Los libaneses, incluido Hizbulá, esperan del Papa el 'milagro' de la paz
En su segundo día en el país árabe, León XIV pide un «compromiso» para para que nadie tenga que dejar su tierra «debido a conflictos absurdos y despiadados»
Los carteles propagandísticos propician compañeros insospechados. En una esquina de las afueras de Beirut luce una de las muchas gigantografías que las autoridades han colocado ... por doquier con la imagen de León XIV para darle la bienvenida a Líbano, adonde llegó el domingo una vez concluida su visita a Turquía, etapa anterior de la gira que está haciendo por Oriente Medio. Al lado de la foto del Papa, que sonríe mientras saluda con la mano, hay colocado otro enorme cartel con la imagen de Hasán Nasralá, jefe de Hizbulá al que Israel asesinó en septiembre del año pasado con un bombardeo sobre la capital libanesa como el que realizó justo una semana antes de la llegada de Robert Prevost. Cinco personas murieron entonces, entre ellas otro de los dirigentes de la milicia chií, cuyo grupo scout cantó canciones de bienvenida al obispo de Roma en su itinerario entre el aeropuerto y el Palacio Presidencial. También en 2012, cuando el que llegó al país árabe fue Benedicto XVI, Hizbulá se volcó con la visita, que como ahora fue retransmitida por su canal de televisión, Al Manar.
Para muchos libaneses la presencia en su tierra de León XIV constituye una esperanza de que las cosas puedan mejorar. Aunque hace un año que se firmó el alto el fuego entre Líbano e Israel, las violaciones al fin de las hostilidades son continuas, principalmente por parte del Estado hebreo. El País de los Cedros, además, arrastra una grave crisis financiera desde 2019 que se ahondó con la pandemia y aceleró la dolarización de la economía. La explosión en el puerto de la capital en 2020, que dejó 200 muertos, 6.500 heridos y decenas de miles de viviendas destruidas, empeoró la situación de esta nación árabe aquejada de una fuerte inestabilidad política. Con ese contexto no es de extrañar que se hayan disparado los altos niveles de desigualdad existentes desde hace décadas.
«Esperemos que la visita del Papa nos traiga de una vez la paz y ayude a acabar con esta panda de corruptos que nos gobierna desde hace años», cuenta Wasim, que trabaja como guardia de seguridad en una lujosa zona comercial del puerto de la capital libanesa. Miembro de una familia musulmana sunní aunque se declara «ateo», algo poco habitual en Oriente Medio, este beirutí de 29 años se lamenta de las dificultades para llegar a fin de mes. «En los últimos años hemos tenido una inflación terrible y con los 500 dólares que gano no puedo ni plantearme formar una familia. Necesitaría dos empleos. Lo llamativo es que el primo de mi madre es millonario y tiene un montón de empresas y podría ayudarme a tener un trabajo mejor, pero no le importamos. A los ricos libaneses les dan igual las dificultades que pasamos la mayoría de la población».
Pobres y coches de lujo
Como si se tratara de una representación de lo que está contando, pasa poco después por la zona un Ferrari con un hombre de mediana edad al volante y un adolescente en el puesto de copiloto encantado del ruido que hace el vehículo. No hay que buscar mucho para encontrar aparcados a poca distancia un Lamborghini, un Bentley y otros coches de superlujo.
«El Papa ha llegado en un momento muy difícil para Líbano y para toda la región. La gente está muy preocupada y cansada. Tenemos la guerra, el colapso de la economía, los problemas ligados a la explosión del puerto, con la que aún no se ha hecho justicia, y la falta de confianza en los dirigentes», cuenta George Bacouni, arzobispo de la Iglesia grecocatólica melquita de Beirut y que participa en la organización de la visita de León XIV. «Todo el que puede se marcha del país. Es lo más peligroso que le está pasando a la Iglesia», advierte.
El Pontífice peruanoestadounidense, de hecho, se refirió al problema de la emigración, un camino que han tomado alrededor de 15 millones de libaneses, en el encuentro que mantuvo con los obispos, sacerdotes y religiosos de esta nación árabe. La serie de calamidades que vive Líbano insta a los jerarcas católicos a «comprometernos», según dijo el Papa, «para que nadie tenga que huir de su país debido a conflictos absurdos y despiadados». También invitó Prevost a «favorecer la presencia» de los jóvenes para que, «incluso entre los escombros de un mundo con dolorosos fracasos», puedan vislumbrar «perspectivas concretas y viables de renacimiento y crecimiento para el futuro».
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