Patrimonio Mundial en plena evolución
Tal día como hoy, pero de hace 10 años, Canarias estaba de celebración. Aquel 28 de junio de 2007 se recibía la noticia de la inclusión del Teide por parte de la Unesco en la lista de Patrimonio Mundial como bien natural. En esta década, la gestión del Parque Nacional ha cambiado dos veces de manos y ahora también se plantean nuevos usos.
Rosa Rodríguez y Santa Cruz de Tenerife
Miércoles, 28 de junio 2017, 10:00
Hace ahora una década y después de casi otra anterior de intenso trabajo, el Teide lograba que la Organización de la ONU para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) lo incluyera en la lista de bienes Patrimonio de la Mundial. Ha sido el último ejemplo de estructura volcánica al que Unesco ha otorgado este galardón y eso lo sabía la delegación canaria que estaba en Christchurch (Nueva Zelanda).
El estratovolcán del Teide-Pico Viejo tiene la cumbre más elevada de España, con 3.718 metros sobre el nivel del mar, pero esta estructura volcánica se alza a 7.500 metros por encima del fondo del océano, y calcula que es la tercera del mundo por su altura. El paisaje, que continuamente modifica las condiciones atmosféricas, el mar de nubes y el ser «la viva muestra de los procesos geológicos subyacentes a la evolución de las islas oceánicas» le valieron aquel galardón que una década después sigue manteniendo intactos.
Sin embargo, en estos 10 años ha habido otras cosas que han cambiado para el Teide. Entonces el Parque Nacional que lo protege desde el año 1954 estaba gestionado por el Estado a través de Organismo Autónomo Parques Nacionales. En aquel 2007 ya se estaba en proceso de traspaso de la gestión a las comunidades autónomas, pero no fue hasta el 1 de enero de 2010 cuando Canarias asumió la gestión del Teide y de los otros tres parques del archipiélago (Timanfaya, Garajonay y la Caldera de Taburiente). Y aún iba a haber otro cambio: en febrero de 2016 el Gobierno de Canarias y el Cabildo de Tenerife rubricaban la delegación de funciones en materia de gestión y conservación del Parque Nacional del Teide, asumida de facto el 1 de enero de ese año.
La inversión en estos años para el Teide se ha mantenido bajo mínimos, en parte por la crisis, en parte porque los fondos que llegan del Estado para los parque no son finalistas y, por tanto, muchos recursos no llegan a su destino. Esta situación ha llevado al Cabildo de Tenerife a plantear nuevos usos y a un cambio en la gestión del parque motivado, no solo por la encorsetada financiación, sino porque cada año son más los visitantes que tiene el Teide. En 2010 fue el parque nacional más visitado de Europa y el segundo del mundo. En 2016 fueron al Teide 4,5 millones de visitantes.
La inversión en estos años para el Teide se ha mantenido bajo mínimos, en parte por la crisis, en parte porque los fondos que llegan del Estado para los parque no son finalistas y, por tanto, muchos recursos no llegan a su destino. Esta situación ha llevado al Cabildo de Tenerife a plantear nuevos usos y a un cambio en la gestión del parque motivado, no solo por la encorsetada financiación, sino porque cada año son más los visitantes que tiene el Teide. En 2010 fue el parque nacional más visitado de Europa y el segundo del mundo. En 2016 fueron al Teide 4,5 millones de visitantes.
El mensaje que lanzan desde el Cabildo de Tenerife quiere ser inequívoco: «No se va a cobrar por ir al Parque Nacional del Teide». Sin embargo, desde el mismo día que el presidente del Cabildo, Carlos Alonso, firmó la asunción de la gestión del Teide, el 3 de febrero de 2016, avisó de que iban a trabajar para cobrar a los visitantes «los servicios que generen valor a la visita». Tampoco se planteaba entonces cobrar a los residentes.
La necesidad de regular la afluencia de 4,5 millones de turistas cada año y la demanda de más y mejores servicios llevó a a principios de este mes, al presidente insular, Carlos Alonso, a presentar una propuesta de gestión, que ha estadio abierta a la participación ciudadana hasta el día 15. Aún no han trascendido los resultados, pero planteaba no cobrar por el acceso, pero sí por aparcar y por servicios como las rutas guiadas. Todo lo que se ingrese, aseguran, revertirá en el propio parque.