Borrar
Vea la portada de CANARIAS7 de este viernes 5 de diciembre de 2025
Juan Ferrer. C7

¿Eres líder de ti mismo?

Juan Ferrer, experto en gestión del cambio, analiza si es posible liderar a otras personas sin liderar nuestra propia vida

Juan Ferrer

Las Palmas de Gran Canaria

Martes, 13 de diciembre 2022

Comenta

En el deporte hay innumerables jugadores con magníficas cualidades físicas. En ocasiones son complementadas con un gran talento. Tenemos entonces la oportunidad de desarrollar a un gran deportista. Sin embargo, puede haber una debilidad, un talón de Aquiles. Éste podría ser la forma en que la propia persona se autogestione mentalmente.

Todos conocemos a deportistas que autodestruyeron una magnífica carrera profesional por la arrogancia en sus actitudes, el descuido físico o la falta de inteligencia emocional para tomar las decisiones adecuadas. Pero también a quienes en momentos clave, aparecían para asumir la responsabilidad, el liderazgo y el riesgo de dar un paso al frente. Su ambición les impulsaba a ser decisivos.

Es aquí donde entra el auto liderazgo. Se puede explicar como la capacidad para evolucionar, mejorando las debilidades percibidas y potenciando las capacidades que nos distinguen y nos hacen disfrutar.

En el mundo empresarial, la reflexión podría igualmente aplicarse. En este caso cómo reaccionamos ante la frustración, qué tipo de diálogo mantenemos con nosotros mismos ante las situaciones que nos retan, o si el nivel de exigencia que nos imponemos, condiciona o limita el disfrute en nuestra actividad, son aspectos que tendremos que analizar. Y dependerá de nuestra inteligencia emocional la forma y el éxito con que lo gestionemos. Poco se habla de dicha inteligencia, y menos aún de cultivarla. Más bien parece que predomina lo contrario, la estupidez emocional, de ahí los numerosos síntomas existentes, tanto en nuestras organizaciones como en nuestra sociedad.

Ser líder de nosotros mismos requiere tener un propósito. Éste será la estrella polar que garantice que no nos apartamos del camino. Hablo de «algo» que de sentido a nuestras vidas. Algunas personas lo han encontrado en salvar vidas, otras en cambiar el mundo (o los micromundos que están a su alcance), y otros sencillamente en educar o crear una familia. Este propósito dará sentido a los sacrificios, y será la gran respuesta que nos garantice que estamos siendo honestos con nosotros mismos. Y no duden, que los avatares de la vida pueden hacernos cambiar de rumbo, unas veces paulatinamente y otras con una gran sacudida, que nos despierta, nos golpea y nos exige parar y pensar hacia dónde vamos.

Y tras ese propósito, nos hace falta un objetivo y un plan, tanto en nuestra dimensión humana como profesional. Un objetivo para plasmar nuestro propósito y un plan para diseñar un posible camino para lograrlo. Walt Disney lo afirmaba bien claro: «Pregúntate si lo que estás haciendo hoy, te lleva al lugar donde quieres estar mañana». Porque de otra forma, será Lewis Carroll en su famoso cuento «Alicia en el país de las maravillas», quien tendrá razón: «Si no sabes a dónde quieres ir, no importa el camino que sigas».

Pero debemos mirarnos al espejo sin máscaras, justificaciones o culpabilizando a otros por el lugar donde estamos o el momento que vivimos. Necesitamos ver cuál es nuestro adn psicológico para afrontar la aventura de liderar nuestra propia vida. Porque serán estas actitudes las que nos permitirán superar la tormenta previa al logro. Las que alimentarán la fe en nosotros mismos, a pesar de lo desorientado que parezca nuestro rumbo. Y más cuando desde fuera opinen lo desencaminado que estamos por las elecciones que hemos tomado.

¿Somos directores, productores, protagonistas y guionistas de nuestra propia vida o la dejamos en manos de otros, ya sea una sociedad que en ocasiones adormece, droga o esclaviza, o unos seres que desde su amor o ego, intentan indicarnos su camino adecuado? Es el momento en el que debe surgir nuestro propio liderazgo.

¿Y qué cualidades resaltaría para darle vida? Destacaría como primera el espíritu de lucha, la constancia y la capacidad de sacrificio mantenida en el tiempo. Este esfuerzo generará éxitos que formarán parte de nuestra memoria y nos darán la fuerza y seguridad para afrontar nuevos retos. En cambio, la comodidad adormece nuestros talentos, nos droga y nos duerme.

Tal vez en los tiempos actuales protejamos y ayudemos en demasía a los más jóvenes, y como consecuencia de ello, estemos castrando la habilidad para superar los límites que su pobre autoconocimiento haya decidido fijar. El resultado suele desembocar en un discurso victimista, donde la culpa siempre pone foco en lo externo, ya sea padres, sociedad, circunstancias o jefes, evitando de esta manera la propia autocrítica y responsabilidad a asumir.

Pero si somos capaces de activar esta fuerza interior que se plasma en la propia superación de nuestras creencias limitantes, también debemos trabajar la aceptación. Considero que la felicidad es una delgada línea entre luchar y aceptar. Luchar por lo que te apasiona, por tus sueños, por tus retos. Pero a la vez saber aceptar lo que la realidad nos ofrece.

