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Rosa Rodríguez y Santa Cruz de Tenerife
Lunes, 10 de diciembre 2018, 10:37
Uno de los grandes desafíos de la humanidad es cómo alimentar a los 10.000 millones de habitantes que se prevé tenga la Tierra en 2050, pero, además, hacerlo sin contaminar, sin producir emisiones de efecto invernadero y, en definitiva, sin esquilmar aún más el planeta. Y en ese desafío el Instituto de Oceanografía y Cambio Global de la ULPGC va a colaborar con Centro Helmholtz de Investigación Oceánica Geomar (Kiel, Alemania), uno de los centros líderes en investigación marina en Europa.
El equipo liderado por el profesor del centro alemán de investigación, Ulf Riebesell, ya está en Gran Canaria para llevar a cabo un experimento pionero con el que se pretende demostrar que los conocidos como desiertos oceánicos, carentes de nutrientes, pueden ser productivos. «Generar proteínas animal [pescado] sin consumo de agua, sin emisiones de CO2 a la atmósfera y sin el uso de fertilizantes químicos da una alternativa alimenticia a la población que tenemos que explorar», sostiene Ulf Riebesell, consciente, sin embargo que, de lograrse, llevarlo a gran escala requerirá de nueva legislación internacional que supere las posibles restricciones impuestas por las normativas de cada país.
El experimento, explica Riebesell, consiste en inducir la fertilización del mar elevando de manera artificial aguas profundas ricas en nutrientes hasta los niveles superficiales, pobres en esos nutrientes. El objetivo principal del proyecto, denominado, es «aumentar la producción biológica en áreas oceánicas subtropicales sin apenas biomasa», es decir, favorecer la producción de peces allí donde ahora o no existe o se ha agotado.
Con el apoyo logístico de la Plataforma Oceánica de Canarias (Plocan) y la colaboración científica del grupo que lidera el catedrático de Ecología de la ULPGC, Javier Arístegui, ya están colocados frente a la costa de Telde los mesocosmos (tubos de ensayo «gigantes») en los que se llevarán a cabo los ensayos preliminares sobre la forma de fertilizar de modo más eficiente el océano.
Con este experimento, explicó Riebesell, se busca tener «una evidencia científica del tratamiento más eficiente de transferir los nutrientes y fertilizar de manera artificial el océano, induciendo la biomasa en zonas pesqueras agotadas o poco productivas, como alternativa a la acuicultura». El test definitivo, previo a lanzarlo «a gran escala», se llevará a cabo en el Domo de Guinea, donde se elevará agua rica en nutrientes desde unos 100 metros de profundidad hasta la superficie.
Una parte «muy importante» de las pruebas que se están desarrollando frente a Taliarte es la tecnología con la que se simularán los afloramientos naturales que provocan los remolinos oceánicos del sur de Canarias.
El afloramiento forzado de aguas profundas se podría utilizar, además, explica Riebesell, para producir energía renovable o como mecanismo para el almacenamiento de dióxido de carbono (CO2) en el océano, «aunque ese no es el objetivo del experimento», que sí analizará «cualquier efecto colateral» de esta simulación en tanto que cambiará el funcionamiento de los ecosistemas oceánicos y modificará los flujos de nutrientes. Uno de esos efectos puede ser el desarrollo de algas tóxicas o el desprendimiento de algún gas de efecto invernadero, explica Javier Arístegui, que avisa no obstante de que «cualquier riesgo asociado se va a monitorizar» durante estas pruebas.
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