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Alberto Artiles Castellano y Agaete-Artenara
Jueves, 1 de enero 1970
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Casi una década después de cerrarse al público, el campamento situado en el área recreativa de Tamadaba presenta una imagen decadente. Las instalaciones lúdicas y deportivas en el corazón del parque natural, Reserva de la Biosfera por la Unesco, están en un estado ruinoso sin remedio a corto plazo.
Incluso se ha tenido que parchear la valla perimetral para evitar el acceso a los usuarios de la zona de acampada y los visitantes. Una valla que sigue siendo endeble y con agujeros que facilitan al acceso para cualquiera que se atreva a adentrarse en el lugar. Las instalaciones, que en su día fueron un reclamo para jóvenes y amantes de la naturaleza, languidecen sin que el Cabildo de Gran Canaria, propietario y responsable de la edificación, impulse el plan para su reapertura.
Junto a la zona de acampada al aire libre, que depende del área de Medio Ambiente y presenta un buen estado de conservación, los edificios del campamento están abandonados desde hace casi una década, afeando un entorno de gran valor paisajístico y natural. Es más, recientemente se procedió a la inauguración del mirador de Llanos de la Mimbre, a escasos metros del lugar, que ofrece una de las mejores perspectivas del norte de Gran Canaria con impresionantes vistas a La Aldea, Agaete y el Teide en Tenerife. La zona del campamento depende del área de Juventud de la institución insular y, a pesar de su atractivo reclamo como oferta para el turismo deportivo o rural, nada se ha hecho en los últimos años para recuperar sus instalaciones.
Los edificios están abandonados, con los techos caídos, y las puertas y ventanas rotas tras actos vandálicos. Las canchas deportivas lucen una imagen apocalíptica, con el material por los suelos y la pinocha amontonada por los guardas del lugar; mientras que la piscina, en la que se forman grandes charcos cuando llueve, ya no podrá utilizarse más al quedar inutilizada. Las edificaciones de madera, que hacían la labor de refugio, tuvieron que ser desmontadas después de que la lluvia y la humedad las inutilizase sin ningún mantenimiento. Mientras que los edificios de servicio, como la cocina o los baños, han sido desmantelados y la maquinaria no es recuperable después de años sin uso y a la intemperie.
A pesar de que la corporación insular ha planteado diferentes alternativas para recuperar la zona del campamento, el lugar sigue mostrando una imagen tétrica en mitad de uno de los pinares mejor conservados de Canarias y justo a la entrada de la zona de la acampada. Los turistas y locales que visitan el lugar se encuentran irremediablemente con lo que parece un pueblo fantasma que en su día, hace más de diez años, suponía una de las alternativas de ocio en la naturaleza más importantes de la isla.
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