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La presidenta duerme en el campo de fútbol

La presidenta duerme en el campo de fútbol

Loli Chirino vive en el local social de su club, la UD Jinámar, desde hace tres años. Se siente sola. «A mis años parece que no tengo derecho a vivir». Con todo, con ese dolor a cuestas, pelea por su equipo.

Jueves, 1 de enero 1970

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Esto es muy duro, hay noches en que me he bebido las lágrimas. No quiero estar así, y menos aún que la gente lo sepa». Loli Chirino vive junto a su hijo en el campo de fútbol donde juega el equipo que preside, la UD Jinámar. No tiene casa. Hace tres años que duerme en el Pedro Miranda, el mismo que le sirve de campo de entrenamiento para sus chicos del juvenil, la única categoría que conserva el club. Las paredes de su vida son las del local social. Comparte su amargura con una cantina ya sin uso, «porque no daba nada», con un ventanal inmenso con vistas al césped y con un solitario televisor en la pared.

El deporte salva vidas, y en Jinámar no es solo una frase manida. Es real, tan real como que la UD Jinámar no solo rescata a los jóvenes de la calle, a sus jugadores, sino también a su presidenta y a su entrenador, que es su hijo. Un simple club de barrio, que se las ve y se las desea para salir cada semana a competir, ha dado a Loli lo que le ha negado el Estado del Bienestar del que presume España. Un techo para dormir. Y algo de dignidad. «Por lo menos no estoy quedándome debajo de un puente, aunque ni siquiera tenga donde ducharme». Se asea en casa de una amiga.

Loli, de padre isletero y taxista, y madre satauteña, nació en el Sáhara, pero en 1975 la Marcha Verde trajo a su familia de vuelta a España, a La Angostura. Allí vivió hasta los 10 años, cuando a su madre le dieron piso en Jinámar. Aquí se casó y aquí tuvo a su hijo. Residía justo enfrente de donde hoy es su casa, en Eucaliptos I, pero tras separarse se quedó en la calle. El anterior presidente del club, Pepe Santos, que la conocía porque desde 2004 estaba vinculada al equipo, le dio cobijo en las instalaciones. Ya murió, el 25 de diciembre de 2016. Y fue ella la que cogió el testigo.

«Te puedo decir que me he sentido sola, muy sola, porque vas a pedir ayuda y lo primero que te dicen es que no tengo cargas familiares», se lamenta en voz alta. «¿Qué pasa entonces? ¿que con 49 años ya no tengo derecho a vivir?». Y se confiesa amargamente decepcionada con el Ayuntamiento y con la alcaldesa, Carmen Hernández. «Le pedí cita hace tres años y todavía estoy esperando, no sé si es que perdieron mi nombre, pero ella sabe quién soy, sabía de mis circunstancias cuando se presentó a las elecciones y sus palabras fueron: no te preocupes, que te ayudaremos. Hasta ahora».

Vive de la ayuda de su hermano, su cuñado y un grupo de amigos. No percibe ningún ingreso. ¿Su último contrato? Hace tres años, seis meses de peón general en un convenio de empleo para parados. Un año estuvo cobrando la RAI. Nada más. Y Servicios Sociales le garantiza una ayuda de alimentos al mes. «A mí me da vergüenza, no puedo estar dependiendo de que la gente me dé comida, yo soy una mujer luchadora», subraya segura de sí misma.

Por eso, por esa capacidad de lucha de la que habla, puede entenderse que, a pesar de tamaña cruz a cuestas, saque fuerzas para pelear por la supervivencia de su club, el más antiguo de Jinámar, de 1975. El único momento en que se vino abajo durante la entrevista fue cuando admitió que lo que le quitaba el sueño ahora era que no tenía para pagar los 54 euros que costaba el árbitro que les pitaría el próximo partido en casa. «No tenemos apenas ayudas y muchos padres no pueden pagar los 15 euros al mes que pedimos de cuota. ¿Qué les dices a los niños, que no pueden jugar?». Ya deben tres arbitrajes. Al cuarto les dejan fuera de la competición, pero al final pagaron.

Lo hace por sus jugadores, pero admite que también por ella misma. «Un año no pude sacar equipo y me dijeron en Deportes, o lo sacas o tienes que dejar las instalaciones». Pero Loli no piensa rendirse. El club tampoco. Ya tiene un reto marcado para la próxima temporada. Quiere ampliar a las dos categorías más pequeñas. A falta de las instituciones, el deporte seguirá salvando vidas.

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