«Los niños no se resfrían por caminar descalzos»
«Es importante estar actualizado en ciencia, pero también hablar desde la sensibilidad que padres y madres necesitan», afirma
A los cinco años Lucía Galán ya sabía que iba a ser pediatra. Lo que no sabía es que, gracias a sus dotes innatas para ... la comunicación, también acabaría convirtiéndose en un referente dentro de la divulgación médica ni que sus libros se venderían como rosquillas entre los padres primerizos: «En cada firma siempre hay alguna madre que me dice: 'Lucía, a ti te debo la mamá tranquila que soy'. Y eso me llena de un orgullo infinito». Ahora, 'El gran libro de Lucía, mi pediatra', en el que da consejos sobre cómo afrontar la crianza de los hijos, vuelve con una nueva edición ampliada y actualizada que pone especial atención en la psicología de niños y adolescentes.
–Compartir el aperitivo del domingo es una buena forma de que padres e hijos pasen tiempo juntos.
–Sí, porque lo importante es pasar tiempo en familia. Si además damos ejemplo y los niños no ven que sus padres son consumidores habituales de bebidas alcohólicas, pues ya es la bomba.
–¿Por qué se hizo pediatra?
–Porque a los cinco años tuve una enfermedad muy grave, una meningitis con una sepsis asociada, y estuve ingresada en el hospital mucho tiempo. Allí permanecí aislada porque mis padres solamente podían entrar una hora al día. Yo, que era muy curiosa, preguntaba mucho, pero nadie me explicaba nada y yo no entendía qué estaba pasando. Fue una experiencia tan traumática que, el mismo día que salí del hospital, les dije a mis padres: «De mayor quiero ser médico de niños para que ninguno vuelva a pasar por esto otra vez». Y hasta hoy.
–Y hoy tiene más de un millón de seguidores en redes sociales.
–Yo aterricé en las redes hace más de diez años, cuando nadie se había puesto delante de una cámara para decir: «Bueno, vamos a explicar lo que es la fiebre». Me pareció una oportunidad fantástica de sacar al exterior lo que hago en consulta, porque si ahí soy capaz de llegar a veinte familias, a través de un vídeo puedo llegar a un millón de visualizaciones.
–¿Así consiguió que sus conocidos dejaran de hacerle consultas sobre la salud de sus hijos?
–No (risas).
–Por eso lo volvió a intentar escribiendo el libro.
–Ja, ja, ja. No, sobre todo fue para ayudar a todas las mamás y papás que aterrizan en este mundo llenos de miedos y darles ese consuelo que yo no tuve en su momento: cuando mis hijos nacieron, hace ya veinte años, había muy pocos referentes, así que tirábamos de sabiduría popular, del entorno más cercano. Afortunadamente, ahora las madres y los padres tienen mucho acompañamiento.
–Ya se puede hablar de la salud mental de padres y madres, que es tan importante.
–Sí, porque la infancia de nuestros hijos es maravillosa, pero también se vive con mucha soledad, con mucho miedo y, a veces, con mucha incomprensión. De hecho, yo me preguntaba: «Si yo, que soy pediatra, he tenido este miedo, estos pensamientos y estos sentimientos, ¿qué no sentirán las madres que no tienen ninguna formación médica?». Por eso he querido abordar esas sombras de la maternidad, para intentar dar luz a todas esas madres jóvenes que vienen detrás.
–También aborda la psicología infantil y adolescente. ¿Por qué hay ahora tantos problemas de esa índole a edades muy tempranas?
–Esa es una pregunta muy compleja porque la respuesta es multifactorial. Tiene mucho que ver con este ritmo tan sumamente acelerado en el que vivimos, porque esa urgencia repercute en todo, en cómo hablamos, en cómo nos relacionamos, en cómo tratamos a nuestros niños. Al final, somos el espejo donde se reflejan nuestros hijos cada día. La irrupción de las pantallas también nos ha robado mucha vida, mucha reflexión, y está demostrado que esa exposición tan precoz de los niños genera un impacto muy negativo en su neurodesarrollo, en su manera de pensar, de hablar y de relacionarse con los demás.
–¿Qué mitos tiene que desmontar una y otra vez?
–Que las vacunas provocan autismo. Eso ha hecho muchísimo daño y, periódicamente, vuelve a salir a la palestra. También el mito de que los virus entran por los pies: los niños no se resfrían por caminar descalzos por casa, ni les bajan las defensas, ni les da dolor de garganta. No es verdad.
–Como parte del Consejo Asesor de Unicef, ha viajado a países como Senegal o Níger. ¿Qué ha visto allí?
–También he estado en la frontera de Ucrania al inicio de la guerra, y en zonas de Guatemala sin agua potable ni electricidad. Lo que más me ha llamado la atención es la fuerza de las mujeres. Mujeres que tienen una media de siete u ocho niños porque no hay control de natalidad, pero sacan adelante a las familias, llevan a los niños a pueblos remotos a ponerles su vacuna, salen al campo a trabajar o se juegan la vida yendo de un poblado a otro buscando alimento. Oír sus historias y comprobar cómo, a pesar de las adversidades, siguen luchando por sus derechos con el deseo de dejarles a sus hijos y a sus hijas un mundo mejor, me conmueve profundamente.
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