«No puedo caminar seguido ni un kilómetro, hay que tomar conciencia»
El tinerfeño Juan Pablo Hernández, de 38 años, pasó 23 días hospitalizado, cinco de ellos en la UCI, por la covid. «Lloras mucho», asegura
Aún no se ha recuperado del todo, pero quiere contar su caso para que la gente se «conciencie» y vea que «esto no es mentira». Juan Pablo Hernández es una de las excepciones, una persona joven -tenía 38 años cuando se contagió- y sin patologías previas, pero a quien la covid-19 mandó a una unidad de críticos. Hasta ayer en Canarias había 63 personas en la UCI por el virus y 362 hospitalizadas en planta. Aún convaleciente, Hernández rememora los 23 días que pasó hospitalizado, cinco de ellos en críticos.
El 14 de junio fue al médico por un «dolor de garganta» que achacó a la calima. Pero una vez en la consulta, el médico decidió hacerle una prueba de antígenos. Para su sorpresa dio positivo. Le mandaron hacer cuarentena y tomar paracetamol. «Tuve un poco de fiebre, pero con el paracetamol se me quitó. Pero el viernes tuve más de 40º, así que llamé y me mandaron una ambulancia. Me trasladaron al Hospital Universitario de Canarias (HUC) y allí empezó mi historia», explica Hernández.
Tras hacerle «una placa» se dieron cuenta de que tenía afectados los pulmones, narra, por lo que lo dejaron ingresado en la zona covid del hospital. «Cuando llegó el médico me dijo que, efectivamente, tengo covid y lo tengo bien arraigado en los pulmones, sobre todo el pulmón derecho. Me meten en un cubículo y me ponen unas mascarillas para respirar. Lo siguiente, me dice, sería intubar».
«Salir del hospital ha sido como tener una segunda oportunidad. Ahora valoro más los pequeños detalles de la vida»
Al poco, relata José Pablo Hernández, el equipo sanitario le dice que no está respondiendo y que lo mejor es que pase a la UCI. «Termino de comer y me pasan al box número 20 y empieza la odisea».
Estar en la unidad de críticos es «estar desnudo, te ponen una toalla para que te tapes. Y te empiezan a poner un montón de cosas. En la mano una doble vampiro (en referencia a las vías intravenosas), otra vía en el l cuello, en la aorta. Después me sondan, me meten tubo de plástico por el pene hasta la vejiga. Después electrodos por todo el cuerpo y un aparatito en el dedo para ver la saturación en sangre me ponen las dos mascarillas para respirar se confirma lo que dijo la doctora, no va a servir», explica Hernández.
Al día siguiente, efectivamente, narra, lo intuban. El procedimiento requiere sedar al paciente. «Te sedan y te ponen tubos por la boca y en medio me desperté y noté que me estaban dando golpes para que bajaran bien los tubos», recuerda.
El resto del tiempo no lo recuerda, hasta que «al día siguiente me están bañando y me desperté, se me mueve la entubación y me dicen que hay que quitarla. Cierro los ojos, estoy consciente, y me dan ganas de devolver. Recuerdo que me decían que escupiera que era la flema que tenía en la garganta». A partir de ahí, dice, «fue más fácil», pero aún así, «no vale la pena pasar por lo que yo pasé. Estás en un box, no duermes, no te puedes mover, ni sentar. Estás en manos de los médicos, tu vida no depende de ti», relata. Y continúa: «Estás desnudo, no comes aunque estás hidratado, pero no tienes apetito. Y lloras mucho, te preguntas cómo lo habré cogido, te dices si lo podías haber evitado». «Salgo con la lección bien aprendida, no quiero volver a pasar por esto. Si mi testimonio sirve para concienciar lo doy. Esto le puede pasar a cualquiera, no es mentira», insiste.
A todo ello hay que añadir la soledad y la incertidumbre, relata Juan Pablo Hernández. «Estás solo, sin visitas. Nadie puede pasar. Mi mujer preocupada, la familia. Lloras mucho tirado en la cama. Todos los que entran vienen con EPI, con mascarillas guantes... Allí estuve cinco días, y 40 horas entubado», señala.
Tras salir de la UCI siguió hospitalizado per en una planta covid. «Tenía un compañero, pero tampoco puedes recibir visitas. Estas en un cuarto sin saber si es de día o de noche. Aunque estés más cómodo sigues con las vías puestas y el oxigeno. Días y días en planta se te hace desquiciante. Te aburres de todo», afirma.
Secuelas
Juan Pablo Hernández se cree afortunado porque no tienen «secuelas» graves por la enfermedad. Lo único, explica, «es que mis pulmones tienen que hacer un rodaje. Ahora mismo no puedo caminar un kilometro seguido, no puedo coger peso... Lo único es caminar 20 minutos y si te tienes que parar te paras, y al día siguiente intentas un poco más. Hay que acostumbrar de nuevo a los pulmones para que vayan funcionando», añade.
Salir del hospital, asegura, es como tener una «segunda oportunidad. Lo dije cuando me dieron el alta, son emociones encontradas, por lo que has pasado, por lo que han vivido, es una segunda oportunidad, pero con experiencia. Ahora valoro más los pequeños detalles, Tomar un café con un amigo, estar con tu pareja... Y hay que decir que esto es un logro de los médicos. Yo era una persona echada en una cama a la que le decían lo que tenía que hacer».
Hernández recuerda que cuando le diagnosticaron era incrédulo: «Pensaba que tenía que ser asintomático, no creía que era covid. Pero cuando después de mandarme a casa, tras cinco días encerrado en el cuarto empiezo a delirar me di cuenta de que estaba grave. No pensaba que me fuera a morir, pero sí estaba preocupado, pensando que cuándo iba a salir. Yo nunca había estado ingresado en un hospital». Y termina su relato con un llamamiento a los jóvenes: «Son los que más se están contagiando, tienen que ser responsables. Que no pasen por eso, no vale la pena por una noche loca de ocio».