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El grancanario Luis Bordón, de 65 años, saborea cada instante con intensidad. Sabe que son momentos arrebatados al inexorable fin que le esperaba de no haberse sometido a un trasplante de corazón, el primero realizado en Canarias.
Esta operación, realizada en la Unidad de Trasplante Cardíaco del hospital Doctor Negrín, fue la que cambió su suerte hace dos años, cuatro meses y seis días.
Desde entonces, este programa de trasplantes ha salvado la vida a otras 39 personas que no tuvieron que dejar el archipiélago para esperar durante meses a que apareciera en el continente un corazón compatible.
«Si no me hubieran operado aquí no sé si habría podido ir a Madrid. Es más probable que me hubiera ido a otro sitio», relata este vecino de Vegueta con sorna y crudeza a partes iguales. Y es que sus problemas cardíacos ya le estaban haciendo la vida literalmente imposible. «Arrastraba la enfermedad desde hacía mucho tiempo. Tuve mi primer infarto en Fuerteventura con 30 años. En el último año antes del trasplante, estaba día sí y día no en el hospital. Me ingresaban y a la tarde siguiente estaba fuera, y por la mañana, vuelta a ingresar... Una cosa bárbara», recuerda.
El tercer infarto, en 2019, fue definitivo. «Me estaban haciendo pruebas y me dio. Se quedó el corazón frito. Cuando se puso en marcha, me trasplantaron», explica Bordón sobre su vida anterior al golpe de timón que puso rumbo hacia una tranquilidad olvidada. «Fue todo muy rápido. me estaban haciendo pruebas en el hospital Insular y me llamaron para una consulta en el Negrín», recuerda el paciente.
La tarde del 4 de diciembre, después de escuchar mucha terminología médica, le dijeron: «esto está listo. La última palabra la tienes tú. Y ahí mismo dije que sí. No tenía miedo al trasplante. Sabía que era la última oportunidad», comenta Bordón que solo unos días antes había quedado fulminado por un ataque cardíaco en un centro comercial.
Ahora, por suerte, se encuentra bien. Solo tiene consultas cada cuatro o cinco meses y un cateterismo cada cuatro años para comprobar de cerca cómo funciona su corazón. «No tengo ningún síntoma de lo que tenía. Estoy perfecto», cuenta Bordón, quien debe cuidarse mucho de virus y bacterias porque, como la mayoría de los trasplantados, toma un inmunodepresor para evitar una reacción de rechazo al órgano.
También, por salud, evita sufrir con la deriva que está tomando el mundo. «La guerra me da mucha pena y trato de no involucrarme demasiado ni documentarme mucho. Pasé lo que pasé. Mi corazón no está para eso. Le toca disfrutar», dice sobre su principal misión junto a la de agradecer el gesto de la familia del donante que le brindó la oportunidad de vivir. «Por suerte, la gente se ha mentalizado de la necesidad de donar y de que un cuerpo puede salvar muchas vidas», recalca.
La experiencia de Luis Bordón no es la única, pero sí pionera de Canarias. «Hay 40 historias, Cada persona tiene su razón de vivir. Las hay bonitas, más emocionantes o heroicas, pero él es el primero», explica el responsable de la Unidad de Insuficiencia Cardíaca del Doctor Negrín, Antonio García.
Lo único que comparten las 40 personas que han pasado por el quirófano es que viven en Canarias, rondan los 60 años y que tenían en el trasplante su última opción antes de la muerte. «Algunos son muy conscientes de ello. Son gente que, sin trasplante, tendrían una supervivencia inferior a un año. Además, su calidad de vida, con constantes hospitalizaciones, está muy mermada», afirma el médico para el que tener en marcha el programa de trasplantes cardíacos en Canarias es un gran alivio.
Solo en lo que llevamos de año, siete personas han sido sometidas a un trasplante de corazón en el Doctor Negrín. «Ya llevamos 40. Estamos muy por encima de las expectativas que teníamos cuando se presentó el programa», dice García sobre un proyecto en el que trabajan de forma coordinada las unidades de cardiología de los cuatro grandes hospitales canarios para salvar vidas. «Esa es la clave del éxito del programa. Pocas veces he visto un trabajo de equipo a nivel de Canarias en el que vayan todos juntos», apunta García.
Es esta coordinación la que beneficia a enfermos cardíacos de todas las islas. «Los pacientes acceden en distintas circunstancias. Hay quien viene caminando desde su casa, son trasplantes selectivos, y otras personas están en una situación muy delicada, soportadas por máquinas para mantenerlas vivas, se les interviene de forma urgente». De hecho, a veces, casi los resucitan. «Algunos -relata- han llegado en parada cardíaca. Se han reanimado y trasplantado». Como ejemplo, cita a un paciente de Tenerife que tuvo un infarto, perdió el conocimiento, despertó un mes después en Gran Canaria y con otro corazón. Hasta ahora, tres de las personas trasplantadas lo han sido de urgencia, aunque en siete casos se intervino porque estaban muy graves.
Solo una persona de las 40 intervenidas ha fallecido por una trombosis intestinal. El resto está bien, pese a que alguno ha estado grave por covid.
Lo cierto es que, según García, «hay mucha gente trabajando en este programa» y «su mayor satisfacción es ver cómo los pacientes han mejorado». En eso, Luis Bordón es paradigmático.
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