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La moda que viste despacio

La moda que viste despacio

Cinco ejemplos para comprender el fenómeno de las prendas éticas, un eslabón más en el cambio de las tendencias de consumo hacia un modelo más sostenible

Rocío Mendoza

Jueves, 1 de enero 1970

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No toda la moda está cortada por el mismo patrón. En una sociedad donde se ha impuesto el modelo ‘consume mucha ropa, hazlo rápido, deséchala pronto y vuelve a empezar’ existe un reducto de empresarios, todos pequeños y la mayoría jóvenes, que empiezan a empujar con su otra forma de hacer las cosas. Son pocos, pero no cobardes. Con las ideas muy claras, y la prioridad puesta en el compromiso social, invitan al consumidor a vestirse de otra forma: más despacio, menos contaminante. En suma, más sostenible. Le llaman moda ética y su objetivo no solo se limita al cuidado medioambiental, sino al de todas las personas implicadas en la cadena de producción.

El sector es pequeño, pero crece tanto en producción como interés. El informe State Fashion 2020 revela que «el número de productos realizados con materiales sostenibles para el mercado masivo se había duplicado en los dos últimos años», señalan desde la plataforma de Formación Slow Fashion Next.

No todos cumplen

Las marcas que cumplen con todos los estándares no son muchas. En la Asociación Española de Moda Sostenible están reconocidas como tales una veintena, señala la diseñadora Elena de Frutos, miembro de la junta directiva. Emprendedores como Ignasi Eiriz, creador de la plataforma Ethical Time, un escaparate donde encontrar prendas éticas, calculan que puede haber unas 200. «Ahora bien –avisa– no todas las marcas que dicen ser de moda sostenible lo son. Por nuestra experiencia, solo cumplen 1 de cada 4. La mayoría tienen una colección con materiales reciclados o parte del tejido de los productos es orgánico, pero muchas no tienen control sobre las condiciones laborales y el impacto medioambiental de las empresa sigue siendo muy grande».

María Cano, fundadora de la marca de bolsos veganos Canussa, reinvindica la visión de sosteniblidad 360º que debe tener un producto para poder se considerado ético. «Es verdad que hay más interés, pero hay cierta confusión. No solo se trata de utilizar un producto ecológico, o como en mi caso, que no emplee animales. También hay que controlar la producción para que las condiciones de la mano de obra sean dignas», explica.

Proveedores y productores locales

Contra esto, la apuesta de todas las marcas consultadas son los proveedores locales. «El ‘hecho en España’ es garantía porque contamos con buenísimos artesanos», defiende Cano. En estas marcas, el compromiso llega hasta el embalaje, que debe respetar el Medio Ambiente, o las tiendas donde distribuyen sus productos. Ya sean físicas u ‘on line’, deben estar alineadas con la ideología no explotación de ningún tipo.

Esto último, el mensaje que transmite la prenda, es fundamental en este sector. «Hay que meterse en la cabeza que consumir es un acto político», defiende Carlos García, CEOy fundador de la marca de deportivas Flamingos. Cree que cada vez hay más gente más concienciada, pero «el gran reto es llegar a más, a la clase media».

Su reflexión sobre el alcance que tiene esta moda tiene que ver con los precios. En la industria a gran escala se ofrecen precios muy bajos. Se diría que irrisorios. ¿Pero a costa de qué? «He trabajando algunos años en empresas ‘fast fashion’ y he visto una extorsión brutal para conseguir un precio ridículo por una pieza de ropa», denuncia Cristina Núñez, que emprendió con su línea de ropa libre de tóxicos y de producción local para recién nacidos.

El precio a pagar

La creadora de Canussa cree que si das calidad, diseño atractivo, durabilidad, el precio no puede ser muy bajo. Es más, los márgenes con los que trabajan son escasos. «En Flamingos facturamos dos millones de euros, pero gastamos 2 millones de euros», reconoce. Y saben que no pueden subir más el precio (120 euros el par) porque cerrarían la puerta a su vehículo de cambio social: la clase media. Elena de Frutos, modista que trabaja solo con tejidos ecológicos, cree que, sobre percios, también hay de todo. En su caso, un vestido de novia a medida cuesta igual que otros hechos en condiciones parecidas.

Cristina Sopo, cofundadora de The Nordic Leaves, lo resume así: «Aunque siempre se busca que el precio de las prendas esté en un precio de mercado y sea accesible, el coste de producir localmente y la inversión en tejido sostenible tienen un coste sustancialmente más alto».

¿Está la gente dispuesta a pagar más hoy en día? Cano es rotunda: «Por desgracia, la mayoría no». Pero todos son positivos y ven un futuro de cambio. Otra de las claves es comprar menos. ¿Es necesario seguir comprando con el armario a reventar? Dicen que un armario básico tiene 34 prendas. Sopo cree que el armario sostenible es resultado de una planificación de las necesidades reales, con básicos y complementos versátiles que te ayuden a combinar». Toca hacer inventario.

Flamingos: deportivas con mucho compromiso social

Carlos García, CEO y fundador de Flamingos, aprovecha la tradición zapatera de su tierra, Elche, para poner en el mercado deportivas que miran al futuro. Su alternativa a la piel es un tejido hecho con desecho de maíz y mucho I+D. La zapatilla también está hecha con bambú, algodón orgánico y caucho natural extraído de manera sostenible. Pero su «compromiso» con construir un mundo mejor y más limpio aspira a estar presente en toda la cadena de producción. Desde las jornadas de 7 horas que favorezcan la conciliación de sus trabajadores , hasta los cinco árboles que plantan en colaboración con Eden Reforestation Projects por cada par vendido. Y en sus cinco años de vida ya han puesto en la calle 70.000 pares.

Canussa: bolsos veganos

Los productos de María Cano, fundadora de Canussa, cumplen con todos los preceptos de ética: reciclables, cero residuos, con huella de carbono mínima, hechos en España por artesanos, pensados para que duren... Y, sobre todo, bonitos y prácticos. La apuesta de esta emprendedora es ofrecer alta calidad en productos que prescindan de la piel animal. Las mochilas (pensadas para llevar el portátil), los bolsos, los cinturones y carteras están hechos de una microfibra de alta resistencia, alternativa vegana a la piel. Es impermeable, lavable, ecológica, ligera y resistente. Para Cano, este es el «gran reto» del sector. «Ofrecer altísima calidad y diseño atractivo» para atraer al consumidor a este mercado emergente. Este verano también van a lanzar una zapatilla 100% de materiales reciclados, en colaboración con El Naturalista. Por cada par, se plantará un árbol. También emplean en sus materiales fibras elaboradas con botellas de plástico recogidas del mar.

Elena de Frutos: novias sostenibles

Elena de Frutos rompe con la imagen estereotipada que a veces tiene la moda sostenible, más relacionada en el imaginario colectivo con camisetas de algodón orgánico que con brillantes trajes de fiesta. Sus vestidos de novia están hechos a medida. Las sedas se hacen sin matar al gusano (se le deja convertirse en mariposa) y las lanas son 100% ecológicas. En su taller, los principios de sostenibilidad intentan ir más allá y también ofrece la posibilidad de transformar los vestidos para que, tras el día de la boda, puedan volver a ser utilizados. También recicla ropa antigua que, tras un proceso de transformación, recupera su utilidad. De Frutos es una artesana clásica enfocada a prendas duraderas y únicas.

Le noeud-noedur Rouge: para bebés exigentes

Hace 15 años, Cristina Núñez no encontraba ropa adecuada para su bebé con piel atópica y emprendió su propio proyecto de tejidos ecológicos, libres de tóxicos, sin etiquetas ni costuras, que además destinasen parte de sus ventas a apoyar a otras mujeres emprendedoras. El resultado es una marca de ropa para recién nacidos diseñada por ella, en una colección tan pequeña como atractiva que quiere «mimar al futuro». Sus tejidos tienen el certificado GOTS de cultivo y fabriación ecológica.

The Nordic Leaves: básicos minimalistas de tejido ecológico

Cristina Sopo y Daniel Jordá unieron conocimiento del mundo de la moda con innovación y nuevas tecnologías para fundar esta marca en 2018. Inspirados por el minimalismo y la pureza de la naturaleza escandinava, fabrican una ropa muy singular, favorecedora y práctica, pero también con conciencia social. Ser sostenibles para ellos va más allá de los tejidos ecológicos libres de tóxicos o la producción en talleres locales. Han dado un paso más para ajustar su producción a la demanda; en permanente contacto con las tiendas donde distribuyen y con un nuevo concepto de pre-orden de prendas habilitado en su web. El objetivo es no generar sobrantes de ‘stock’. Todo para reducir residuos al máximo. Las prendas están confeccionadas para durar y diseñadas para trascender modas. Con ellas buscan contribuir al «bienestar» de quienes las visten.

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