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Agentes de la Policía Nacional observan el mar Cantábrico desde el Cabo Peñas durante la búsqueda de Sandra Bermejo. DAMIÁN ARIENZA
El caso de Sandra Bermejo: un pulso entre la Policía y el Cantábrico

El caso de Sandra Bermejo: un pulso entre la Policía y el Cantábrico

Todas las vías de investigación de la UDEV llevaban al mar y allí la buscaron con tesón hasta que la devolvió a la orilla

OLAYA SUÁREZ

Sábado, 7 de enero 2023, 09:17

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No escatimaron ni esfuerzos ni recursos. Desde el 8 de noviembre no hubo ni días festivos ni descanso. Fueron 57 días con un propósito principal en la Comisaría de Gijón: encontrar a Sandra Bermejo. Y todo, pese a que jugaban contra uno de los adversarios más complicados e impredecibles, el mar.

Los trabajos se realizaron de forma paralela y complementaria. Desde el inicio, tras aparecer en el Cabo Peñas el coche de la madrileña de 32 años afincada en Gijón, se llevaron a cabo rastreos en la zona y al mismo tiempo, comenzaban las investigaciones para recomponer la vida de Sandra y sus últimos días. Los integrantes de la Unidad de Delincuencia Especializada y Violenta (UDEV) se entrevistaron con numerosas personas con las que la chica, psicóloga de profesión, tenía relación. Familiares, amigos, pacientes, compañeros de teatro, personas con las que Sandra participaba en grupos de terapias alternativas... Se analizaron las antenas de telefonía del entorno del Cabo Peñas, donde su teléfono dio señal por última vez, se comprobaron sus cuentas bancarias, cámaras de seguridad, cámaras de tráfico... Todos los caminos desembocaban en el mar. Y en ninguno de ellos se apreciaron indicios de criminalidad. Por eso, todos los esfuerzos se centraron en el Cantábrico. Los investigadores tenían el convencimiento de que Sandra estaba allí. Como así acabó siendo.

La familia de la madrileña se desplazó los primeros días hasta Asturias para participar en la búsqueda y regresó al mes y medio para volver a entrevistarse con la Policía. Se aferraban a la posibilidad de que estuviera viva, un mecanismo de la mente humana por el que pasan todas las familias que pierden a un ser querido. No excusable para otras personas ajenas a las que no le mueven sentimientos. Cuando el 23 de diciembre un pescador halló en un acantilado del Cabo Peñas un cadáver, contuvieron la respiración. Todo apuntaba a que se trataba de la joven afincada en Gijón desde hacía dos años. Sin embargo, el examen forense realizado al día siguiente volvía a alentar su esperanza cuando no se encontraron semejanzas en las pruebas dentarias de contraste entre las radiografías aportadas por los familiares y la dentadura del cadáver.

La aparición del cadáver y los datos de la investigación refrendan la ausencia voluntaria de la joven psicóloga

Atravesaba una depresión

Los peores augurios llegaban el miércoles de esta misma semana, cuando el laboratorio de biología de la Policía Nacional confirmaba que el ADN de los restos mortales coincidía con el de Sandra Bermejo. Con la localización del cuerpo se avanza en la investigación, que se dará por cerrada una vez que se practiquen algunas diligencias que faltan, como el análisis del contenido del teléfono de Sandra con la duplicación de la tarjeta. Tal y como se recoge en los autos y en los atestados, la joven atravesaba una depresión desde hacía tiempo, extremo que conocía su entorno y que, a juicio de los investigadores, habría desencadenado la desaparición voluntaria.

Uno de los rasgos esenciales que define a la Unidad de Delincuencia Especializada y Violenta (UDEV) de la Comisaría es su sensibilidad y preocupación con los casos de desapariciones. Es el caballo de batalla de uno de los grupos con mayor tasa de resolución de España. «La espina que tengo clavada es la de no poder dar una respuesta a los familiares de algunos desaparecidos», decía Ignacio Martínez Pinsón, jefe de la UDEV, tras recibir en 2016 la cruz con distintivo blanco al mérito policial. Fue una de las pocas ocasiones en las que se le pudo poner rostro y nombre a este profesional incansable, discreto hasta el extremo y muy apreciado por sus compañeros.

Ha sido él y su equipo quienes en los últimos años han dedicado cientos de horas de trabajo a buscar a Mari Trini y a Beatriz, una madre y su bebé a las que se les perdió de vista en 1987 y a quienes a día de hoy solo las busca la UDEV de Gijón. Esas desaparecidas no tienen ya familia directa, pero estos policías se han propuesto que su caso no caiga en el olvido y darles la dignidad que merecen. Llegaron a levantar el suelo de una vivienda en Matadeón de los Oteros, en León, y en el pueblo riosellano de Berbes por si ambas estuvieran allí enterradas. Ni rastro. Pero a pesar de haber transcurrido más de tres décadas, el caso sigue estando sobre su mesa, donde son muy pocos los asuntos sin resolver.

Si tienen un enemigo común en muchas de las desapariciones que investigan, ese es el mar. Contradiciendo el dicho de que el mar acaba devolviendo todo lo que en él se encuentra, la Policía y muchas familias de personas desaparecidas aguardan a que algún día las mareas le entreguen a los suyos. Como a Yolanda García y a Lorena Torre, gijonesas que también murieron en el Cantábrico, pero sus cuerpos nunca han podido ser recuperados. A Sandra el mar la ha devuelto dando la razón a los investigadores, que durante dos meses no apartaron la vista de allí.

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