Borrar
Juan Ferrer. JUAN CARLOS ALONSO

No hay que salir de la zona de confort

Juan Ferrer, experto en gestión del cambio, explica por qué no hay que seguir «este consejo», tan promovido por psicólogos, coaches, gurús, directivos, compañeros o hasta familiares

JUAN FERRER

Las Palmas de Gran Canaria

Viernes, 9 de diciembre 2022

Necesitas ser registrado para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Todos hemos oído o leído la frase «tienes que salir de la zona de confort» aconsejada por psicólogos, coaches, gurús, directivos, compañeros o hasta familiares, fruto de una sabiduría popular forjada en asumir frases y pensamientos sin la debida reflexión. Pero permítanme hacer la gran pregunta que espero nos haga pensar a todos: ¿por qué? ¿Por qué debemos salir de la zona de confort? Y no es una inocente pregunta, sino al contrario. Es muy provocadora, puesto que viene a cuestionar algo que asumimos, repetimos y aconsejamos sin tal vez haber profundizado en mucho en su significado.

Empecemos por preguntarnos qué es la zona de confort. Si recurrimos a Wikipedia, «confort» es lo que produce «bienestar». ¿Por qué debemos salir de una zona que nos produce bienestar, con lo que cuesta conseguirla y cómo no, el enorme disfrute que se supone tenemos estando en ella?

Tal vez, la confusión viene por definir qué nos produce bienestar. Para unos será no hacer nada (de ahí el consejo de que hay que salir), pero para otros, su bienestar está en el constante aprendizaje y evolución personal. ¿Por qué habría de salir este último? Y lo explico con una experiencia personal. Cierto día estaba estudiando, leyendo unas investigaciones, indagando en la red, buscando fotos para una ponencia, preparando una conferencia y sobre todo aprendiendo. Todo ello acompañado de un café, una vista maravillosa y una buena música. Sin duda, era mi zona de confort. ¿Por qué debía de salir de ella? He aquí el problema. No todas las zonas de confort son las mismas, con lo cual esta recurrente afirmación debería ser matizada, o incluso redefinida.

Añado un ejemplo más. Disfrutando de un reportaje en Netflix sobre la Fórmula 1, uno de sus protagonistas, Toto Wolf, copropietario y director del equipo Mercedes-AMG Petronas F1 Team, afirmaba que dicho espectáculo es presión, estrés, rivalidad, superación y competición. «Esta es mi zona de confort», afirmaba. ¡Eureka! Ambos coincidíamos en que disfrutábamos de aspectos que nos hacían evolucionar, superarnos y mejorar. ¿Por qué debíamos salir?

Permítanme ir construyendo la reflexión viajando juntos en la aclaración de términos. Si aceptamos que «confort» es bienestar, comodidad, disfrute, toca confrontarlo con otro término que nos dará más luz a esta indagación. ¿Es lo mismo «confort» que «conformismo»? Aquí está la clave. Asociamos confort con conformismo y si bien puede ser parte, no siempre lo es. Vayamos por partes.

Me atrevo a diferenciar tres áreas de confort.

1º Zona de conformismo «feliz»

Es aquel ámbito (actividad o inactividad) donde disfruto, estoy a gusto y estoy feliz. Y puede que no quiera salir de ahí. Y está bien. Todos tenemos áreas donde nos encontramos cómodos, seguros y disfrutando. Puede ser correr nuestra carrera matinal de 4 km, nuestro limitado conocimiento de una lengua extranjera, o incluso nuestra básica destreza en algún deporte. Pero si viene algún coach a decirnos que tenemos que correr 8 km, o leer a Shakespeare en inglés antiguo, o intentar ir a una Olimpiada o Paraolimpiada, seguramente le miraremos con cara de «¿acaso me podrías dejar tranquilo disfrutando de mi zona de confort»?

Estamos en una zona donde nos conformamos, pero disfrutamos porque no tenemos la ambición o necesidad de mejorar. Todos tenemos áreas de este tipo. Esa continua aspiración de más y mejor en todos los ámbitos de nuestra vida puede ser agotador, estresante y perjudicial.

Ahora bien, hay un coste. Si viene algún cambio inesperado, nos sentiremos incapaces de gestionarlo. Si nuestra empresa la ha comprado una multinacional y ahora las reuniones serán en inglés, puede que mi acomodamiento justificado ahora me deje fuera de los elegidos para progresar. O en una situación de peligro, no tener la suficiente forma física o destreza puede que limite mis posibilidades.

En resumen, todos tenemos áreas donde nos conformamos y somos felices y disfrutamos en ese ámbito. Pero debemos ser conscientes, que ante una nueva situación, este acomodamiento nos limitará las posibilidades de afrontarlas con éxito.

2º Zona de conformismo «infeliz»

Es aquí donde creo que puede estar la problemática y la confusión. Esta área se caracteriza por estar infelices, a disgusto, desmotivados o insatisfechos. Pero nos conformamos. Terrible afirmación, pero es cierto y tiene sus razones. Puede ser un trabajo que nos genera desmotivación, que nos pagan muy bien. O un matrimonio infeliz, pero con varios hijos que condicionan su ruptura. O una vida en cierta medida vacía, pero con seguridad económica.

