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«Este es el colegio al que no pude ir de niña»

La educación de adultos está en pie de guerra. La nueva normativa canaria que limita a cuatro los años para cursar la Formación Básica Inicial amenaza la continuidad de parte de su alumnado, la mayoría mujeres mayores

Teresa Artiles

Teresa Artiles

Las Palmas de Gran Canaria

Sábado, 29 de enero 2022

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«Dejar de estudiar aquí me partiría por la mitad. Vivo sola, y aparte de aprender lo paso bien con las personas mayores, venir es un regalo». María del Pino Caballero reside en Moya, tiene 85 años y es alumna del Centro de Educación de Personas Adultas (CEPA) Las Palmas. Habla en un descanso de las clases a las que acude dos días a la semana para cursar Formación Básica Inicial (FBI), que corresponde en el sistema de adultos a Primaria en la enseñanza obligatoria.

Los CEPA de Canarias se han movilizado porque temen que el alumnado del perfil de María del Pino tenga que abandonar sus estudios si se aplica la nueva orden de la Consejería de Educación de organización de estos centros, cuyo mayor cambio es acotar a cuatro -cinco por decisión del equipo educativo- los años de permanencia en la Formación Básica Inicial, hasta ahora sin límite. El tiempo empezaría a contar a partir del próximo curso.

La normativa ha puesto en pie de guerra a docentes y alumnado, que ya han protestado en la calle, y ha recibido un contundente informe del Consejo Escolar de Canarias exigiendo a la Consejería que retire el polémico cambio por, a su juicio, contravenir el artículo 25 de la Ley Canaria de Educación, que hace hincapié «en la importancia del aprendizaje a lo largo de la vida y en el que se plantea la obligatoriedad de que las administraciones y el sistema educativo oferten aprendizajes flexibles que permitan a la población alcanzar al menos la formación de educación postobligatoria». También los sindicatos docentes de las islas exigen que se retire este límite de permanencia por incumplir la legislación canaria y por perjudicar «a un sector de población especialmente vulnerable».

Porque la orden, denuncian las y los responsables de los 31 CEPA de Canarias, amenaza con dejar fuera del sistema educativo en torno al 80% de quienes cursan la Formación Básica Inicial, que este año tiene 4.825 personas matriculadas en las islas divididas en 213 grupos, según los datos de la Consejería de Educación.

La maestra Esther Sánchez explica a María del Pino Caballero gramática, la 'g' y la 'j'. arcadio Suárez

El perfil del alumnado se corresponde sobre todo por personas mayores, la mayoría mujeres. Y para muchas de ellas aprender en estas aulas es estar en el colegio al que nunca fueron o tuvieron que abandonar de forma precipitada cuando eran niñas. «Tuve una niñez difícil, aprendí poco y ahora cuando me he hecho mayor he tenido la oportunidad de aprender lo que entonces no pude, la oportunidad de estudiar y aquí he aprendido muchísimo», explica Soledad Manzano González, de 83 años y compañera de clase de María del Rosario.

También el Consejo Escolar incide en este aspecto en su informe: «Entre el alumnado de FBI destacan por su número las mujeres, grupo que corresponde a personas a las que las vicisitudes de la vida dificultaron su acceso y permanencia en el sistema educativo de su época y en no pocos casos el CEPA es el único lugar que tienen para desarrollarse a sí mismas».

¿Y por qué este cambio que afecta a un alumnado tan vulnerable? Según la consejera de Educación del Gobierno canario, Manuela Armas, «algo no está funcionando» en la Formación Básica Inicial y se hacía necesario actuar. «No parece razonable que una persona repita once, diez veces, porque el objetivo es preparar a este alumnado para que puedan graduarse en la ESO, y lo razonable es preguntarse qué está fallando, si la metodología, el perfil del alumnado, las horas impartidas, si hacen faltan más apoyos psicopedagógicos...», señala.

Más allá de titular

Sin embargo, los y las responsables de los CEPA de Canarias inciden en que no todo en la enseñanza es titular y menos en el caso de la Formación Básica Inicial por las características especiales de sus estudiantes. «Nuestro alumnado no necesita ser atendido por los servicios sociales de un ayuntamiento, lo que necesita es tiempo para realizar sus estudios, una formación continua en la que el objetivo no es titular, y nosotros tenemos un proyecto formativo adecuado a sus necesidades», señala el director del CEPA Las Palmas, José Tacoronte.

Lo mismo recalca el Consejo Escolar, al señalar que «la educación no consiste solo en obtener un grado o una certificación, importantes para muchos ciudadanos sin duda, sino en alcanzar una serie de objetivos personales, formativos y sociales». Y en el caso de las personas mayores hace hincapié en que no presentan las mismas curvas de aprendizaje que los jóvenes, con un declive paulatino de las capacidades para adquirir conocimientos y competencias y para mantenerlas.

