Muchas veces hemos escuchado la historia de John Muir y el presidente Roosevelt en esa mítica exclusión a Yosemite que cambió la historia de EEUU, en una época donde la fiebre del oro y las fuerzas por conquistar y construir ferrocarriles eran parte de los motores de la economía americana en el siglo XIX.
Muir y Yosemite abrieron los ojos y el corazón del Presidente hasta tal punto que, por primera vez en su vida, fue consciente de la necesidad de proteger y respetar la naturaleza en lugares como aquél, salvándolos ante la intervención de la sociedad moderna de la época, pero con el firme propósito de salvaguardar esos territorios para el beneficio y disfrute de todas las generaciones venideras.
Yosemite cambió al Presidente y John le hizo comprender que amar la naturaleza, con sus piedras, su agua, con su fauna y su flora es amarnos a nosotros mismos, en el más puro amor que pueden experimentar los seres humanos. Una verdadera comunión con el excepcional planeta en que vivimos. De esta forma dieron un paso más, que se sumaba al logro del Presidente Ulysses S. Grant cuando, en 1872, promulgó el primer parque nacional en Yellowstone para ser un país pionero y avanzado a su tiempo, que reconocía, respetaba y amaba su naturaleza.
Desde el día 14 de diciembre de 2021, cuando por fin vislumbramos que ese era el último día de lava ardiente en La Palma, después de que ha transcurrido un año y medio, me consta el rechazo de los gobernantes locales y autonómicos y de la población insular que ha crecido como una gigantesca ola y que están provocando la destrucción y el daño irreparable de partes únicas de este volcán.
La Ciencia, una vez finalizada la erupción, también tiene que estar al servicio de las personas para conservar y proteger las zonas más valiosas de este volcán.
Lo primero de todo, por su valor científico, pues este volcán es un laboratorio natural en el que tenemos que seguir aprendiendo y tomando datos que permitan avanzar el conocimiento, para estar mejor preparados para las futuras erupciones que ocurrirán en esta isla, que también nos servirán para aplicar la ciencia en otras zonas volcánicas del mundo.
Lo segundo, porque preservando las zonas más valiosas del volcán como están, sin que haya intervenciones humanas destructivas, nos permitirá disfrutar de la naturaleza, tener un eje para la reconstrucción en la isla a través del geoturismo de calidad y, aunque les suene a filosófico, poder ser una sociedad avanzada a la altura del siglo XXI.
Al igual que a nadie se le ocurriría derribar una catedral o matar voluntariamente a una especie en extinción o aniquilar la selva amazónica, no podemos 'destruir' lo mejor del volcán porque si esto ocurre, si destrozamos las partes más valiosas, las perderemos irremediablemente para siempre.
Los científicos después de un trabajo exhaustivo, con las tecnologías a nuestro alcance en las diferentes disciplinas involucradas en la emergencia, además hemos identificado cuáles son las partes más valiosas de este volcán y, de entre todas ellas, sabiendo las necesidades de la población del Valle para la recuperación, hemos sido muy estrictos con la propuesta de protección de los espacios más valiosos.
Se ha restringido las zonas a proteger sólo a aquellas más representativas de este fenómeno volcánico, seleccionando los elementos que son únicos en La Palma, en Canarias y, algunos de ellos, a nivel mundial.
Realizada esta selección, siempre con criterios científicos, es cuando el Gobierno de Canarias tiene la competencia para declarar las zonas que han de ser preservadas como bien común y para las generaciones futuras. Acorde con la legislación en vigor en materia de protección de la naturaleza en España y en Canarias, como son la Ley 42/2007 del Patrimonio Natural y la Biodiversidad y la Ley 4/2017 del Suelo y de los Espacios Naturales Protegidos de Canarias, respectivamente; en el Decreto Ley que se está elaborando 'lo mejor de este volcán', las zonas de mayor valor científico pasarán a tener la categoría de suelo de 'protección cautelar' como paso previo para reconocer que es un patrimonio de todos.
