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— Su nombre está asociado a la Plataforma Oceánica de Canarias (Plocan). ¿Qué siente mirando hacia atrás respecto a ese proyecto y su materialización?
— Le he dedicado a la Plocan quince años de mi vida: cuatro en el proyecto y diez u once en ponerla en marcha. Tengo en primer lugar un agradecimiento importante a la gente que trabajó conmigo, también a las instituciones que lo apoyaron, cosa que no fue fácil con una crisis por medio. Y después he tenido la suerte haber podido acabarlo, porque pasar del proyecto en papel a verlo culminado no fue fácil. Los porcentajes de los que pensaban que se podía hacer realidad fueron cambiado mucho con el tiempo: empezamos con 9 a 1, siendo 9 los que pensaban que no saldría adelante.
— ¿Hubo un día cero de Plocan? ¿Cómo nace la idea?
— Tiene un poco que ver con la experiencia personal. Yo había dirigido el Instituto de Ciencias Marinas, había sido director general de Industria, fue director del Oceanográfico en la Administración estatal... eso me dio una visión general. Empecé como investigador estudiando una cosa que a la gente le sorprendía: la circulación del agua antártica profunda y éramos veinte en el mundo y ahora serán cincuenta, aunque es algo importante porque ayuda al equilibrio de los océanos. Llegó un momento determinado, a medida que fui tomando responsabilidades, que me di cuenta de que esa ciencia básica hay que hacerla y apoyarla, pero también que convertir ciencia en valor no ocurre por casualidad; hay que dedicarle tiempo y trabajo. Pensé entonces que había que dedicarse a eso y esa fue una idea clave.
— ¿Y eso cómo se hace?
— En España no es fácil porque no hay tradición de grandes instituciones de ciencia y tecnología. El ejemplo lo tenemos con el Astrofísico, que debería ser tres veces más grandes y no lo es porque el sistema español no desarrolla los grandes centros. Entonces tuvimos claro que había que buscar un modelo nuevo, donde la plataforma física de la Plocan no es la idea en sí, sino el icono de la idea. Eso significaba tener una institución pequeña pero muy atractiva para la gente interesada en investigar, para que se entendiera que era más productivo hacerlo aquí y no en otro sitio.
— ¿Pero explíqueme cómo se pasa de hacer ciencia a captar inversión y generar economía?
— Esa es la clave. Ese es el enfoque que le quisimos dar al diseñar el modelo de la Plocan. Hay un gráfico muy clásico, que en Europa se conoce como los TLR, que es el desarrollo entre la idea y el mercado y entre el TLR 1 y el TLR 9 sabes dónde estás. Ese concepto produce lo que se conoce como el valle de la muerte, es decir, que a medida que se va desarrollando una idea se va gastando dinero, y cuando se trata de algo en el mar son cantidades ingentes de dinero, y si se sigue gastando y no se llega al mercado, se entra en el valle de la muerte y la idea muere porque se arruina quien la trata de desarrollar. Nosotros decidimos trabajar del cinco adelante en esa cadena que va del 1 al 9. ¿Eso qué quiere decir? Los ensayos en el mar son muy complejos, como dije antes, y nosotros ya facilitamos eso de entrada, de manera que no hay proyecto ahora en ensayo marino que no se plantee venir a la Plocan. Después vendrá o no, porque hay otras circunstancias, pero somos ya un sitio de referente. Y en esa fase a partir de 5 están los investigadores que quieren ya llegar al mercado o las empresas que van de la mano ya de investigadores.
— ¿Qué beneficio saca Canarias de ese y otros proyectos que pasan por la Plocan?
— El ejemplo perfecto para la respuesta es la turbina de Esteyco, pues casi el 80% del gasto se hizo aquí, entre 10 y 12 millones de euros. Empresas locales se han puesto así a trabajar en proyectos de primer nivel y eso genera negocios de futuro. Además, esas empresas que vienen aquí a desarrollar un proyecto, cuando tienen un problema intentan resolverlo con las empresas que ya operan aquí y de eso se han beneficiado por ejemplo los astilleros locales, las compañías de buzos profesionales, etcétera. Después, los tecnólogos y científicos de aquí se conectan con expertos de primer nivel de todo el mundo. La idea es que cuando uno trabaja con todo lo que está en el mercado, todo llega mucho antes al mercado. El trabajo hecho permite ahora que seamos una institución con un éxito en torno al 30% cuando lo habitual en el mercado es que esté en el 10%.
— En ese ejercicio de casar investigación con el mercado, con la economía, ¿el mérito es más del mundo investigador o de los empresarios?
— Mi experiencia después de muchos años es que en los dos mundos la gente se rige mucho por los casos de éxito. Cuando eres capaz de enseñar un caso de éxito, la gente lo entiende y se vuelca, sea investigador o empresario. Ese es el valor de la plataforma física, porque por sí misma es el resultado de un éxito: nadie podría hacer los experimentos que se desarrollan si esa plataforma no existiera. Una cosa que hemos aprendido también es que no vale copiar modelos completos de investigación, sino solo aquello que viene bien para el caso de cada uno. Los modelos completos no se ajustan a todas las realidades.
