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Cómo afrontar un cólico nefrítico

La presencia de uno o varios cálculos o piedras en las vías que conducen la orina hasta su expulsión suele ser la causa principal por la que se desarrolla un cólico nefrítico. De hecho, esta patología, conocida como litiasis urinaria, es la responsable en el 90% de los casos, explica el doctor Juan Muro, especialista en Urología del Hospital Perpetuo Socorro.

Canarias7 Saludablelas Palmas de Gran Canaria

Domingo, 12 de mayo 2019, 08:00

Se estima que hasta un 15% de la población sufrirá a lo largo de su vida un cólico nefrítico, que suele resultar recurrente aproximadamente en la mitad de los casos. Po ello se trata de una urgencia frecuente, de hecho la tercera patología urológica más habitual tras las infecciones urinarias y el cáncer, y se caracteriza por un dolor muy intenso que no remite.

«Al dolor agudo en la zona lumbar del lado afectado y que puede irradiarse al abdomen, ingle e incluso área genital, pueden acompañarlo náuseas, vómitos, palidez y sudoración. Además es posible que presente continuo deseo de orinar y un intenso escozor al hacerlo si es debido a un cálculo situado cerca de la vejiga por verse complicado por una infección de orina o aparición de sangre», detalla el doctor Juan Muro Hechavarría, especialista en Urología de Hospital Perpetuo Socorro.

Y es que la presencia de uno o varios cálculos o piedras en el riñón, uréteres, vejiga o uretra, o lo que es lo mismo, en las vías que conducen la orina hasta su expulsión suele ser la causa principal por la que se desarrolla un cólico nefrítico. De hecho esta patología, conocida como litiasis urinaria, es la responsable en el 90% de los casos.

Otras causas de cólico nefrítico las constituyen alteraciones de la vía urinaria como tumores, síndrome de la unión pieloureteral, atonía ureteral por pielonefritis, neoplasias uroteliales o necrosis papilar. También puede producirse debido a obstrucciones provocadas por otras enfermedades ya sean ginecológicas, intestinales, retroperineales, vasculares, hematológicas e incluso producto de complicaciones tras una cirugía. La apendicitis, diverticulitis o enfermedad de Crohn se sitúan entre las más conocidas.

Es precisamente la obstrucción, ya sea parcial o total, del flujo urinario por cualquiera de las posibles causas de un cólico nefrítico, una complicación que aumenta el riesgo de padecer infecciones urinarias o provoca el deterioro de los riñones. Un deterioro que puede llegar a la destrucción de este órgano en los casos más graves, provocando la necesidad de diálisis. Ese bloqueo desencadena a su vez un dolor lumbar aún más intenso al dilatarse la pelvis renal y el uréter.

En cualquiera de estos casos, la prioridad para el manejo inicial del cólico nefrítico es conseguir un rápido y adecuado control del dolor en su fase aguda antes de cualquier otra consideración.

Volviendo a los cálculos, la principal causa de cólicos renales, su tamaño no supone una diferencia en la intensidad del dolor que pueden provocar. De hecho, no es extraño que las piedras más grandes duelan menos al ser menor o incluso ninguna su movilidad. Sí varía sin embargo su tratamiento.

Por ello, y en primer lugar, ante el cólico nefrítico debe controlarse el dolor y confirmarse el diagnóstico mediante exploración física, clínica y algunas pruebas como análisis de orina, radiografía de abdomen y ecografías renal y vesical que permitan además determinar su causa. Si se debe a la presencia de cálculos, origen prevalente de esta afección, también será posible con estas pruebas y eventualmente un TAC, determinar la localización, tamaño, composición, número de piedras y complicaciones que pueda estar generando.

Y es que el cólico nefrítico en estos casos desaparece con la eliminación del cálculo/s que lo provoca. Por ello es importante saber la situación, su amplitud y si es obstructivo para determinar en términos generales si es posible que se expulsen de forma espontánea, lo que suele ocurrir en el 70% de los casos. Esta eliminación a través de la orina es frecuente si los cálculos no superan los siete milímetros de diámetro y suele producirse en el mes posterior al inicio de los síntomas.

Esta es la razón por la que «en estos casos lo más recomendable es limitar el tratamiento a paliar los síntomas mientras se realiza un control ante posibles obstrucciones. Analgésicos, antieméticos para los vómitos y protección gástrica suelen ser las prescripciones, acompañados de medicamentos que colaboran a la expulsión y aplicación local de calor, que puede colaborar a minimizar el sufrimiento que conlleva. Aunque si aun así no remite el dolor o la obstrucción es severa puede ser preciso un catéter ureteral doble J o una nefrostomía. Si se observan dificultades y se superan los dos meses sin que desaparezcan es momento de adoptar tratamientos activos como en los cálculos de mayor tamaño», relata el doctor Muro.

En cualquier caso, tanto para prevenir su aparición como posibles recurrencias, lo cierto es que existen una serie de medidas que se pueden adoptar. Entre las mismas es de gran importancia mantener una buena hidratación, con un consumo suficiente de agua según las necesidades que indique el propio organismo y que colaborará a arrastrar las sustancias más sólidas que acompañan a la orina antes de que aumenten su tamaño; reducir el consumo de sal; mantener un estilo de vida activo evitando el sedentarismo y no retener nunca la micción.

Respecto a la alimentación se aconseja seguir una dieta variada y equilibrada, con moderación de las proteínas animales y sin exceso de productos lácteos, lo que no significa en absoluto su eliminación, ya que el sobrante de calcio se expulsa con la orina, concluye el especialista en Urología de Hospital Perpetuo Socorro.

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