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168 especies han desaparecido de las zonas costeras de la Macaronesia, región que engloba a los archipiélagos de Canarias, Azores, Madeira y Cabo Verde. De estas, 13 corresponden a extinciones globales, es decir, que se han dado en todo el mundo, mientras que 155 a locales y regionales, lo que significa que muchas especies han desaparecido de algunas islas, aunque aún sobrevivan en otros territorios.
Así se desprende de un estudio sobre extinción de plantas en la Macaronesia, elaborado por el Instituto de Productos Naturales y Agrobiología del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (IPNA-CSIC), en colaboración con científicos de Portugal, Alemania, Bélgica y otras instituciones españolas, y publicado en la revista 'Global Change Biology'.
El equipo de investigadores destaca la existencia de un punto caliente de extinción reciente en la costa, que se formó a partir de los años 60, época de desarrollo urbanístico y del despegue del turismo.
Raúl Orihuela-Rivero, uno de los investigadores del IPNA-CSIC y de los autores del artículo, incide en que «las tasas de extinción en Macaronesia superan a las naturales en un orden de magnitud inédito», lo que indica «un fuerte impacto de la actividad humana ligado al origen volcánico de esta región».
De acuerdo con el estudio, existen diferentes factores que incrementan el riesgo de extinción. Uno de ellos es la presencia de mamíferos herbívoros invasores, otro el crecimiento de la población humana y la antigüedad de las islas.
También influyen algunas características de las propias especies, que las hacen más propensas a la extinción. Es el caso de las plantas endémicas de un archipiélago, leñosas, polinizadas por vertebrados y despersadas por animales (zoocoria), o las que son capaces de fijar nitrógeno.
Ante este escenario, Jairo Patiño, también investigador del IPNA-CSIC y coautor principal del trabajo, reseña que la existencia de regiones calientes en zonas costeras «subraya la necesidad de llevar a cabo una revisión en profundidad del modelo económico actual, no solamente desde el punto de vista de la conservación de su biodiversidad, sino también de la calidad de vida de la propia ciudadanía».
Los investigadores advierten, así, de que es imprescindible reforzar la protección a las especies más vulnerables y mejorar el monitoreo de la flora nativa, por ejemplo, actualizando las listas rojas insulares o estableciendo programas de conservación específicos para especies en riesgo.
Por otro lado, solicitan reducir el impacto del turismo masivo y fomentar uno sostenible, así como regular el acceso a zonas sensibles y fortalecer la protección de hábitats costeros y de montaña.
Otra herramienta efectiva para restaurar ecosistemas propuesta por el estudio es la reintroducción de especies desaparecidas e, incluso, en algunos casos, plantear la posibilidad de «desextinguir» plantas globalmente desaparecidas mediante el uso de material conservado en herbarios.
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