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JOSÉ RAMÓN LADRA
«Algunos quieren inaugurar un mundo que ya está muy pisado»
Luis Alberto de Cuenca | Poeta, ensayista y editor

«Algunos quieren inaugurar un mundo que ya está muy pisado»

Se define como epicúreo, se rebela contra el buenismo y la corrección política, cree absurda la distinción entre alta cultura y cultura de masas y arremete contra cierta izquierda que trata con desdén la literatura popular

Sábado, 29 de mayo 2021

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En los anaqueles de su piso, 50.000 libros comparten espacio con fotos y muñecos que representan al Gordo y el Flaco, la familia Monster, Hulk, la princesa Xena, Blancanieves, Mickey, Sherlock Holmes, Pinocho, Tintín y un puñado de superhéroes. Los robots de 'Star Wars' contemplan la conversación desde lo alto, cerca de una bandera pirata. Luis Alberto de Cuenca charla en la penumbra de su casa-biblioteca. Poeta, ensayista, traductor en nueve idiomas, premio Nacional, exdirector de la Biblioteca Nacional y exsecretario de Estado de Cultura, también ha escrito canciones, es un cinéfilo empedernido y se niega tajantemente a distinguir entre alta cultura y cultura de masas. No hay muchos en España con su bagaje.

- Usted, un pilarista, transitó con soltura por la Movida madrileña. Sería un bicho raro allí.

- No crea, los pilaristas somos bastante adaptables. En ese colegio ha habido liberales, comunistas... (se detiene un momento). Bueno, comunistas, pocos. Pero la Movida fue muy restringida. Y no éramos conscientes de lo que estábamos viviendo. Yo estaba allí por las letras que hice para la Orquesta Mondragón a comienzos de los ochenta. En total fueron casi cincuenta canciones.

- ¿Se relacionó mucho con los integrantes del grupo?

- Nos pasábamos muchas tardes juntos escribiendo las canciones. A veces se alargaba el encuentro y duraba toda la noche. Yo entonces estaba en el CSIC y alguna mañana llegué sin dormir. Pero fueron pocas. Nunca he sido noctámbulo, así que luchaba contra mi propia naturaleza. Lo triste es que mucha gente quedó en el camino por las drogas. Los de mi generación estamos diezmados.

- Alguna vez ha dicho que cualquier tiempo pasado fue mejor, pero quizá no lo dice por eso.

- Me refiero a que tengo esa sensación de cuando éramos jóvenes y teníamos toda la vida por delante. Solo por eso.

Sueño de poeta

- ¿La poesía sigue siendo un arma cargada de futuro?

- No lo sé. Seguro que no está cargada de pasado. La poesía es puro presente. Ahora bien, desconfío de que pueda abatir regímenes o promover cambios políticos. Es un arma para conectar con la belleza, es optar por la connotación y no quedarse en la denotación.

- Uno de sus poemas, 'El desayuno', se ha usado incluso en las bodas. Sin olvidar las letras de algunas canciones. ¿Esa popularidad es lo máximo a lo que puede aspirar un poeta?

- Sin duda. Aunque a veces los poemas se retoquen o manipulen algo, pero eso ha sucedido siempre. Yo no escribí exactamente «Hola, mi amor, yo soy tu lobo», pero da igual. He llegado a recibir invitaciones a bodas en las que usan mis poemas y me hace mucha ilusión. Pero, no nos engañemos, yo podría haber sido un catedrático de universidad dedicado a la investigación en vez de vivir en tantos ambientes y con tanta intensidad como lo he hecho.

- ¿La poesía más interesante que se hace ahora mismo es la que se difunde en internet?

- Para mí, es la que gana premios y se publica en las editoriales de prestigio. El resto es parapoesía, aunque puede que tenga un eco muy importante. Y es posible que de ahí salga un 5% de poetas. El resto son parapoetas. Y en estos echo de menos que han descuidado la lectura de los clásicos. No hay más remedio que conocerlos, incluso de memoria. Eso es lo que desemboca en una voz propia. Como decía Borges, uno debe enorgullecerse no de lo que ha escrito, sino de lo que ha leído.

- ¿Tiene sentido hoy la clásica división entre alta cultura y cultura de masas?

- No. Esa es mi batalla de siempre. Hay una sola cultura, y la de masas es tan fascinante como la de la élite. Yo he disfrutado por igual de la gran literatura como de la literatura popular, tan denostada por el mundo académico.

- Usted ha publicado poesía, ha traducido a los clásicos, pero no solo ha hecho también canciones sino que es aficionado al cómic y el cine.

- Hay quienes dicen que he armonizado las dos vertientes. Algunos consideran a Stevenson o Kipling autores menores. No lo entiendo. Decir que 'La isla del tesoro' es un libro para niños y adolescentes es un error. Todo es para todos. Soy niño siendo viejo y me veía viejo siendo niño. Me interesa el cine de Álex de la Iglesia porque es popular y a la vez enormemente complejo por la estructura de guión. O el de Garci, que escribe maravillosamente y sabe llegar a públicos amplios. Ambos armonizan las dos facetas.

- ¿Por qué entonces ese desdén hacia lo popular?

