Minerva Alonso, consejera de Industria y Comercio del Cabildo, cree que su historia, contada en primera persona, puede ayudar. Ha pasado lo peor. Es más, si todo sale bien, se plantea reincorporarse a finales de noviembre o principios de diciembre. Se siente muy viva, aunque sabe que ya no es la misma. Ahora se ve mejor.
-¿Cómo se encuentra?
-Bien, pero tengo efectos secundarios de los tratamientos, que son duros. Pero cada día me encuentro mucho mejor, físicamente, y también psicológicamente, porque esta enfermedad tiene un impacto emocional muy fuerte.
-¿Cómo supo que algo iba mal?
-Siempre me he autoexplorado, porque mi abuela murió de esta enfermedad, y mi madre en 2018 pasó por ella, y está viva, con sus revisiones. Antes de la ducha, me exploré y al estirarme noté que en la mama derecha la piel se me fue hacia adentro. Automáticamente pensé: 'Esto no es normal'. Al siguiente día me fui al médico, me hice una ecografía privada y estaba ahí, estaba escondido. Era pequeñito, pero era cabroncete, bastante malo. Por eso hay que mirarse, ir a las revisiones médicas. Las mujeres debemos ser más sensibles, aunque no tengamos la enfermedad.
-Pero al final recurrió al sistema sanitario público. ¿Se sintió bien atendida?
-Siempre. No tengo queja. Tras saber que lo tenía, me fui a mi centro de salud y se activó un protocolo medido, profesional, todo es muy rápido. Luego vino la operación. En mi caso fue una tumorectomía. Me quitaron solo un tumor. Fue todo rapidísimo. Tengo la autoridad de la experiencia, tanto con mi madre como conmigo, para decir que tenemos el mejor servicio canario de salud en cuanto a pacientes oncológicos. Y no solo por la rapidez y profesionalidad, sino por la humanidad, en los gestos, en las sonrisas, en los abrazos y hasta en los chistes. Es una enfermedad muy dura y esa calidez te ayuda. Yo misma me derrumbé ante el anestesista. Acababa de salir del impacto emocional de lo de mi madre, de esa dureza de tratamiento, de verla tirada, y de repente me tocó a mí. Por eso quiero aprovechar esta oportunidad para decir que en este camino que es duro, y duele, pero que es un camino a la vida, nos acompañan muchos profesionales extraordinarios y muy humanos.
«Menos rosa y más investigación. Se ha avanzado mucho, pero se puede hacer bastante más»
-¿Y la sociedad? ¿Se porta con la misma empatía?
-Yo empaticé mucho con mi madre. Cuando le diagnosticaron la enfermedad, le dije: 'mamá, a partir de ahora somos un equipo. Las dos. Vamos a tirar con todo el dolor'. Pero es verdad, esta enfermedad tiene estigmas sociales y hay que acabar con ellos. Fuera con los estigmas. Uno de ellos es la muerte. Está muy arraigado en la sociedad. Cuando te dicen tienes cáncer, noté como si tuviera la muerte al oído, respirándome. Es así. Tanto es así que tras estos 7 u 8 meses tengo un concepto de la muerte diferente. Le tengo incluso menos miedo. Lo primero que pensé fue en mi hijo, claro. Todos los que pasamos por esto nos cagamos de miedo, pero tenemos que vivir el proceso y trabajarnos a nosotros mismos, y pensar que la muerte forma parte de la vida, que te puede venir con el cáncer, pero también cruzando la carretera, con un ictus o un infarto... Tenemos que aprender a relativizar. Y pensar que hemos de vivir el día a día,...
-Habla del miedo a la muerte, pero también lo hay al cáncer, que tiende a esconderse...
-Ese es otro estigma que hay que vencer, la tendencia a ocultar la enfermedad. Hay que contar lo feo, lo que se esconde, y es que el cáncer duele. Hay mujeres que te dicen: 'si te pones la peluca y no se te nota, pues mejor'. O que se niegan a nombrar la enfermedad, y eso es malísimo, para las personas que lo tenemos y para las que están sanas, que seguirán asociando la enfermedad con la muerte. Pero, dicho eso, hay mucho de luz frente a toda esa oscuridad: la valentía de las mujeres, que transmiten amor a la vida y a sus familias, o el aprendizaje que una se lleva en la mochila de aprender a vivir el presente y de olvidar el pasado.
-Usted halló ese camino, pero a lo mejor no lo logran todas. ¿Hay ayuda en el sistema público para afrontar así la enfermedad?
-Sí hay servicios de psicología en el hospital, y tú accedes a ellos de forma voluntaria. A mí me lo ofreció mi propia oncóloga, que sabía que había acabado de pasar lo de mi madre. Y luego también dan esa prestación en las asociaciones, tanto la canaria, como la española. Hay atención social, médica, psicológica... Hay ayudas.
-Y usted, ¿qué le diría a las mujeres sobre esta enfermedad?
-A las mujeres sanas, que nos ayuden a sensibilizar y que se autobserven. A las que acaban de enfermar me gustaría transmitirles fuerza. Yo voy a por la vida, comiéndole la vida, estoy en una situación muy buena y que dentro de lo malo, para lo que también hay que permitirse llorar, no hay que perder esta oportunidad. Y a las que no lo lograron, que sirvan de altavoz. Hay muchas cosas buenas en esta enfermedad. No todo es malo.
-¿Por ejemplo? ¿Es mejor ahora que antes?
-Yo creo que sí. Soy mejor madre, mejor compañera de mi pareja, mejor hija y mejor hermana. Una valora las cosas de otra manera. Cuando el desconfinamiento y la desescalada, salí a caminar y me mojé los pies en la arena, lloré. Lo estaba disfrutando. Te olvidas del pasado: 'aquello que me dijo', 'me falló', eso se borra. No importa. No interesa. Y por el futuro no te preocupas. Para qué proyectar algo si, es inevitable, tú no sabes lo que va a ocurrir. Te dedicas a tomar las decisiones en el aquí y ahora. A veces tiene que pasar una situaciones difíciles para darse cuenta de que la vida es otra cosa. El único que ha descrito tan bien esta enfermedad ha sido Pau Donés. Y eso que estoy segura de que mentía un poco, y que me perdone: decía que hay que vivir sin miedo, pero el miedo siempre existe, siempre está. Otra cosa es que decidas que sea tu compañero de viaje y te limite.
-Ahora que ha vivido la enfermedad, ¿cree que ha de seguir existiendo un día del cáncer?
-A ver, yo era de las que hablaba de la lucha rosa, pero después de lo vivido con mi madre y conmigo misma, me doy cuenta de que esto no es tan rosa. Está muy bien que se conmemore, que esté en la calle. Es un día que se habla de datos, de cifras de incidencia y de muertes, se habla de la importancia de la detección precoz, pero no se habla de cosas más importantes. Creo que hay que contar las historias, para que la gente sepa lo que es, para que haya toma de conciencia. Y que no solo se hable en octubre, sino todo el año. Y que se investigue más. Menos rosa y más investigación. Y eso que se ha avanzado mucho, pero se puede hacer bastante más. El covid-19 es una prueba. Se han inyectado millones de euros para hallar cuanto antes una vacuna. Queda por hacer. Hablo del cáncer en general, no solo del de mama. Hay que hacer un mayor esfuerzo.
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