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La fuerza y el tamaño del calamar gigante han inspirado multitud de leyendas avivadas por la tradición oral.
Conocido como 'kraken' en la mitología nórdica, el monstruo marino era capaz de hundir barcos con sus poderosos tentáculos, en incluso atacó al 'Nautilus' durante las 'Veinte mil leguas de viaje submarino' de Julio Verne.
Sin embargo, en Canarias el calamar gigante es una realidad tangible. De hecho, desde 1994 se ha rescatado en aguas del archipiélago medio centenar de ejemplares muertos y, gracias a la ciencia, la pátina de misterio que envuelve a estas criaturas va desapareciendo poco a poco.
Este jueves, investigadores del Instituto Español de Oceanografía (IEO-CSIC) y de la Universidad de Vigo dieron un paso más para comprender la vida del calamar gigante del Atlántico (Architeuthis dux) realizando en el Centro de Oceanografía de Canarias una necropsia a un ejemplar de este animal marino recuperado el pasado mes de octubre al suroeste de Tenerife.
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Javier Darriba
«Solo se han filmado vivos dos veces, en Japón y en Estados Unidos. Queda mucho por saber de ellos; dónde viven exactamente, su ciclo vital, de qué se alimentan...», explica la bióloga marina Catalina Perales-Raya tras inspeccionar detenidamente el cuerpo inerte del calamar gigante fallecido, probablemente, por la mordida de un cetáceo. El objetivo, caracterizar al animal y tomar muestras de órganos y tejidos para estudiarlos y obtener información, incluso genética.
El ejemplar, de 67 kilos de peso y una longitud total de 2,6 metros, podría tratarse de una hembra. «El calamar no está completo, tiene una mordida en la parte posterior. Se le podían ver las dentadas», indica Perales-Raya, sobre unas marcas que analizarán para comprobar si fueron producidas por un calderón.
Pese a que no tenía gónadas, a través de la observación de las glándulas nidamentales se intuye que se trata de una hembra «que no estaba totalmente madura».
Tampoco se sabe exactamente la edad del animal. Sin embargo, el estudio detenido del pico, que se encontraba intacto, podrá dar pistas de este aspecto.
En todo caso, Perales-Raya subraya que un estudio previo de los picos de otros diez ejemplares determinó, a través de la observación de su número de anillos, que «lo más probable es que la edad máxima de estos animales sea de unos tres años».
Sin embargo, apunta que no se ha determinado con exactitud el tiempo de vida que se puede asignar a cada anillo del pico, ya que estos animales «no se pueden tener en cautividad», señala la investigadora que realizó la necropsia junto al investigador postdoctoral de la Universidad de Vigo, Alejandro Escánez, que trabaja en el Centro de Ciencias do Mar e do Ambiente en Madeira (MARE-Madeira), en Portugal.
Además, en la intervención se tomaron muestras del manto, zonas de vísceras, de la bolsa de tinta -que estaba intacta- y de las ventosas. «Del hepatopáncreas se puede obtener información genética y el estudio de los isótopos revelará las características de las aguas en las que se ha desarrollado», comenta la bióloga que está a punto de publicar un artículo sobre la abundancia de avistamientos de este tipo de cefalópodos en el canal situado entre Tenerife y La Gomera.
«Tenemos registros de 47 ejemplares localizados desde 1994. Más o menos se encuentran dos calamares gigantes al año. Eso es bastante en comparación con otros puntos calientes del planeta», adelanta sobre la investigación realizada con Escánez que pretende llamar la atención de la comunidad científica especializada en el estudio de esta especie. «Canarias puede aportar información a la comunidad científica que se desconoce», recalca Perales-Raya.
La mayoría de los ejemplares encontrados, salvo tres o cuatro, se localizaron al suroeste de Tenerife. «Parece que los calamares gigantes son habituales en los cañones submarinos y ahí hay uno de más de 1.000 metros de profundidad», apunta la científica.
Además, los cadáveres encontrados presentan siempre una mordida en la parte posterior, posiblemente porque también en esta zona hay una población estable de calderones, apunta la bióloga marina.
Lo cierto es que se desconoce si estos ataques se producen en vida o cuando ya los calamares están muertos. «En este caso, siendo una hembra en periodo de pospuesta, puede que no se trate de una muerte natural y haya recibido la mordida en vida», comenta sobre el ejemplar analizado que volverá a ser congelado en las cámaras frigoríficas del Centro de Oceanografía de Canarias con la intención de conservarlo para, en el futuro, exhibirlo en una tanqueta.
Allí, si el plan prospera, su ojo de 14 centímetros de diámetro será inspeccionado por los visitantes más curiosos.
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