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Entrevista
Cerca de 300 menores de edad reciben ayuda de Proyecto Hombre para afrontar sus adicciones. La cifra no varía con los años porque está limitada por los recursos de la organización. Lo que sí está cambiando es la problemática que presenta la adolescencia que acude en busca de ayuda, con más drogas implicadas y a edades más tempranas.
- La adolescencia es un momento de experimentación; se prueba el alcohol, el tabaco... pero ¿qué está cambiando ahora en la adolescencia? ¿Han variado esos comportamientos?
- Lo que ha cambiado es el perfil que está llegando ahora mismo a Proyecto Hombre, ese es el motivo por el que nos alertamos. Es verdad que la adolescencia es un momento de experimentación. Lo que está cambiando puede que tenga que ver con la educación que estamos dando. Nuestra sociedad es cada vez más individualista y, si sabemos que un menor ha probado el alcohol, tenemos que hablar de este tema con él. No puede ser que llegue a casa después de una fiesta en malas condiciones y que no seamos capaces de sentarnos con él a hablar de este tema. Desde mi punto de vista, fallamos por ahí.
- ¿Qué perfil están viendo y les resulta preocupante?
- Llevamos muchísimos años trabajando con los adolescentes. Los datos con los que contamos son de aquellas personas que ya consideran que están mal y recurren a nosotros por consumo de hachís. Hace diez años, en nuestros adolescentes, el consumo de hachís se solía dar una media de tres veces por semana. El 97% de las personas que tratábamos durante años tenía este tipo de consumo. Pero ahora, estas personas, cuando vienen con su familia, también hablan de que tienen un problema con el alcohol, y hay un número de adolescentes que mencionan el consumo de cocaína. Estamos hablando de personas de entre 14 y 18 años. Me parece preocupante probar la cocaína y decir: «Tengo un problema con la cocaína» a esas edades. Otro dato preocupante es que en este último año se ha atendido a dos personas -es verdad que no es mucho- con consumo de heroína, pero, claro, estamos hablando de adolescentes.
- Entonces, ¿cuál ha sido el cambio más significativo en cuanto a la evolución de los adolescentes atendidos por adicciones?
-Lo significativo es que cada vez consumen más drogas. Una persona adicta, lo normal, es que no empiece directamente a consumir cocaína. Los consumidores de cocaína, sin excepción, previamente han probado alcohol. Lo que me preocupa es la edad, porque esto se solía dar un poco después. Entonces, en Canarias, desde mi punto de vista, cada vez se inicia el consumo antes.
- El acceso de los menores al alcohol es fácil, ¿faltan iniciativas para restringirlo?
- En las grandes fiestas, como carnavales, se montan hospitales. Si un menor llega bebido, creo que debemos pararnos ahí y hacer una evaluación del adolescente y de su familia. Siempre se les llama para que retiren al menor, pero este debería irse sabiendo si necesita o no tratamiento. Si un adolescente presenta un coma etílico, debería tener un psicólogo a su lado para saber si simplemente tomó tres whiskys y le sentaron mal o si realmente tiene un problema con el alcohol. Esto sería un paso muy importante en el ámbito de la prevención y requeriría trabajar en coordinación con los servicios de urgencias.
- El consumo problemático en la adolescencia se vincula al hachís y el alcohol, pero ¿hay un perfil de las familias donde se dan estos problemas?
- Hay de todo. La mayoría de las familias son familias normales, entre comillas. Y cuando me refiero a 'normales', quiero decir que los padres son trabajadores y los chicos asisten al instituto. En algún caso, son menores tutelados por la Dirección General de Familia y Menores, pero la gran mayoría son adolescentes que viven con sus familias. No es un chico que vive tirado en la calle ni nada de eso.
- Además, para poder consumir tienen que disponer de dinero.
-Esa es la parte más importante. Siempre digo que la realización de una persona siempre tiene que ver con la familia. Porque si nosotros trabajamos con los adolescentes con mucho amor, como digo yo, estableciendo límites y acompañándolos, pueden ser adolescentes que se abran al mundo con conocimiento. No podemos decir que algo no se puede probar. Eso no es cierto, porque lo vamos a probar todos, ¿no? Todos los adolescentes prueban un montón de cosas. Pero hay que acompañarlos, también con esa parte del dinero. Uno tiene que saber cuánto dinero tiene un menor. No puede tener 60 euros en el bolsillo. Y luego también hay que saber si se mueve en un mundo de adultos, donde muchas veces se les ofrece lo que no deberían probar. Por ejemplo, el alcohol: en cualquier sitio un adolescente puede comprar alcohol, aunque no debería ser así. Eso, por mucho que esté por ley, sigue ocurriendo.
- ¿Tendrá que ver con la vida que llevamos? Quizás los padres están más preocupados por llegar a fin de mes que por hablar con sus hijos.
- Puede que sí. No sé si la preocupación está en pagar el alquiler, en sacar dinero y en este tipo de cosas, o simplemente es por la velocidad con la que vivimos en la sociedad: tener que cumplir con el trabajo, la casa, los padres... Hay muchísimas preocupaciones que a veces no nos dejan ir más allá y estar presentes con un adolescente y transmitirle la responsabilidad que le toca mientras está creciendo: ponerles horarios, tareas de casa, limpieza, responsabilidades... Eso forma parte de la educación y es esencial para tener una buena convivencia en el futuro. Creo que, hoy en día, al adolescente no se le educa de esa forma.
- A veces se les trata como a niños y otras veces como a adultos, pero no se les prepara para ser adultos funcionales.
- Exactamente, por ejemplo, para mí eres un niño para que estés preparando la comida, pero para mí no eres un niño porque te doy 60 euros para que te lo gastes un día a la semana. Hemos ido distorsionando la educación y la forma en la que tenemos que estar al lado de los adolescentes.
- El móvil puede crear adicciones comportamentales.
- Tenemos el programa Reiníciate para tratar este asunto. Un adolescente ahora sale del instituto, coge el móvil y se pasa toda la tarde en el sofá. Por un lado, no se relaciona y la vida de igual a igual no se termina de desarrollar, o sea, no te terminas de formar en la interacción con los demás. Y ya se convierte en adicción cuando una persona es incapaz de controlar el tiempo que dedica al móvil. El asunto no es prohibirlo sino hacer un uso responsable, con límites de tiempo adecuados. No se trata de apartarlo por completo, porque es parte de la realidad actual, pero sí de usarlo con moderación. Por ejemplo, los trabajadores últimamente también estamos todo el día pegados al móvil. Si el trabajo te lo exige, cuando termine el horario laboral, debes desconectarte. El adolescente va a aprender de lo que ve en casa.
- ¿Existen recursos específicos para tratar los problemas de adicciones en la adolescencia en el archipiélago?
- Tenemos recursos para atender a los adolescentes, pero hace falta un centro residencial para menores. Tenemos adolescentes que son consumidores habituales de cocaína, a los que no se les puede dar una respuesta porque en Canarias no tenemos ningún centro residencial que los pueda atender. Para nosotros es un reto poder dar respuesta a este tipo de personas que acuden a nosotros, y la única opción que encontramos son recursos residenciales fuera de Canarias, normalmente privados, de pago. Sería muy importante poder atender a todo ese tipo de adolescentes. Lo hemos puesto en conocimiento de la Dirección General de Adicciones del Gobierno de Canarias.
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