Para nada la llamaría «zona de confort». Muy al contrario. Es una zona de vacío, tristeza o desánimo. Me atrevería a llamarla «zona de disconfort acomodado» o «día de la marmota» en alusión a la película «Atrapado en el tiempo». La cuestión es que salir de esta «zona de disconfort» puede ser arriesgado, duro, costoso y no vernos con las herramientas o fuerza para hacerlo. Abandonar un trabajo con una alta remuneración que supone el sustento de un tipo de vida, sin posibilidad de ser mantenido posteriormente, o una ruptura familiar con una potencial complejidad jurídica, económica y emocional por estar niños involucrados, puede generar que frenen nuestro ímpetu de ruptura. Es ahí donde surge el «conformismo».

No es aceptación, es resignación. Y nuestra alma empieza a languidecer, a cambiar nuestro carácter, con una continua crispación o con una infelicidad que contagia nuestro cuerpo con alguna enfermedad. No estamos enfermos. Está enferma nuestra alma y su continente está siendo contaminado.

¿Qué beneficios tiene seguir en ella, en este estado de «disconfort acomodado»? Sencillamente la seguridad y el control. Nos asusta la incertidumbre, el qué pasará si cambio de trabajo o decido ser feliz con otra persona. Preferimos lo malo conocido que lo bueno por conocer. Y no podemos ser duros con esta decisión. Cada persona tiene un momento o una capacidad, llamémosle coraje, o un entrenamiento previo de superación de obstáculos que conformarán la decisión de atreverse o no a salir de la zona de «disconfort».

Podemos ayudarlas a tomar conciencia, a trazar un camino y hasta acompañarlas en el proceso. Pero no me atrevo a soltar la afirmación «tienes que salir de la zona de confort» sin antes escuchar sus creencias (a veces limitantes) y sus razones. Es una negociación interna y personal. Tal vez no hay confianza en uno mismo, o falta la memoria de haber superado obstáculos por haber tenido una vida fácil (ya sea profesional o personal). La comodidad genera fragilidad en individuos, equipos, personas, organizaciones y sociedades. Y ello conlleva la falta de confianza, coraje y esfuerzo para afrontar una situación de cambio.

Intentemos entender las creencias autolimitantes o el ecosistema antes de dar consejos tales como «tienes que salir de la zona de confort».

3º Zona de confort evolutiva

En esta área o áreas de nuestra vida disfrutamos, pero en esta ocasión, aprendiendo, enriqueciéndonos y cultivándonos. El placer y bienestar lo produce el evolucionar y el tener retos, ya sea a nivel humano y/o profesional.

Cuando observamos un investigador, un científico, un músico o un pintor apasionado en su tarea, están en su zona de confort, de disfrute, pero esta actividad les enriquece, les conecta a lo que Mihaly Csikszentmihalyi denomina «fluir». Es una experiencia de motivación interna en la que la persona está inmersa en lo que está haciendo con una absorción completa que le produce placer y disfrute. Los efectos son alegría y placer, donde el tiempo desaparece y uno mismo es la acción. Hasta nuestro ego deja de juzgar el momento. Lo vemos en el deportista concentrado, o en el músico en plena actuación. ¿Debemos salir de esta zona de confort?

Cuando encontramos esta zona donde se mezcla disfrute y evolución, placer y enriquecimiento, flujo y superación, logro y recompensa, es aconsejable cultivarla y ella sola crecerá. Supondrá ampliar la zona de confort, porque en la evolución está también el descubrimiento de nuevos placeres alejados de la rutina. Si disfrutamos leyendo, investigando, superándonos como deportistas, músicos o artistas, encontraremos nuevos campos de disfrute. Y así la Vida se descubrirá en nuevas facetas enriquecedoras.

Cuando decidimos enfrentarnos a algo nuevo donde no tenemos el control, sentimos que hemos salido de la zona de confort. Pero si lo interpretamos como antesala de una actividad placentera, la propia interpretación cambia nuestras emociones. Un ejemplo son los deportistas cuando prueban nuevos retos. Si lo hacen es porque incluso el error forma parte del viaje placentero, tiene significado y sentido. Y lo mismo con un emprendedor o un aventurero.

Y aquí surge la pregunta, ¿podríamos aplicar esta reflexión a las organizaciones? Es decir, tomar conciencia si estamos en una organización donde existe un «conformismo feliz» (ya sea por una protección administrativa, por tamaño o por tener un nicho de mercado temporal) o bien en un «conformismo infeliz» (que genera impotencia y frustración), o tal vez trabajamos en una de ellas que disfrutan su zona de confort en la innovación y evolución constante.

En resumen, seamos prudentes cuando invitemos a salir de la zona de confort, porque hay áreas o aspectos de la vida donde nos conformamos y ello está bien, eso sí, con el peligro de no saber responder cuando haya un cambio. Otras áreas donde hemos tirado la toalla y nos conformamos, siendo más que una zona de confort, más bien una zona de resignación. Y finalmente aquella área donde aprender, mejorar y crecer, ya sea como persona o como profesional, produce bienestar, satisfacción y confort. Descubramos esta última, porque la Vida nos va en ello.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios