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Fundidas a negro por puro vandalismo

Fundidas a negro por puro vandalismo

Las salas del multicines de Arnao ya cayeron también en el agujero de la zona cero. Sobrevivieron al primer asalto de los vándalos, en mayo pasado, pero han sucumbido al segundo. Están desmantelándolas poco a poco. Mientras se acerca la destrucción del edificio, Ayuntamiento y concesionaria buscan una salida negociada

Jueves, 1 de enero 1970

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Era cuestión de tiempo. Se habían librado hasta ahora, pero las siete salas de cine de Arnao han sucumbido al vandalismo y a la desidia, y hoy ya son carne de mercado negro y de trapicheos. El edificio comercial del multicines estaba y está destrozado, pero las salas, ubicadas en el sótano, se hallaban a salvo. Ya no. Los amigos de lo ajeno han asaltado sus dobles puertas de acceso y han procedido a desmantelarlas poco a poco. Donde antes hubo magia, la magia del cine, hoy solo hay destrucción, decadencia y miseria, la de una ciudad que no termina de despertar de una pesadilla y que ve caer por este pozo de abandono parte de sus sueños de futuro.

La zona cero de Los Llanos de San Gregorio ya se está tragando lo único que quedaba en pie de aquel ansiado proyecto de hacer de este trozo de Arnao un pulmón cultural de Gran Canaria. El palacio-teatro con la mayor caja escénica de Canarias y con capacidad para 1.600 espectadores lleva años convertido en un gran palomar y en refugio de okupas y jóvenes por mal camino. El aparcamiento para 1.000 plazas de coches ha pasado a ser un esqueleto de hierros y bloque que solo acumula basura y excrementos de animales y personas. La plaza central hace años que sirve a la ciudad como garaje improvisado. Y el edificio del multicines, el único de aquel castillo de naipes que llegó a terminarse y a abrir, ha sido reutilizado como un gigantesco saco de boxeo para vándalos, un campo de pruebas impune para sus desvaríos. El caso es que, no se sabe muy bien por qué, habían respetado las salas de cine. Ya no. Las pantallas están hechas jirones. Y no queda ni una sola butaca.

Siete años cerrado.

Mientras la empresa concesionaria pudo, el edificio, que lleva cerrado desde 2011, estuvo a salvo. Cada vez que lo asaltaban, la empresa, pese a que sufría y sufre una delicada situación económica, denunciaba y reforzaba los accesos. Confiaba en un pronto arreglo con el Ayuntamiento para el traspaso formal del edificio, que es y ha de pasar a patrimonio público porque se hizo sobre suelo municipal y a instancias de un concurso que promovió el gobierno local. Ese acuerdo llegó en 2015, y aunque el ejecutivo municipal lo anuló una semana después, la empresa entendió que el edificio ya no era su responsabilidad. Es más, Alfonso Melo, portavoz de la entidad, subraya que el deterioro se ha producido de 2015 para acá. «No me extraña. Al Ayuntamiento nunca le importó. Es más, antes incluso del acuerdo, el propio consistorio empezó a desmantelármelo; sin mi permiso se llevaron para otro sitio de Telde 8 farolas del exterior que nos costaron entre 10.000 y 12.000 euros».

En mayo se supo que los vándalos estaban haciendo de las suyas en el edificio. Alguien taponó la entrada. Pero han vuelto a las andadas. Habilitaron otro acceso. Cuando acaben, se habrán llevado lo único que le quedaba de valor a este inmueble, símbolo de la decadencia de la ciudad que puso ser y no fue.

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