«Esta lucha por garantizar la capacidad cognitiva es la esencia de la educación de adultos mayores y esto explica también la permanencia de este alumnado año tras año en los CEPA, fiel a horarios y actividades que le permiten no olvidar, sentirse activo y útil», destaca el informe.

Pero la consejera Armas entiende que la FBI «no es una formación para toda la vida, es una formación concreta». «A lo mejor a este alumnado hay que darle otro tipo de alternativa, pero ya no sería una formación inicial con el objetivo de graduarse».

La movilización de los CEPA ha llevado a la Consejería a abrir una mesa de trabajo para analizar la situación de esta etapa con los responsables de los centros, que reprochan a Educación no haberlo hecho antes de aprobar la polémica orden.

Armas afirma que está abierta a modificar la normativa si después del análisis que prevé llevar a cabo con las direcciones de los CEPA se llega a esa conclusión. «No es un tema sencillo y hay que analizar con profundidad qué está fallando. Al final la orden ha sido más un revulsivo que otra cosa y tenemos cinco años para encontrar soluciones para los distintos perfiles de alumnado, yo creo que el próximo ya tendremos una solución definitiva y una vez hecho el análisis si nos hemos equivocado al acotarlo a cuatro años lo miramos, no pasa nada», añade.

La Consejería ha pedido un estudio del perfil del alumnado de Formación Básica Inicial a las direcciones de estos centros. En el caso del CEPA Las Palmas, de sus 163 matrículas en el nivel 1 de la FBI -equivale a los tres primeros cursos de primaria- el 72,4% son mujeres, porcentaje que se eleva al 84,7% en el nivel 2. Por edad del alumnado, el 47,2% tiene más de 71 años y el 48,6% entre 51 y 70.

José Tacoronte deja claro el objetivo de los directores y directoras de los CEPA de las islas, donde 118 docentes del cuerpo de maestros imparten clase en la FBI. «Es una orden muy restrictiva, una de las más restrictivas de todo el Estado español, y exigimos su retirada, en especial la del punto donde se limita los cursos que se puede estar en la formación básica inicial, ya que en función de nuestro alumnado resultaría muy dificultoso que en este tiempo puedan alcanzar los niveles competenciales necesarios para que avancen», explica.

Además, ve imprescindible que «la orden sea pactada y consensuada con las direcciones de los centros, con los agentes que intervienen en la educación de adultos que son los que verdaderamente tienen conocimiento del alumnado y sus características».

Y la Consejería, aunque se muestra abierta a hacerlo, sí insiste en que hay que actuar ante repeticiones de diez «o hasta catorce años» en esta etapa. «No es razonable que en algunos casos un aula de 40 alumnos no tenga ni un solo aprobado, año tras año. Nosotros no vamos a mirar para otro lado porque nuestra intención es ayudar a ese alumnado y no podemos estar año tras año en algo que no avanza, teniendo claro que no vamos a dejar a nadie desamparado, pero tenemos que hacer una revisión como lo hacemos con el resto de las enseñanzas, estamos hablando de recursos públicos», sostiene Armas.

«Nos da vida»

Mientras el futuro de la orden se dirimirá en esas mesas de trabajo entre los CEPA y la Consejería, en la clase de María del Rosario y Soledad solo tienen claro que quieren seguir con sus estudios sin que les digan cuánto tiempo tienen para hacerlo, ir a su ritmo. Es martes y su maestra, Esther Sánchez, les habla del Nobel de la Paz Martin Luther King y luego resuelve dudas sobre la 'g' y la 'j'. «Además de aprender, esto les supone socialización, tener la mente activa», dice la docente.

Y según Ángel Rodríguez, el único hombre en la clase y de 75 años, cursar estas enseñanzas también le da vida: «Creo que no tenerlo me quitaría muchos años, cada mañana es una motivación saber que voy a ir a clase, estamos aprendiendo y ejercitando la memoria. Para quienes no pudimos estudiar porque tuvimos que trabajar esta es una gran oportunidad». Irene Peña Santana, de 83 años, insiste en el mismo argumento. «Venir aquí es aprender lo que no pudimos hacer en la niñez, aprendemos a leer, a escribir, es un encuentro social, nos da vida», dice.

El descanso entre clase y clase acaba y antes de volver a sus tareas Soledad Manzano resume la importancia de lo que estudia destacando que les impulsa a «trabajar las neuronas». Y lo quiere seguir haciendo: «Tengo la ilusión de seguir aprendiendo cada día».

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