¿Cuándo decantarse por uno o por otro? Será el arte, la fe y la sabiduría que se gana con los años lo que nos ayude a tomar las decisiones más inteligentes. Hay grandes personajes en la Historia que no aceptaron su realidad y ello les hizo alcanzar grandes hitos. E igualmente, hay numerosas personas que por no aceptar ciertas realidades, arrastraron una vida de frustración constante. Insisto, es una delgada línea que depende de cada ser humano. Por ello, un pensamiento que siempre me ha guiado es «haz todo lo que puedas (y más) y descansa como si nada dependiera de ti».

Acompañando a estas dos actitudes, lucha y aceptación, está el valorar. ¿Cuánto tiempo perdemos pensando en tonterías, autosabotajes o viajando del pasado al futuro sin disfrutar del presente? Hay personas que incluso van más rápido que la felicidad. Ojalá pudiéramos dedicar un tiempo diario a modo de ritual para hacer «diálisis emocional», para liberarnos de todos esos pensamientos, angustias y estupideces que están en nuestra mente.

Tampoco se trata de comparar nuestra vida con la de otros para así sentirnos mejor. Es una técnica habitual. Porque si entramos en la dimensión de la comparación, el ego tardará poco en meternos en la comparativa de las carencias respecto a otros. Es más profundo. Supone realmente valorarnos, sin compararnos. Dejar de desperdiciar recursos emocionales en lo que ya no existe, el pasado y el futuro. Es querernos y tratarnos debidamente. Alguien que es líder de sí mismo, encuentra el equilibrio personal para vivir en el presente, en el flujo, en el momento. Y no sólo creando momentos «artificiales» para ello, sino en la propia acción del día a día.

Y ya puestos, querría resaltar algo que va intrínseco al auto liderazgo: el aprendizaje continuo. Si liderar supone cambiar y evolucionar, no podremos hacerlo sin estar aprendiendo constantemente, de aciertos, errores, consejos, lecturas o reflexiones ajenas. Ojalá este momento de crecimiento sea la zona de confort. Alguien que desee evolucionar, avanzar y mejorar no puede permitirse el lujo de no aprender. Es la humildad lo que debe impregnar su búsqueda. El sabio es consciente de que desconoce más de lo que conoce. El arrogante o acomplejado es posible que tape sus inseguridades aparentando o rechazando aprender de todo lo que le rodea.

Y es aquí desde el aprendizaje, donde pueden surgir nuevas ideas, aquéllas que movilicen a uno mismo o a un colectivo. Lo nuevo puede paralizar, pero también ilusionar y hacernos salir de las limitaciones en las que hemos decidido vivir. Quien desea liderarse a sí mismo, debe invertir tiempo en sí mismo. Ello conlleva buscar momentos de sosiego, permitiendo que la mente, tras el necesario momento de caos que genera el parar, encuentre ese instante «eureka» donde se mezclan aprendizaje, experiencia, propósito y foco, para crear algo nuevo, que dé luz al camino que desde nuestro interior deseamos recorrer.

Quien es líder de sí mismo igualmente busca la excelencia, no digo la perfección. El objetivo no es ser mejor que otro, sino ser mejor que ayer. Su propósito, independientemente de su estado emocional, motivado o no motivado, genera la ambición, constancia y el esfuerzo de dar lo mejor en cada momento. Y es en esa entrega total y plena, donde podremos aprender, sin excusas, ni justificaciones. Porque esta autoexigencia de ser mejor profesional o persona que ayer, le permite ver la vida con pasión y como una continua aventura de superación y aprendizaje continuo. Lo opuesto es caer en el «día de la marmota» (metáfora extraída de la película «Atrapado en el Tiempo»). El hoy es igual que el ayer y que el mañana. ¿Y así cuanto tiempo?

Y una última cuestión en relación al auto liderazgo. Es necesario saber vendernos. Esto supone ser capaz de apartar todas esas murallas de creencias limitantes, ya sea un complejo de timidez o falta de autoestima, para brillar, no permitiendo que otros nos apaguen o algo más triste, apagarnos a nosotros mismos. Por vergüenza a cometer errores no somos capaces de intervenir en una reunión o defender una presentación. Por timidez no acudimos a eventos que debemos estar. Por desprecio al concepto de venderse a uno mismo, son otros los que ocupan el puesto u obtienen los recursos para llevar a cabo sus propios sueños. Venderse no significa rendir pleitesía a nuestro superior. Venderse significa poner en valor nuestro trabajo, talento o valores.

En definitiva nuestra persona. Venderse es ser uno mismo, sin autosabotajes, no dejando que el exterior, ya sean personas o ambientes, apaguen la música interior que deseamos mostrar.

Como síntesis, podremos encontrar numerosas justificaciones para no liderar a otros, o bien lo hagamos desde la falta de vocación de servicio, dominados por nuestro ego, complejos o ambiciones personales. Pero liderarnos a nosotros mismos es nuestra misión de vida. Y aquí no hay excusas.

Esta funcionalidad es exclusiva para registrados.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

canarias7 ¿Eres líder de ti mismo?