servicios Sociales. La Asociación de Esclerosis Múltiple de Las Palmas (Apem) persiste un año más en solicitar el «reconocimiento automático» del grado mínimo de discapacidad del 33% a las personas desde el momento que reciben el diagnóstico de esta patología degenerativa y crónica del sistema nervioso, de origen autoinmune, que afecta al cerebro y a la medula espinal, explica su presidenta y afectada Mila López.
López hace hincapié en que lograr este grado de discapacidad «facilitaría el acceso no solo a las prestaciones y recursos que mejorarían significativamente» la calidad de vida de los enfermos, sino también en el ámbito laboral donde «a veces es difícil que crean, por ejemplo, las terribles fatigas o los problemas de visión que se sufren». Estos síntomas invisibles «nos limitan en muchas ocasiones totalmente en el día a día», agrega, para recordar que otro de los handicaps es que el 80% de las personas con EM son diagnosticadas antes de los 40 años, por lo que la mayoría recibe el diagnóstico durante los primeros años de vida laboral y en un momento «especialmente delicado» teniendo en cuenta que se trata de la «etapa más productiva del ser humano».
En este sentido, López critica que los tribunales médicos a la hora de valorar esta discapacidad «no tienen en cuenta algunos de los síntomas invisibles como la fatiga y no se llega nunca a recibir el 33%». Por otro lado, apunta la presidenta en Las Palmas que la aparición de la EM se manifiesta en etapas iniciales en forma de «brotes y luego evoluciona a debilidad o afectación de la visión o fatiga, síntomas que tienen tratamientos que «no funcionan en todos las personas por igual por esta patología tiene mil caras; lo que sirve para una persona no sirve para otra», afirma.
López critica además que para llegar a obtener un tratamiento se tarda «mucho tiempo» que se inicia con la espera para la primera consulta con el neurólogo que luego, te pide pruebas diagnósticas –resonancia, electromiograma y punción lumbar– para obtener un diagnóstico, un proceso que tarda de dos a tres años. «Pero tampoco termina en esto el duro y difícil camino de la EM –puntualiza– porque necesitamos rehabilitación constante», una terapia que el Servicio Canario de Salud solo ofrece de «3 o 6 meses y que finaliza cuando observan cierta mejoría, que es irreal porque sufrimos un proceso degenerativo». «También requerimos de fisioterapia, logopedia, «imprescindibles para ralentizar» el curso de la enfermedad, y apoyo psicológico para asumir el cambio en sus roles de vida, servicios que ofrece la Apem, ahonda López.
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