Esta nueva mirada permitirá, explica el científico, «mapear la población de objetos que sabemos que hay» en esa zona y prevenir que la Tierra sufra un impacto de uno de ellos o, al menos, alertar a la región en la que va a impactar si fuera necesario.
Licandro recuerda el caso de la ciudad de Cheliábinsk, en Siberia, en Rusia, en 2013. «Hubo una caída de un objeto que causó más de 1.800 personas heridas por los cristales rotos, techos derruidos.... Fue un asteroide de 15 metros y no se detectó porque venia en la dirección del Sol. Y también sabemos de al menos otro que cayó al mar pero se captó la onda sísmica que genera al entrar en la atmósfera».
Alerta temprana para prevenir las consecuencias del impacto de un asteriode
El investigador señala que «los asteroides son objetos que entran a hipervelocidad», es decir, añade, que va «varias veces más rápido que la velocidad del sonido». Además, generan «una onda de choque, lo que causa una especie de explosión bastante importante». Teniendo todo esto en cuenta lo que se pretende, abunda, es «crear un instrumento que nos permita ver esa parte del cielo y detectar los asteroides lo antes posible porque, dependiendo del tamaño del objeto, por ejemplo como el de Cheliábinsk, con una alerta de días antes se hubiera evitado ese número tan elevado de personas heridas», asegura.
En ese caso, relata Javier Licandro, «la gente vio una estela gigantesca como si fuera un misil y se arrimó a las ventanas para ver qué estaba pasando. La onda sónica viaja más lento que la luz. Es como en una tormenta, primero se ven los relámpagos, la luz, y después se escuchan los truenos. La onda de impacto es sónica mientras que el efecto lo ves antes porque es la luz. La gente se acercó a las ventanas y estallaron los cristales o estaban debajo de un techo no tan resistente. Si se emite una alerta por un asteroide, dependiendo del tipo que sea y de la zona, se puede preparar una acción en pocos días para minimizar el daño. Incluso en una ciudad no muy grande se podría evacuar a la población. Una detección de dos semanas antes ayudaría muchísimo a protección civil. En el caso de Cheliábinsk se podría haber dicho que abrieran las ventanas para evitar que estallaran los cristales».
«No es solo un proyecto de defensa, estamos hablando de entender el origen y evolución nuestro sistema solar»
Javier Licandro
Científico del Instituto de Astrofísica de Canarias
Un asteroide de unos 10 metros de diámetro, como una guagua, «puede generar un fenómeno como el de Rusia», pero algunos tienen «decenas de metros». Licandro recuerda otro que cayó también en Siberia, en Tunguska, a principios del siglo XX. «Fue brutal. Arrasó más de 2.000 hectáreas. Hubiera provocado un desastre descomunal si cae en una zona poblada», advierte.
Se estima que eventos como este solo tienen lugar «uno cada milenio», dice el científico. Pero objetos más grandes son potencialmente muy peligrosos. «Uno de 140 metros de diámetro, algo más de un campo de fútbol, puede provocar un desastre a nivel global y si nos vamos al kilómetro de diámetro se puede generar una extinción masiva. El que acabó con los dinosaurios y otras especies fue de 40 kilómetros de diámetro», explica.
«No es puramente un proyecto de defensa»
Pero además de esa misión de «defensa planetaria» este proyecto tiene «un interés científico para entender cómo evolucionó nuestro sistema solar. No es puramente un proyecto de defensa, estamos hablando de entender el origen y evolución nuestro sistema solar. Siempre estamos aprendiendo un poco más. Sabemos que el planeta Tierra se creó en un ambiente extremadamente seco, no debería tener tanta agua ni debería haber tenido tantos compuestos orgánicos y sabemos que los asteroides y cometas han chocado contra la Tierra aportando agua y moléculas orgánicas complejas. Estamos hablando del origen de la vida. Es de un interés astrobiológico muy importante. El germen de la vida vino del espacio», añade.
La misión estará en marcha en 2030
Está previsto que la misión esté en pleno rendimiento en 2030, aunque los plazos dependen del desarrollo tecnológico, explica el científico. Se van a utilizar cámaras térmicas para detectar los asteroides pues estos emiten «mucha radiación en esas longitudes de onda», lo cual los hace «visibles». Al detectar el calor emitido por los asteroides, abunda el experto, no solo se pueden descubrir sino que se podrá estimar su volumen, lo que es vital para estimar os posibles efectos de una colisión con la Tierra. El lanzamiento del telescopio, que se situará entre el Sol y la Tierra, se llevará a cabo, previsiblemente, a través de un cohete Ariene 6-2.
Javier Licandro señala que en Estados Unidos se está llevando a cabo una misión «similar» aunque no tan cerca del Sol como la europea. Y, aunque «la misión se parece en instrumentación la estrategia es completamente distinta», afirma.
Siete años de vida útil
El telescopio espacial que se utilizará en esta misión, según informó el IAC en una nota de prensa tras la reunión del SAG en su sede a finales de febrero, está diseñado para que esté en funcionamiento siete años, siendo posible extender su misión otros cinco años. Además, recuerda el IAC, su puesta en funcionamiento «traerá consigo beneficios en otras áreas, como puede ser el mapeado de todo el polvo de la zona eclíptica del Sol, y la caracterización de la población de asteroides y cometas que orbitan en las proximidades del Sol».
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