«Me dijeron que me pusiera las pilas, que estaba en una casa de prostitución»
El caso de María es similar al de la mujer que trajeron de Colombia para prostituirla en Gran Canaria y que la policía destapó este lunes
María -nombre ficticio- llegó de Colombia a Gran Canaria creyendo que iba a trabajar como camarera. Confió en una conocida, una mujer de 60 años, que le ofreció la posibilidad de un futuro mejor. «Dejé a mis hijos, el trabajo que tenía, que, aunque no ganaba mucho era un trabajo, y vine ilusionada», confiesa. Pero al llegar «la realidad» era otra. «Me dijeron que me pusiera las pilas que estaba en una casa de prostitución».
El caso de María no es aislado. Ella es una de las miles de mujeres que cada año caen en las redes proxenetas de explotación sexual. Este pasado lunes la Policía auxilió a otra mujer, también colombiana, a la que trajeron a Gran Canaria bajo engaño y la obligaron a prostituirse en la calle Molino de Viento y la semana pasada otras 16 mujeres, de nacionalidad rumana, fueron liberadas en Arona y Adeje víctimas de otra organización criminal.
María no sospechó del engaño. Ella misma se pagó el billete de avión para venir, y viajó con la mujer que urdió la trama. «Yo estaba feliz y cuando vi que nos iba a buscar el marido al aeropuerto más».
No tenía papeles y la intimidaban con la deportación y con la policía, que la meterían en la cárcel. Los «clientes» empezaron a escasear en ese piso y María terminó en Molino de Viento. Allí fue mucho peor. «La primera vez allí estuve con un hombre que dejaba mucho dinero desde las 11 de la noche hasta las 12 del día siguiente. Estuve muy enferma», recuerda.
«Me dijeron que allí hay que trabajar muy duro, que hay que pagar el alquiler porque me quedaba a dormir en una habitación y que había reglas. Tu cobrabas cierta cantidad y la casa se queda con otra cierta cantidad y que, con los clientes, 'los locos' como los llaman, que dejan mucho dinero tienes que drogarte con ellos».
Ser extranjera y no tener ninguna red familiar o de apoyo impide en muchas ocasiones pedir ayuda. «Hay rumanas, africanas, venezolanas, colombiana, es triste», asegura María. En el ambiente hay «mucha coca», asegura, y, de hecho, algunas de las mujeres prostituidas se enganchan a las drogas: «Hay muchas niñas perdidas».
«Algunos pagaban muchísimo, 1.000 euros por media hora si te lo dejas hacer sin condón» o 500 por una felación sin preservativo. Otros directamente lo rompen, con lo que siempre «tienes miedo», afirma.
Hoy María ya no está en prostitución gracias al programa Daniela de la Congregación Oblatas. Su «proceso», explica, ha sido «bueno» y ahora tiene ganas de trabajar ellas y «devolverle un poco» lo que la han ayudado.
María es «una víctima clara de trata», asegura la formadora del programa Daniela, Begoña Vera, quien denuncia que no se están haciendo evaluaciones a las mujeres migrantes que llegan en patera para determinar si son víctimas de explotación sexual. «El 80% de las mujeres en prostitución en España, donde más puteros hay por metro cuadrado, están en esta situación. Sabemos que la mayoría de las mujeres subsaharianas son víctimas de trata», abunda. Por eso también reclama la ley de trata, «es urgente» para luchar contra la «indefensión» que sufren incluso las víctimas que denuncian por lo que se tarda en el proceso de reconocimiento».