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«La carrera no te prepara para esto»

«La carrera no te prepara para esto»

La neumóloga libra su batalla contra el Covid-19 en la Clínica Universitaria de Navarra. Analíticas, reuniones y tres veces más de pacientes. ¿Y el novio? «Hasta el amor está en cuarentena»

Sergio Martín / Madrid

Viernes, 17 de julio 2020, 03:28

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Las circunstancias ejercen una poderosa influencia sobre el modo en que enfocamos las cosas. Fíjense, por ejemplo, en Marta Marín, neumóloga de la Clínica Universitaria de Navarra. Viéndola colocarse la mascarilla en la planta de coronavirus, la bata turquesa, las gafas de montura grande y ese moño recogido con un afán práctico que no descuida lo estético, parece un soldado listo para la batalla. 'Ojalá vivas tiempos interesantes', dice una vieja maldición -también china, por cierto- en la certeza de que ese interés será directamente proporcional al desafío planteado. Los héroes, ya ven, a menudo adoptan formas de lo más insospechadas.

Lunes

«Estudias una carrera, pero nada te prepara para esto». Por delante, una emergencia sanitaria de alcance planetario y un flujo incesante de pacientes, «hasta tres veces más que de costumbre».

6.15 horas. Vivo en Pamplona. Me levanto y preparo la comida que luego llevaré en un táper al trabajo. No soy muy cocinillas, la verdad, pero me gusta cuidarme y hago cinco comidas al día.

14.30 horas. Estamos todos desbordados: los hospitales de la red pública y nosotros, que asumimos lo que ellos nos derivan. Eso obliga a reconvertir plantas a las que habitualmente se da otros usos.

17.30 horas. Es el momento de máxima tensión, cuando empiezan a llegar muchos ingresos a la vez. En Urgencias necesitan que les eche una mano. Espero que cuando esto pase la sociedad entienda que invertir en investigación y sanidad no es un capricho.

Martes

7.45 horas. Cada día es un triple mortal sin red, a ver qué me encuentro. Hemos pasado de que no haya una planta específica para Neumología a tener dos exclusivas para Covid-19. Hay 55 pacientes con esta patología, pero los ingresos y traslados son constantes.

14.00 horas. Nos reunimos con las enfermeras encargadas de hablar con las familias de los pacientes y les ponemos al día de las novedades.

16.15 horas. Hay compañeros, desde personal de limpieza hasta jefes que se han contagiado. Al principio había gente con PCR positivas, asintomáticos, que se enviaban a casa en cuarentena. Están bien y se han reincorporado.

23.30 horas. Cada día hay más pacientes que ingresan, ves cómo pelean, solos. Y piensas 'cagüen la leche, qué mas puedo hacer por esa persona'. Llegas a casa y estás abatida. Cuándo va a llegar ese maldito pico. En momentos de bajón, recurro al deporte, a la música. Mientras reviso historiales escucho a Sinatra, a Johnny Cash.

Miércoles

9.00 horas. Estoy sorprendida por el grado de compromiso de todos, desde médicos, enfermeras y personal de limpieza hasta los propios pacientes. Sus muestras de cariño hacen que se te salten las lágrimas. Que alguien que está al borde de la muerte, aislado y sin poder ver a su familia, y te diga cómo puedes meter esa cantidad de horas y estar animada, te remueve por dentro.

10.00 horas. Visito a mis pacientes y después me reúno con el equipo de UCI para ver el estado de los suyos, cambios de tratamiento, cómo llevan la ventilación... Todas las atenciones que requiere alguien en estado crítico.

15.00 horas. Me refugio en mi despacho para comer. 30 gramos de arroz, 100 de pollo... barra libre con las verduras. Menos mal que están el almuerzo, la merienda...

20.00 horas. Noto que el cansancio me está haciendo mella. Salgo al hall de la clínica y entonces lo oigo, el aplauso desde los balcones, incluso una trompeta a todo pulmón. ¡Dios, qué subidón!

Jueves

8.00 horas. Tengo 6 minutos a pie hasta el hospital y aprovecho para hablar con mi novio. Amor en tiempos del coronavirus. Suena a novela, pero el nuestro está en cuarentena porque los dos tenemos una profesión de riesgo. Habrá que esperar.

14.30 horas. Lo primero, revisamos informáticamente a los pacientes. Cómo han pasado la noche, el informe de la enfermera, miramos si las analíticas que hemos pedido ya están listas...

17.00 horas. Tenemos buena comunicación y sintonía con los demás hospitales. Aquí nos llegan pacientes que la sanidad pública no da abasto para atender. Vuelvo a ver a los que requieren más cuidados, repito analíticas, radiografías. Recibo los nuevos traslados, reviso medicaciones. Llaman de Urgencias para avisarme de que habrá tres ingresos, repasas sus historiales, quién necesita oxígeno, una radiografía...

Viernes

9.00 horas. Reviso en la tablet el estado de los pacientes: cómo han pasado la noche, el informe de la enfermera, si las analíticas que he pedido ya están listas...

15.00 horas. Tres patatas cocidas, una hamburguesa de ternera y vuelta a la carga.

19.00 horas. Hoy me ha tocado salir antes. Voy derecha a casa para hacer ejercicio. Un día normal iría al gimnasio: una hora de pesas y 45 minutos de cardio, correr o bici. Estos días me tengo que conformar con sacar 45 minutos. Mancuernas, step, lo que tengo a mano.

Sábado

8.30 horas. Tengo 24 horas por delante, porque en cuanto acabe mi turno me toca guardia. Eso suponiendo que no tenga que echar una mano después. Tenemos que arrimar el hombros todos.

18.30 horas. Hay miedo al contagio, pero tampoco es que tengas tiempo para caer en la paranoia. A mí ya me han hecho la prueba del PCR una vez, no porque tuviera tos ni fiebre, sino por mi seguridad y la de quienes cuido.

Domingo

12.00 horas. Trabajo en mi tesis doctoral y me pongo al día de artículos nuevos que han salido en China, en Italia. También es día de lavadoras, de ordenarlo un poco todo. Me gusta leer literatura fantástica, aunque con la que está cayendo reconozco que me cuesta. El último que leí fue 'El juego de Ender', de Scott Card.

21.00 horas. El último momento del día es para mis padres, que aguardan mi llamada en Zaragoza. Son del gremio -ella enfermera jubilada y él, médico-. Saben que soy prudente, así que su recomendación va por otros derroteros. «Déjate de dietas y come como es debido». No aprenderé.

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