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«Lo primero que les pasa en el aula a los niños y niñas con dislexia si no están diagnosticados es que el aprender, el aprendizaje, se convierte en una pesadilla y piensan que el problema son ellos», asegura Araceli Salas, educadora infantil y psicomotricista terapéutica y fundadora de la Organización Internacional de Dislexia y Familia (Disfam). La experta participó este viernes en la reunión de la Comisión Nacional de Dislexia, en Lanzarote, a la que asisten representantes de ministerio y comunidades autónomas para ofrecer una respuesta coordinada a las personas con este trastorno de aprendizaje que afecta al 15% de la población y este sábado lo hará el simposio 'Dislexia y otras dificultades específicas del lenguaje', organizado por Disfam, y la Federación Española de Dislexia, en colaboración con la Consejería de Educación.
«La dislexia es un trastorno que, aunque se habla de ella es desconocido. Lo padecen niños y niñas inteligencia normal o por encima de la media. Cuando acceden al colegio a aprender pero no saben que la tienen comienzan los problemas. Es como tener a un niño o niña ciego en el aula y que no tenga Braille», señala la experta.
15% Es la estimación porcentual del número de personas de todas las edades que padecen dislexia.
Trastorno Aunque hay varias grados, la dislexia afecta al aprendizaje de la lectoescritura y es de carácter persistente.
Conciencia Araceli Salas, experta en el tema, demanda sensibilización social.
La dislexia «es un trastorno del aprendizaje de la lectoescritura, de carácter persistente y específico», se puede padecer en «diferentes grados» y algunos «pasan más desapercibidos y otros a lo mejor no se detecta hasta los 13, 14 o 15 años». De hecho, abunda Salas, «también hay muchos adultos sin diagnosticar». Pero en términos generales, una niña o un niño con dislexia «cuando tiene que leer no recuerda los sonidos de las letras. Tienen dificultades de memoria a corto plazo, en la planificación, en la organización y lateralidad y en el espacio tiempo», recuerda. Por eso el aprendizaje clásico les cuesta tanto.
«Son niños inteligentes que pueden destacar en diferentes materias, son curiosos», pero cuando no responden igual en otras áreas «normalmente se les etiqueta de vagos, que no se esfuerzan lo suficiente, que tienen baja motivación». Esto en realidad, les afecta emocionalmente, señala la experta. «No tienen respuesta a lo que están viviendo en el día a día en el aula».
Por suerte, advierte, «cada vez el profesorado está más concienciado porque si no el alumnado sufre». Según Salas, se le crea «un problema de autoestima. Empiezan a pensar que no sirven para nada. Si el 'feedback' que recibes en casa y el cole no es muy positivo hace que la vida diaria estés siempre fuera de la zona confort con secuela emocionales», lamenta. Y aunque se ha avanzado, «aún queda mucho por hacer». Quedan «muchos falsos mitos y falsas creencias. Se necesita muchísima concienciación y sensibilización a todos los niveles, en la sociedad, en la escuela, en el mundo labora, porque el niño y adolescente con dislexia será un adulto con dislexia».
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