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Transformismo en la Semana Santa gomera

Transformismo en la Semana Santa gomera

El templo de La Asunción, iglesia matriz de La Gomera, alberga un auténtico museo sacro, pero hasta los años 50 no tuvo imágenes alusivas a la Pasión salvo un Cristo del siglo XVIII. Así y todo, los vecinos no renunciaron por ello a celebrar la Semana Santa y acomodaban otros santos a la liturgia que, para esas fechas, dictaban las Sagradas Escrituras.

Rosa Rodríguez y Santa Cruz de Tenerife

Jueves, 1 de enero 1970

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La llegada del cura Manuel Yánez a la iglesia de La Asunción de San Sebastián de La Gomera marcó un antes y un después en el devenir de la parroquia, sobre todo en la celebración de la Semana Santa. Con él y con la compra de prácticamente todas las imágenes necesarias para llevar a cabo un Vía Crucis se puso fin a una tradición que, si bien podía ser poco ortodoxa, estaba muy arraigada en el pueblo.

La celebración de la Pasión y las consabidas liturgias marcadas por el calendario de las Sagradas Escrituras se extendía por todos los rincones de La Gomera y, como no, era un momento de gran relevancia en la capital. Sin embargo, «la precariedad de la iglesia matriz», que, salvo las primeras tallas llegadas a la isla tras la Conquista, «apenas tenía imágenes alusivas a la Semana Santa», hizo que los feligreses acababan «transformando a las imágenes que había», explica el historiador Manuel Lino Armas.

Y así, por ejemplo, a la virgen del Carmen se la revestía para convertirla, un día, en la Verónica y, al otro, se la ataviaba como la Dolorosa para, acomodada con distintos ropajes y demás símbolos, salir en procesión el día de Pasión que correspondía.

Lo mismo sucedía con el Cristo que en la actualidad, situado bajo el coro de la iglesia de La Asunción, solo se venera como Cristo Yacente. A este Cristo -una imagen del siglo XVIII que tanto es un crucificado como un yacente, porque los brazos están hechos con piel de animal y son articulados-, «se le hacía pasar primero por el de la Oración en el Huerto, luego por el Señor de la Cañita y por último por el Señor de la Pasión», relata Armas.

El cura Manuel Yánez y su inmensa fortuna familiar pusieron fin a la época de penurias de La Asunción. Entre 1948 y 1958 el párroco adquirió para la parroquia un Señor de la Burrita, «que lo sacaba en la procesión de los niños, el Domingo de Ramos, un Señor de la Oración en el Huerto, que salía el Lunes Santo, un Señor atado a la columna para el Martes Santo y un Señor con la Cruz a cuestas para el Miércoles Santo». El jueves Santo, salía en procesión el Crucificado y el Viernes Santo, en la procesión Magna, se unían a todas ellas otras dos nuevas: San Juan y la Dolorosa, además del Sepulcro -con el Cristo Yacente-, cuenta Manuel Lino Armas en su trabajo literario Historias y leyendas de San Sebastián.

Pasos y costumbres

Las nuevas imágenes dieron prestancia a la Semana Santa villera y también algún problemilla, como el excesivo peso de los pasos del Señor de la Burrita y el de la Oración en el Huerto lo que obligaba a que solo salieran «si los cargadores más fornidos, los parientes de los Herrera (los católicos) del Molinito, iba a la procesión», cuenta Manuel Lino Armas. Otra costumbre perdida es que, como no se podían tocar las campanas, desde el Jueves Santo al Sábado de Gloria, los sacristanes, «para avisar a los oficios, recorrían las calles haciendo sonar una matraca». Más curioso resulta, si cabe, como se representaba el pasaje del anuncio de la muerte de Jesucristo durante el Sermón de las Siete Palabras: tirando desde el coro, escaleras a bajo y con las luces apagadas, unas bola de hierro que «hacían un ruido aterrador». Eran algunas de las balas de los cañones con los que en 1743 las milicias gomeras se enfrentaron a la flota inglesa de Charles Windham.

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