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Hace solo tres semanas el Ministerio para la Transición Ecológica incluyó la población canaria de angelotes, también conocidos como tiburones ángel o por su nombre científico, Squatina squatinaen, en el Catálogo Español de Especies Amenazadas. Antes podía encontrarse en toda la costa atlántica de Europa y de África, incluyendo el Mediterráneo y el Mar Negro, pero ahora solo sobrevive en las aguas del archipiélago, por lo que Canarias es «el último bastión donde poder verlos de forma habitual», recordó ayer el coordinador del proyecto Acusquat de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC), José Juan Castro. Pero, pese a que la población canaria y la turista convive con estos tiburones en las playas poco se sabe científicamente de estos singulares escualos. Para aprender más de ellos y contribuir así a salvarlos se puso en marcha el proyecto Acusquat con el que se pretendía marcar a diez de estos especímenes permitiendo seguirlos y estudiarlos.
Este viernes Castro presentó las primeras conclusiones de la investigación sobre esta especie en peligro crítico de extinción y objeto en, muchas ocasiones, de la pesca furtiva. Acude a las playas «resguardadas» de las islas de Gran Canaria, Tenerife, Fuerteventura y Lanzarote principalmente en dos épocas del año: en invierno, para aparearse, y en junio y julio, momento en que playas como Las Teresitas, afirmó Castro, puede llegar un centenar de crías para refugiarse.
Fuera de estas dos épocas «no sabemos dónde están», reconoció ayer Castro, que espera poder continuar con el estudio.
Acusquat se planteó marcar a diez de estos especímenes para seguirlos y comprender su comportamiento. Se acotó una zona de playas al sur de Gran Canaria: Anfi del Mar, Mogán, Pasito Blanco, Pata la Vaca. En total unas 300 hectáreas. Lograron marcar a 15 tiburones, 11 hembras y 4 machos, gracias a un proceso también «novedoso» pues no requirió sacarlos del agua. Un equipo de cuatro buceadores, con una especie de malla, inmovilizaba a los angelotes en el fondo del mar –donde suelen pasar el tiempo camuflados con la arena– mientras otro buceador procedía a ponerle o bien una pulsera o un piercing que a partir de los seis meses se desprende y no les deja marca. «Se hace en pocos minutos», explicó Castro.
Ahora los investigadores reclaman «un plan de gestión» para estas «zonas críticas» para «compatibilizar» el uso humano de las playas con la supervivencia de los angelotes.
«No son animales agresivos. Solo se reviran si los pisas», comentó Castro, y, en cualquier caso, solo se sufrirá una pequeña mordedura. Lo importante, añadió el investigador, es no importunarlos, no tirarles de la cola, cuestiones de sentido común. Además de controlar la pesca de esta especie. «Las autoridades locales deben comprender la importancia de los angelotes», señaló en científico, que añadió que «muchos buceadores» del norte de Europa vienen a las islas porque este es el último refugio de estos singulares tiburones.
«Habría que dar información, hacer cartelería para explicar en qué período están en la playa, hacer unas recomendaciones básicas, es cuestión de educación», añadió Castro. D e esta forma tanto la población isleña como la foránea podría tomar conciencia. «Y establecer un protocolo de actuación para cuando se detecta un amplio número de especies, como con las agua vivas», añadió el científico.
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