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Poco más de 24 horas después, la Guardia Civil detenía a pocos kilómetros del lugar del crimen, el polideportivo Ángel Tardío de Mocejón (Toledo), al autor de más de una decena de puñaladas que acabó con la vida del pequeño Mateo. «Es alguien del pueblo», señalaban varios vecinos horas antes de la detención. «Es alguien de aquí, lo tiene que ser porque conocía la zona», repetían insistentemente. Una sospecha que se confirmó minutos más tarde de las 17:30 horas.
A primera hora de la tarde, varios vehículos de la Guardia Civil entraban en la calle Dalí. Instantes más tarde, fuentes de la investigación confirmaban la detención de un joven de 20 años de nacionalidad española, que confesaba el crimen durante el interrogatorio posterior. El principal sospechoso, según pudo confirmar este periódico, tiene familiares en el pueblo y estaba pasando unos días con su padre y su abuela. Una ratificación de la teoría que desde el pasado domingo circulaba por las estrechas calles de este pequeño municipio de apenas 5.000 habitantes en plena meseta manchega.
A última hora de ayer, agentes de paisano del instituto armado recorrían las calles de un pueblo medio vacío por las vacaciones de verano y en 'shock'. «No nos podemos creer que Mateo esté muerto», señalaban. En paralelo a este patrullaje, el rastreo se realizaba también desde el aire. El dispositivo de búsqueda del autor de los hechos estuvo compuesto por agentes de la unidad orgánica de policía judicial, de laboratorio y de unidades de investigación de Illescas y del grupo de información de la comandancia de Toledo.
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Varios pasos sigilosos que llevaron hasta el chalé familiar del presunto asesino. Las imágenes de varias cámaras privadas y la triangulación de la posición de su teléfono permitieron dar con el paradero del presunto asesino, que tras las preguntas de la Guardia Civil admitió haber cometido el crimen.
Ahora queda por descubrir los motivos que han llevado al autor a cometer este acto. El padre del joven ha confesado que su hijo sufre una discapacidad psíquica, aunque el instituto armado asegura que aún hay que aportar informes médicos y que todavía está pendiente la revisión del médico forense de los juzgados de Toledo.
Otra de las incógnitas que aún quedan por resolver es cómo evitó las miradas de los viandantes. «Es una zona por la que vamos a pasear mucho y a esa hora seguro que había alguien», recalcaban los vecinos. De momento, fuentes de la investigación ni confirmaban ni desmentían el uso de algún vehículo tras el crimen.
Al Ángel Tardío se puede llegar de varias maneras, pero oficialmente se hace a través del paseo de los Molinos y su entrada principal. Ahí se llega al campo de fútbol, a la piscina y al resto de pistas polideportivas. Sin embargo, este periódico pudo comprobar hasta cuatro aperturas diferentes en la verja que protege el perímetro del complejo deportivo por donde pudo entrar y huir el asesino del menor.
La más cercana al pueblo se encuentra al norte y muy visible a las viviendas unifamiliares de esta zona de Mocejón. Al sur, otro hueco da acceso a las instalaciones. Una entrada y una salida recta hacia una de las vías secundarias de Castilla-La Mancha que rodea Mocejón.
No obstante, fuentes policiales apuntan a la apertura de la verja este. Justo a la espalda de la puerta principal, un boquete en el vallado da acceso a las instalaciones. «Hay que ser de la zona para saber dónde está ese agujero», señalaba ayer Asell Sánchez, portavoz de la familia.
Esta salida da a un camino de tierra que acaba en el canal del Jarama. Es aquí dónde el instituto armado, según confesó el sospechoso, busca el arma del crimen. Esta es ahora la principal preocupación, el hallazgo del artefacto que acabó con la vida del joven Mateo. Un aspecto clave para la resolución judicial del caso y confirmar la autoría.
A las diez de la mañana del domingo, el verano en Mocejón cambió de repente. Por el paseo de los Molinos, la vía que lleva hasta el Ángel Tardío, circulaba una ambulancia UVI y, minutos más tarde, aterrizaba un helicóptero médico. Instantes antes, Mateo, que jugaba con sus amigos al fútbol, había recibido más de una decena de puñaladas que acababan con su vida. «No quiero pensar cómo están sus amigos», explicaba una vecina en la plaza del pueblo. Desde el domingo, el silencio en Mocejón solo se rompe por las conexiones de televisión. En los escasos corrillos de los vecinos la conversación es la misma. «No, no ha podido pasar. Aquí nunca ocurre nada», debatían tres vecinos de la localidad.
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