Reconocer y proteger las partes más valiosas del volcán supone un ejercicio nuevo que tiene que hacer el Gobierno de Canarias y que debe compatibilizar con la ubicación de las nuevas bolsas de suelo, los servicios e infraestructuras nuevas y con la implantación de las parcelas agrícolas.
La nueva ordenación afecta a un 'nuevo territorio volcánico' donde nada es igual y donde sus propietarios han sido directamente afectados por esta erupción.
Superar la fase de duelo después de una erupción como la de 2021, con el impacto socioeconómico que ha supuesto y recuperar el Valle de Aridane, debe pasar por reconocer y asumir que en la isla de La Palma hay que convivir con los volcanes. Con los que ya están y sobre todo para afrontar las erupciones que ocurran en el futuro.
Este volcán que no es ni bueno, ni malo, ni malvado, ni maligno es tan sólo un proceso de la naturaleza y de la dinámica de nuestro planeta, que se ha originado por la misma tectónica de placas que hizo surgir estas afortunadas islas del fondo del Atlántico a golpe de terremotos y erupciones, cuando a los humanos aún nos quedaba mucho tiempo para aparecer en este planeta.
El pasado material e inmaterial para las personas afectadas no volverá nunca tal como era, por mucho volcán que hagamos desaparecer a fuerza de sorribar y de palas.
En estos tiempos convulsos, aún en fase de emergencia, de grandes cambios, de importantes decisiones, de los egos, en la época del 'yo, lo mío y ahora', y ante la tentación de querer volver a tener una isla como era antes del volcán, soy consciente de que no hemos avanzado nada de nada. Hay zonas del volcán que nunca serán protegidas. Es peor aún, cada día que pasa por la presión de los lobbies afectados, por el desconocimiento del nuevo territorio que ha generado el volcán; por no querer mirarle de frente, lo mejor de este volcán se está destruyendo y ya se ha perdido para siempre.
Este volcán, incluso desde que surgió, también ha impuesto un cambio en la oferta turística de la isla que hay que aprovechar. Todos los visitantes que vienen a La Palma quieren ver el 'Volcán', quieren tener la experiencia de estar en este lugar único.
No hay nada más que preguntar al sector, en cada hotel, en cada restaurante, en cada apartamento turístico, para saber que este hecho es cierto. Sin embargo, cuando llegue el momento de hacer infraestructuras turísticas de calidad en torno a la erupción y que estas actividades de verdad reporten beneficios económicos y ambientales a la isla; las administraciones locales y regionales se darán cuenta de que gran parte de los elementos volcánicos que estaban destinados para el geoturismo ya están alterados y han perdido la calidad original.
Se habrá perdido la oportunidad de tener uno de los mejores destinos mundiales y nacionales en torno al turismo de volcanes. Tener una ordenación del volcán para el uso turístico de calidad, no se engañen, pasa por proteger y crear infraestructuras nuevas.
Cuando corre el reloj en contra hasta que se publique el Decreto Ley 'de recuperación de la situación de normalidad residencial' en la isla, me gustaría que nos escucharan todas las personas involucradas, sobre todo a los que tienen que tomar las decisiones finales para la nueva ordenación del Valle.
Este 'Volcán' también es parte de la naturaleza, es parte de la evolución geológica de La Palma y, sobre todo, ya es parte de la Historia y del futuro de las personas de la isla. Sólo pido una última oportunidad antes de que sea demasiado tarde.
Estas letras son una llamada al auxilio de las personas que aman su tierra. Es necesario que los afectados y los gobernantes miren al volcán con el corazón abierto, sin prejuicios, sin darle adjetivos que sólo nos corresponden a los humanos y que reconozcan la parte de la naturaleza que ahora tienen para enseñar al mundo entero una lección de vida.
Poniendo las necesidades de los afectados por delante de todo, es necesario que escuchen, reconozcan y sepan apreciar que hay partes de este volcán que son únicas, que ahora son suyas y que protegerlas, como ya hicieron otros pioneros en otras partes del mundo hace más de cien años, será otro de los motores de la isla. Salvar lo mejor de este volcán también es el más grande acto de amor a la naturaleza y a su isla.
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