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arcadio suárez

Vidas varadas en tiendas de campaña

Los inmigrantes acogidos en los campamentos dispuestos por el Estado protestan por las restricciones que impiden su tránsito hacia el continente, a pesar de que muchos de ellos cuentan con su documentación en regla

B. HERNÁNDEZ

Las Palmas de Gran Canaria

Domingo, 14 de febrero 2021

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Karim, Youseff, Mohammed, Idris, Othman, Abdil, Hicham... Muchos nombres, distintos rostros y una historia detrás de cada uno de ellos. Pero todos con el mismo mensaje final: «queremos ir a Europa». Canarias no era su destino, ni dejar pasar los días sin nada que hacer en un campamento el objeto de su viaje.

A media mañana, los alrededores del colegio León son un trasiego de jóvenes marroquíes que salen a fumar, se sientan al sol, pasean, entran, salen y hasta limpian los alrededores. Todos con el teléfono móvil como un apéndice de su brazo. En estas instalaciones del barrio capitalino de El Lasso están acogidos en torno a 400 chicos que han decidido dar un paso al frente y protestar -incluso con una huelga de hambre- para que se les permita continuar su tránsito hacia el continente y denunciar los episodios de racismo y acoso que han sufrido.

Karim, de 25 años, procede de Marrakech donde vendía ropa. Afirma que pagó 3.000 euros por su «billete» en una patera que salió de Dajla con 55 personas bordo. Tiene familia en Francia que le proporcionará acogida y trabajo, asegura. «Mi tía vendrá a buscarme», pero el problema, dice, «es que el Gobierno no quiere que vayamos». Señala que «aquí no estoy bien» pero volvería a subirse a una barquilla porque «su madre está enferma y tiene que ayudar». Similar situación detalla Youseff. Lo trasladaron a este centro después de permanecer un mes en un hotel de Puerto Rico. Aspira a viajar a Barcelona donde está su hermano y trabajar de yesista, dice tras mostrar orgulloso los trabajos que realizaba en su país. Sabe que puede salir del centro pero «no tenemos donde ir». Si lo devuelven a Marruecos, dice, lo volverá a intentar. Ohtman Alionate indica que «no quiero estar más aquí». Su destino es Jaén donde están su hermano y sus tíos y trabajar en «cualquier cosa».

PROTAGONISTASOthman Alionate «Estamos tristes por lo que hace el Gobierno con nosotros. La inmigración no es un delito. No todos queremos quedarnos en España, sino entrar en Europa»Karim«Tengo familia en Francia que me puede acoger y ayudar a encontrar un trabajo. Necesito llegar a Europa para ayudar a mi madre que está enferma en Marruecos»La falta de agua caliente y el frío que han de soportar en los campamentos son algunas de las principales quejas de los inmigrantes

Abdil Abbaoui llega corriendo para mostrar el pasaporte que le envió su hermano desde Italia. Como él, otros jóvenes enseñan la documentación que les permite viajar, pero la policía, afirman, les impide salir, una realidad que la Delegación del Gobierno niega una y otra vez. Unos dicen que por las restricciones del covid. Otros no saben qué pasa. «Tenemos pasaporte», repiten, y reclaman la atención de su Gobierno «pero no nos ayudan».

A esta hora, no hay muchos vecinos por la zona. Dos mujeres que prefieren no dar su nombre bajan caminando y señalan que no han tenido ningún problema con los inmigrantes ni les genera preocupación que estén alojados en este centro. «Son educados, saludan, no dan problemas», aunque reconocen que su presencia ha exaltado los ánimos en el barrio. Porque el acoso existe, como muestra un magullado Hicham, que asegura que le dieron una paliza entre cuatro personas.

Están «aburridos de no hacer nada». Jugar al fútbol, aprender algo de español y, tal como se ve desde la carretera, pasar por el peluquero al aire libre o hacer la colada. Señalan que les tratan bien -este centro está gestionado por la Fundación Cruz Blanca- pero se quejan de manera reiterada del frío y de que la ducha no tiene agua caliente.

Peores condiciones sufren las más de 500 personas acogidas en Las Raíces. En este antiguo acuartelamiento tinerfeño, el termómetro en febrero no suele alcanzar los 20 grados y el día que llegaron no subió de los siete grados. Entre el suelo y la caseta no hay ningún aislamiento térmico, con lo que el frío y la humedad de La Laguna está haciendo mella no solo en su salud sino en su estado de ánimo. A los primeros alojados que llegaron se les daba dos mantas, pero para el segundo grupo ya solo había una por cabeza. Tampoco hubo anoraks para todos y en alguna ocasión ha fallado la comida. Las condiciones son «bastante lamentables», lo que motivó que un grupo saliera el domingo hacia Los Rodeos con intención de salir de la isla, pero fracasaron en su intento. Aquí duermen en literas de lona, con una separación entre las dos camas de 60 centímetros. «Los que están debajo no se pueden sentar», explican. Al menos durante los cinco primeros días, no contaron con duchas. Disponen de cargadores para el teléfono, pero la wifi del centro es solo para los trabajadores.

Otra de las quejas que comparten con los inmigrantes alojados en El Lasso es que las entrevistas con los abogados no son individuales. «Son muchos al mismo tiempo y no puedes preguntar nada», dicen.

El objetivo del Ministerio de Migraciones era tener 7.000 plazas disponibles en las islas el 15 de febrero, un plazo que ya no se cumplirá. Todas están en tiendas de campaña excepto una nave en El Sebadal, que ya cuenta con todo el material pero aún no está en funcionamiento. Un empresario que tiene su negocio cerca de este recurso admite cierta preocupación «por lo que se oye de altercados y peleas» pero confía en que no altere la convivencia de este polígono industrial. «Sabemos que son hechos aislados y esperamos que haya seguridad». Agrega que la situación actual se debe tanto a la dejación del Estado como a la sumisión del Gobierno de Canarias y pide «que se les devuelva a su país o se les permita continuar».

Othman, con el lenguaje básico de un traductor de audio de su teléfono resume «estamos tristes por lo que hace el Gobierno contra nosotros. No todo el mundo quiere quedarse en España. Quiere entrar en Europa. La inmigración no es un delito».

inmigrantes han llegado a las islas en los últimos 16 meses según los datos de la Delegación del Gobierno. En las islas permanecen en torno a 12.000 personas, entre ellas 2.600 menores.

plazas ha dispuesto Migraciones en el archipiélago, la mayoría en tiendas de campaña en instalaciones militares.

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