- La izquierda, que debería defender lo popular, es la que más defiende la literatura aburrida. Es curioso, debería hacerlo la derechona, que por cierto cada vez hay menos. Pero ese desdén lo tiene cierta izquierda.

- Pongámonos serios: ¿se encuentra a gusto en el mundo de hoy?

- Soy bastante epicúreo y trato de buscar cosas que me interesen. Por eso creo que es difícil que el mundo de hoy, con ese buenismo y esa corrección política que detesto, afecte a mi manera de disfrutar la vida: la lectura, el cine, la música, la cultura en definitiva, que es fascinante.

- ¿Y se reconoce en España, con su Parlamento crispado, sus eslóganes tremebundos y sus políticos incapaces de pactar?

- Me aburre bastante, pero como soy igual que cualquier otro votante me siento fascinado por algunas cosas. Isabel Díaz Ayuso, por ejemplo, me parece un personaje. Y le confieso que a mí no me gusta la palabra 'intelectual'. Los intelectuales desprecian la realidad más tangible. A mí, en cambio, me sucede que lo paso mal si pierden mi equipo de fútbol o mi tenista favorito.

Censura y causas justas

- Acaba de criticar la corrección política. ¿Por qué la defensa de causas justas nos ha llevado a aceptar la censura como algo necesario para llevarlas a cabo?

- En Rousseau está el origen de los totalitarismos. Fue él quien inventó el buenismo, y de ahí salen los gulags. La causa que inspiraba a los bolcheviques en 1917 también era justa; lo eran algunas reivindicaciones de los jóvenes alemanes en los años veinte. Pero la realización de ambas fue inhumana, fue una atrocidad.

- Pero ni unos ni otros esgrimían esa corrección.

- La corrección política defiende lo justo, pero se pasa varios pueblos y termina por perseguir a quien piensa diferente. ¿Cuándo se ha visto que la derecha esgrima la palabra 'libertad'? Los conservadores de hoy han heredado los valores del liberalismo del siglo XIX, mientras la izquierda asume valores absolutistas. El llamado lenguaje inclusivo, por ejemplo, es absolutismo más ignorancia.

- Ha ocupado algunos cargos de designación política, incluida una Secretaría de Estado a petición de Aznar. ¿Por qué los artistas o creadores que los asumen suelen salir escaldados?

- Hay que nacer político para resistir todo eso. Tiendo a disculpar las carencias de los políticos por la tensión que viven. Un humanista está poco habituado a esa zozobra. Le aseguro que no guardo un recuerdo demasiado malo de mi paso por esos cargos. Es como brumoso, como un pasado lejanísimo. La Secretaría de Estado de Cultura fue interesante, no me arrepiento de haber aceptado. Pero lo veo irreal.

- Al nombrar a alguien de la cultura, ¿no se están poniendo los políticos una medalla?

- Algo de eso hay. Pero cada vez se da menos. Ahora se buscan perfiles más técnicos y los políticos tienden a repartirse todo entre ellos.

- Se pide a la gente del mundo del pensamiento y la cultura que tengan una voz pública, pero cuando hablan siempre hay un sector que los crucifica. ¿Mejor quedarse callados?

- Entiendo muy bien esa autoprotección. El compromiso trae consecuencias siempre. Yo he tenido suerte y no me he visto censurado nunca. No me he sentido maltratado por un partido o por otro. Pero soy consciente de que a otros les ha pasado.

Estudiar sin prejuicios

- A algunos directamente los han echado de sus cargos. O les han cancelado sus contratos.

- Que a mí no me haya pasado no significa que no me parezca injusto. Hay que separar las cosas. Si un director de teatro es bueno habrá que mantenerlo, sea de derechas o de izquierdas. La cultura no es una cosa ni otra. Es universal y eso es lo que defiendo. La universalidad de España, además, parte de conocer lo que hacen todos los pueblos del país. Soy muy voraz y a mí me interesa todo muchísimo.

- ¿Contra qué se rebela hoy Luis Alberto de Cuenca?

- Contra el buenismo y la corrección política. No puedo con los que ahora arremeten contra Mark Twain y le acusan de ser despectivo con los negros. Quieren inaugurar un mundo que ya está muy pisado. Esta gente necesita estudiar sin prejuicios.

- También quieren suprimir películas como 'Lo que el viento se llevó' o dicen que el beso de 'La bella durmiente' es acoso.

- Estoy indignado con eso, pero me da la risa aunque lo hacen muy en serio. Me suena a '1984' o 'Un mundo feliz'. A veces los amigos comentamos esas noticias y concluimos que este mundo ya no nos pertenece. 'El nacimiento de una nación' de Griffith justifica al Ku Klux Klan, Céline era de extrema derecha y Brecht, comunista, pero los tres eran genios.

- ¿Y 'les hijes'?

- Otra broma de mal gusto. No concibo que nadie lo diga en serio. Las personas inteligentes de esos grupos convendrán conmigo en que es una locura. Deberíamos ver qué se hace en Francia. O en Italia, donde hay más igualdad entre una escuela de Sicilia y una de Turín que aquí. O en Alemania, pese a la autonomía de sus 'lander'. Uno de los grandes errores cometidos en España ha sido convertir lo que nos une en algo que nos separa.

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