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«El juego es un bicho que te controla»

«El juego es un bicho que te controla»

Mario, de 22 años, y Juan, de 37, relatan la ludopatía de la que se rehabilitan en el centro Aluesa de Fundación Adsis después de 6 y 18 años apostando. Aseguran que una vez que pruebas las apuestas ‘online’ se vuelve compulsivo y te «obliga a jugar día tras día»

Jueves, 1 de enero 1970

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Tenía 16 años cuando entró por primera vez en contacto con las apuestas deportivas. Fue con amigos. Un día, caminando por la calle, se topó con un local de apuestas online al que le dejaron entrar a pesar de ser menor de edad, aunque no apostar. Sin embargo, lo hizo un adulto por él, el propietario de sala de juegos. Este fue su primer guiño en este mundillo que lo atrapó durante casi cuatro años. Primero jugó un euro, luego dos... Ganaba dinero rápido invirtiendo poco. Con sus primeros 10 euros ganó casi 300, pero en vez de retirarlos siguió apostando. Llegó a ganar 7.000 euros que reinvirtió y perdió una vez más. Siempre mantuvo un nivel de gasto pequeño, pero «con el tiempo perdía más que ganaba». «La banca siempre gana», apostilla el joven.

Seis años después, Mario, nombre ficticio para proteger su privacidad, lamenta el momento en el que se dejó embaucar por «este bicho» que se lleva dentro y que «te obliga día tras día a jugar», en cualquier lugar con móvil u ordenador. Hoy cuenta con 22 años y lleva año y medio en rehabilitación en el centro Aluesa de la Fundación Adsis de la capital grancanaria.

Mario recuerda sus días de juego como una etapa de «amargura, remordimientos y conflictos con la familia que siente que pasa algo pero no saben qué». «Estás constantemente en una montaña rusa de sensaciones». «Cuando ganas, estás eufórico y cuando pierdes te hundes y se lo haces pasar fatal a tu entorno», especifica. Este joven apunta que sus apuestas eran «continuas; no podía vivir sin ellas. Mi cabeza solo estaba en eso y estaba todo el día buscando dinero para jugar».

A día hoy, tiene generada una deuda de casi 25.000 euros con varias páginas online de juego. Cuando fue «descubierto en casa», encontró apoyo en sus padres que decidieron llevarle a terapia, matiza. Su novia, a la que también hace referencia de manera especial, «fue y es hoy una figura clave en su rehabilitación», asegura Mario. En Aluesa fue diagnosticado de ludopatía, una adicción comportamental sin sustancia e incontrolable al juego.

En el camino Mario dejó muchos amigos, estudios y el deporte. Ha sufrido una recaída en el año y medio de terapia pero ahora es «feliz». Ha retomado su vida pero con «medidas restrictivas»: solo puede manejar cinco euros al día que debe justificar con recibos cada día o devolver dinero; evitar personas que jueguen, planificar el tiempo; cambiar las conductas...y se le vigila el móvil y el ordenador para evitar que retorne a «ese mundo oscuro» donde se perdió. Hoy, se siente orgulloso de sus logros, de retomar las riendas de su vida, pero sabe que «es una enfermedad» con la que va a tener que convivir toda la vida».

Muchos jóvenes canarios se enfrentan actualmente a una relación patológica con el juego. Cada uno de ellos podría reconocerse en la historia de Mario, en sus hábitos compulsivos que caracterizan su adicción. La cifra se desconoce porque es una enfermedad reciente que requiere de análisis. Según señala un estudio de la dirección de Infancia y Familia del Gobierno canario, el 10% de los adolescentes ha apostado en internet, el 80,9% de los hogares tiene acceso a la red y el 65% de los menores de 10 a 15 años tiene móvil.

La otra cara de la moneda de esta adicción comportamental sin sustancias es Juan, de 37 años, quien debutó con 18 años con la ruleta y las tragaperras. Empezó con apuestas de 20 a 50 euros algún fin de semana. Luego se pasó al póker en una sala que creó con sus amigos donde el «dinero quedaba en familia», pero ya invertía entre 500 y 600 euros. Más tarde, la apuesta online. Juan no quiere decir cuánto debe por el juego, solo matiza que han «sido muchos años jugando» hasta que hace cuatro meses acudió a Aluesa en busca de ayuda. «Intenté dejarlo varias veces pero no era capaz. Creía que lo podía controlar, pero me engañaba», dice. «El agujero de la deudas va creciendo y tu futuro se va ennegreciendo. Necesitas tu dosis de juego porque el bicho de la adicción te lleva en piloto automático», cuenta. «Ahora –aclara– aprecia más la vida y poder hablar con su familia del problema».

Con la rehabilitación se ha dado cuenta de la «peligrosidad de esta adicción», por eso cuando escucha a los jóvenes decir que juegan solo puede aconsejarles que «cuanto más lejos están de las apuesta y el juego, mejor vida van a tener».

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