— Hablemos de economía azul pero, para empezar, ¿qué es?
— Eso enlaza con mi propia experiencia. Hay una medida clásica que es la de relacionar la riqueza de un país con el porcentaje del PIB en I+D+i: Europa se ha propuesto llegar en su conjunto al 3%, y no lo ha conseguido, salvo algunos países, mientras que otros, como Corea del Sur ya superan ese porcentaje. Canarias tiene uno de los indicadores más bajos en esa medida y cuando uno lo analiza, ve que el gasto público es mayoritario en esa partida. O sea, el gasto privado es mínimo. Ahora lo que tratamos es que esa partida privada en la investigación y el desarrollo en torno a la actividad marina crezca. ¿Por qué ahora es más atractivo? Porque hay un marco jurídico, en materia económica y fiscal, que hace que en Canarias hay una posibilidad real de aumentar esos números. El marco fiscal para I+D+i en Canarias es el más atractivo. Y eso nos lleva a la importancia de la economía azul y lo que significa: una parte importante del desarrollo del mundo vendrá de la mano del mar. El concepto es muy amplio, porque va desde el transporte marítimo sin tripulaciones, que esa tecnología ya casi existe, al consumo humano o la llamada minería submarina profunda. La potencialidad de la economía azul ya nadie la cuestiona, pero hay que tener claro que las potencialidades no son certezas, de manera que hay que garantizar que hagamos el trabajo para tomar parte de esa actividad. Hay que evitar que suceda como cuando hablábamos de la tricontinentalidad, y había y hay gente que piensa que eso son milongas, y no es así, pero hay que saber dar los pasos para participar de esa realidad y que no quede como algo en el aire que no se concreta. La potencialidad no espera por ti por más que tengas condiciones. La economía azul se hará realidad pero participaremos en ella en función del esfuerzo que hagamos para estar en ello. Es uno de los vectores de crecimiento más importante de los próximos años. En la media europea la participación en el PIB es el 1,5% y en Canarias es el 6,6%. ¿Por qué? Porque tenemos unas condiciones de partida muy favorables, y además tenemos unos puertos con una actividad empresarial muy importante.
— ¿Tenemos garantía de que el crecimiento de la economía azul será sostenible medioambientalmente? Lo digo por el planteamiento que sostiene que primero hemos esquilmado la tierra y ahora vamos a hacer lo mismo con el mar.
— Sí. Cuando el ser humano empezó a hacer el desarrollo en tierra, no tenía ningún criterio ambiental y ahora sí lo tenemos. Siempre hay una oveja negra y una empresa gamberra, pero ya hay una conciencia colectiva de que el aprovechamiento del mar no se puede hacer a costa del propio recurso. Es más, es que hasta la pesca bien gestionada apoya la sostenibilidad de los recursos naturales. La gran diferencia del crecimiento en el mar a hacerlo en tierra es la gran cantidad de tecnología que se precisa y esa tecnología permite control, que es algo que antes no se tenía. Eso permite a las administraciones y a la sociedad en su conjunto un alto grado de control. Ahora, con solo ver la etiqueta de un pescado en conserva podemos saber cuándo y dónde fue pescado. ¿Por qué? Porque la tecnología ya lo permite. ¿Dónde puede haber un problema? En las aguas internacionales, porque ahí, a fecha de hoy, los controles son menores. La humanidad tiene que ser consciente de que ya no es posible ese discurso de vamos a dejar de hacer porque así el medio ambiente va por sí solo. Tenemos que ser conscientes de que la tecnología no hay que frenarla porque alguien haga un uso perverso o perjudicial, sino que la tecnología es la que permite mayor control de la actividad y eso evita el daño al medio ambiente y a la humanidad en general. En Canarias casi nadie discute ya la economía azul, pero el riesgo es que venga la gente a plantearnos que no ha dado todo lo que se pensaba. Y si eso ocurre es porque no habremos hecho bien nuestro trabajo, pues mientras tanto otros sí habrán sacado adelante proyectos y habrán conseguido rentabilidad y economía en general. Los canarios en ese sentido tenemos que asumir que competimos con todo el mundo y que todos juntos somos poquitos, por eso no podemos quedarnos parados.
— ¿Hasta qué punto la Plocan ha permitido a la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria internacionalizarse y romper con esa endogamia que es tan propia de las universidades?
— Hay investigadores de la ULPGC que gracias a la Plocan se han embarcado en proyectos europeos de primer nivel. Lo mismo se puede decir en proyectos de ingeniería. Plocan, la Universidad, el Puerto tienen que asumir una visión conjunta, lo que los franceses llaman los polos. ¿Qué tiene Gran Canaria ahora? Un entorno azul más rinco que hace qjuince años y eso permite hacer cosas que antes parecían imposibles de realizar aquí. Lo que pasa es que esto hay que trabajarlo: no se hace solo.
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