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La 'farmacia' del hospital de campaña, que funciona en Catarroja. Virginia Carrasco

Heridas y salud mental, diario de un hospital de campaña

Donde se concentra la atención de los afectados de la zona cero unen fuerzas personal médico y voluntarios

Lunes, 11 de noviembre 2024

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El apremio de la emergencia se ve en las paredes de ladrillo visto del improvisado hospital de campaña de la zona cero. Rayado a mano en pintura azul y en grandes letras se lee 'medicación', 'centro salud' o 'vitales' con sus respectivas flechas hacia distintas puertas, a modo de cartel para los pacientes que se quedaron sin centros de salud con la DANA. En sus pasillos se escuchan historias del primer día, cuando los sanitarios se quedaron atrapados en sus puestos de trabajo.

Alguno recuerda rescates con sábanas de una mujer embarazada a punto de morir ahogada. Al día siguiente, sin embargo, se necesitaba un lugar donde concentrar los esfuerzos médicos, y se encontró en unas instalaciones de Florida Universitària que queda casi al final, si se viene de Valencia, de la zona de desastre. El hospital de campaña, empezó a funcionar el día 30 de octubre, refiere una fuente que prefiere no ser identificada. Esos días se instalaron otros puestos de atención en plazas y parroquias.

En la tarde de este lunes un joven de 25 años acudía cojeando. Tiene varios días con una herida en el pie. Está infectada. Espera a que le atienda la médico y le acuesten en una camilla que comparte espacio con la 'farmacia'. Entre el acopio de medicamentos, vendajes y alcoholes, tras un biombo, le desinfectan la zona.

Luego, le dan instrucciones: lavar bien con agua y jabón, poner antiséptico y tapar. Le dan una monodosis de betadine y una bolsa fina de gasas, de la que «no podemos darte más», le advierten. Es material escaso. Detrás del chico dos auxiliares registran entre las cajas. «Aquí hay tiritas, aquí gasas pero de las pequeñitas», señala una. Y continúan la búsqueda por si se les ha escapado algún empaque. «El primer día usaba unas zapatillas viejas que me hicieron rozadura, aunque me ponía doble calcetín», dice el paciente, que prefiere no decir su nombre. «Vivo con mi abuelo, que sólo perdió el coche. No quería pedir botas».

A las puertas de la coordinación del hospital, que funciona como sala de espera también, llega un conductor de ambulancia. Pregunta: ¿está esperando el traslado a La Fe por una hernia? Los casos graves van al hospital valenciano. Antes, una mujer llegaba con una foto en el móvil. Se acercaba a una enfermera que acababa de asomarse a la entrada. Le enseña la pantalla. Es otra herida. Se la hizo una vecina «muy cabezota» que no quiere salir de casa.

Esos cortes pueden parecer poca cosa. Hasta que avanza una infección, propensa en medio de la insalubridad, con agua corriente que no es potable, lodo, materiales cortantes y óxido.

Ruptura mental

Pero hay otras heridas que se llevan dentro. «Quienes lo han perdido todo se rompen cuando empiezan a contarlo, con historias muy complicadas o negocios de toda la vida que ya no tienen», asegura María, psicóloga de Samu Sevilla, que sirve de voluntaria en el hospital de campaña con otros compañeros desde este viernes. «Por las cosas difíciles que han visto, hay niños con terrores nocturnos, personas mayores con miedo a salir de sus casas y resbalar con el barro. Se han sumido en la devastación».

La salud mental adquiere importancia con las horas. Los psicólogos voluntarios van puerta a puerta, ofreciendo sus corazones y oídos. En lo más hondo de la zona cero, Ana, con una grave afección renal y con las defensas tan bajas que no puede pisar la calle, recuerda a un amigo que murió con su esposa y madre en un ascensor. Agradece la ayuda de los médicos que tocan su timbre. «Si no fuera por esa gente...», y rompe a llorar. Luego dice: «pero no me han traído ninguna de mis medicinas. Yo no me curo con un paracetamol».

Por la voluntad

Los primeros días la urgencia se centraba en los heridos, cuenta una doctora. «Infecciones, problemas gastrointestinales y respiratorios», recuenta. Esos primeros momentos estuvieron desbordados. Había compañeros que estaban entre los damnificados, lo que empeoraba «una situación que nadie se espera».

Y llegaron los voluntarios. Una médico especializada en Anatomía Patológica aguarda a que le den instrucciones en su primer día. Esa tarde se han sumado tres doctores, a pesar de que la disponibilidad de los voluntarios comienza a flaquear, según una fuente interna. Valenciana, estuvo en los hospitales de campaña que hubo en parroquias de Massanassa y Benetúser, «haciendo lo que podía, cada día un sitio. Luego Picaña, La Torre...», afirma. «Se atendía más cuestiones de la hipertensión o curas. Había una desorganización brutal. Hoy mismo, tengo dos horas esperando a que me llamen».

El trabajo no escasea y el hospital de campaña no tiene fecha de cierre, desmiente una médico algunos rumores de una enfermera voluntaria que «trabajé allí unos días». «Estaremos mientras podamos atender bien a los pacientes», dice otra fuente.

Con turnos que «a veces es todo el día», los sanitarios se afanan en curar cuerpo y mente, y los pacientes le preguntan a la psicóloga María, cuando va de puerta en puerta: «¿cuándo voy a volver a la normalidad?».

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