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Las aulas de la enseñanza no universitaria de Canarias acogían el pasado curso a 1.598 estudiantes con altas capacidades, según los últimos datos publicados por la Consejería de Educación. Esa cifra solo representa el 0,6% del alumnado matriculado en los centros públicos y concertados de las islas. Sin embargo, se estima que entre el 4 y 6% de la población posee un coeficiente intelectual significativamente superior a la media. Las altas capacidades están «infradetectadas», asegura el psicólogo Juan Fernando Suárez Godoy, quien señala, además, la gran diferencia entre géneros. De los 1.598 alumnos con altas capacidades solo 584 eran mujeres, el 36,5%.
Uno de los retos del sistema educativo es la detección temprana para no perder talento. En Canarias «el cribado que tenemos es bastante bueno. Pero es cierto que hay que revisar los plazos y agilizar los protocolos de valoración. Se tarda hasta un año en ser valorado», asegura el director general de Ordenación, David Pablos González. Un problema añadido es que es un colectivo poco visibilizado en la escuela. «La gran mayoría de los casos no presenta problemas de rendimiento académico», pero es necesario, señala Pablos, «ayudarles a desarrollar todo su potencial».
Esa precisamente es una de las premisas de trabajo de Suárez. El psicólogo ofreció esta semana una charla a familias y docentes sobre lo que implican las altas capacidades pues es necesario «aprender a convivir, a acompañar y a entender» a este alumnado. El problema en la escuela es que buena parte del estudiantado con altas capacidades puede aburrirse o convertirse en «disruptivo» cuando, en realidad, solo es una llamada de atención, comenta.
Amanda
Amanda tiene 17 años y altas capacidades. Su talento es creativo y lingüístico, habla tres idiomas. «Tengo necesidad de crear» dice. Acaba de cambiar de centro pasando del sistema francés al español y ha notado la diferencia. «He tenido que buscar estímulos externos para poder seguir desarrollando ese talento», dice la joven. En el instituto «aprendes a sacar nota», pero «eso te limita», añade.
René
René confiesa ser uno de «esos que se aburren en clase» porque no se sentía motivado. Tiene talento matemático pero en el aula lo pasaba mal. Tras recibir ayuda comenzó a entender qué le ocurría. Estar con otros chicos y chicas como él también ayuda, asegura.
Álvaro
Álvaro, por su parte, es un talento lógico y artístico. «Yo tengo mi estímulo interior y aprendo haciendo mi propio sistema», dice. Es la fórmula que ha creado para no desmotivarse.
Almudena es maestra y madre de una chica y un chico con altas capacidades. El paso al instituto fue lo difícil. Su hijo tuvo problemas de salud mental. Para «ayudarle», recuerda entre lágrimas, en el centro le recomendaban diagnosticarlo de Asperger aunque no lo fuera. Esa impotencia hizo que lo cambiara de centro y optara, a su pesar, por uno privado. «Va feliz» al instituto.
Pero las familias no siempre lo aceptan. «Muchas veces, tristemente, en base a los mitos que hay sobre las altas capacidades, lo ven con miedo. Este curso vino un niño de 9 años y la madre me decía que le habían dicho que su hijo tenía un gran problema porque tiene sobredotación», dice el psicólogo.
Tener altas capacidades no significa que esa persona sea superdotada en todas las áreas. Incluso puede que un chico o chica con estas características saque «malas notas». En general, según coinciden familias y expertos, porque su creatividad o sensibilidad no se acompaña de un igual desarrollo emocional. «Siguen siendo niños y niñas», reconocen.
En esos términos se expresó otra madre con un hijo de 11 años de altas capacidades. En el centro le adaptaron el currículo, pero eso no es lo que necesitaba su hijo, asegura. «Lo que quiere aprender lo aprende él», afirma. Lo que necesitan es «acompañamiento» y especialmente «que les reten», apunta el psicólogo. También son la parte más olvidada en el aula. «Como tienen altas capacidades parece que no necesitan ayuda», lamenta otra maestra.
La gran diversidad en las aulas y las ratios aún altas dificulta que el alumnado tenga una atención más específica, reconocen. De ahí la importancia de estos encuentros, que comenzaron en septiembre. «El alumnado con altas capacidades y sus familias son las grandes olvidadas. Educación se ha centrado más en el alumnado necesidades especiales, en quienes tienen más dificultad, mientras que quienes tienen una capacidad mayor de la habitual no han recibido los mismos recursos. Es importante dar pasitos como este», dice el director general de Ordenación.
Normalmente en los centros se hace un «cribado» en Primaria para detectar las capacidades del alumnado. Y, años después, ya entre los 12 y 15 años, se vuelve a valorar. Los centros tienen dos opciones regladas para este alumnado, puede adelantarse un curso o adecuarle el currículo. Sin embargo las familias echan de menos el acompañamiento emocional que necesitan estos chicos y chicas. Y son ellas, especialmente, las que «disimulan» para no destacar.
«Mi hija tiene altas capacidades. Me dijeron: 'es una niña, con altas capacidades y guapa. Tienes un problema», confiesa una madre en la charla. «Queremos empezar a cambiar la tendencia . Vamos a diseñar un plan integral», asegura Pablos. Gracias a las actividades que organiza el psicólogo Amanda, René y Álvaro tienen un proyecto conjunto. «Yo solo les acompaño. Al final no es hablar de alta capacidad,Hay que creer en su talento y personalizarlo», concluye.
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