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Una gran esquela recuerda a las víctimas de la ruta canaria. Cober

Por las vidas, los sueños y anhelos que se hundieron en el mar

La muestra 'La ruta canaria: 30 años de migración y muerte' se puede visitar en Casa África hasta el 17 de enero

Sara Toj

Las Palmas de Gran Canaria

Miércoles, 18 de diciembre 2024

El sonido de las olas al romper, el olor a mar, la tragedia, la supervivencia, la nada. El destino macabro de las vidas que perecen en aguas cercanas al archipiélago. El faro que ilumina la realidad alternativa de los que sobreviven y luchan por lograr ese futuro mejor que les lleva a dejar todo atrás. Todas estas concepciones, transmitidas con la sensibilidad de aquellos que, tras las cámaras, captan instantáneas con vida propia, se ven reflejadas en la exposición 'La ruta canaria: 30 años de migración y muerte', que desde este miércoles, y hasta el 17 de enero, se puede visitar en Casa África, en Las Palmas de Gran Canaria.

La muestra, que fue inaugurada ayer, día Internacional del Migrante, hace un recorrido por el drama humanitario presente en el archipiélago desde que arribara, en 1994, una pequeña barca con dos pescadores saharauis a Salinas del Carmen, en Fuerteventura. 80 instantáneas de 15 autores de las ocho islas pretenden transmitir «lo que sucede, la cruda realidad» de los que, a bordo de una patera, cayuco o neumática escapan del hambre, las guerras o las catástrofes naturales, como explicó en la presentación la comisaria de la exposición y también fotoperiodista Desiré Martín. Todo ello, en un intento de remover consciencias y dar protagonismo a lo realmente importante: las historias de vida de las personas migrantes.

Este recorrido no solo está compuesto por instantáneas, ya que también se han recuperado algunos enseres con los que viajan los migrantes en las precarias embarcaciones que arriban a las costas del archipiélago: paquetes de galletas, botellas de agua, envases de leche o linternas. Además, están presentes sus abrigos, la muda de ropa que traen algunos en bolsas para usarla «una vez llegan a tierra» o sus zapatos. Y, flotando gracias a un hilo invisible, también están los chalecos salvavidas que portan para tratar de mantener su esperanza a flote.

Porque muchas de las personas que emprenden la ruta canaria no logran salir con vida, de ahí que se la califique como una de las más mortíferas del mundo. Algunos cadáveres se pueden recuperar, pero otros quedan hundidos en esa «gran fosa común marítima en la que se ha convertido el Atlántico». Desaparecidos que se mantienen con vida gracias al recuerdo de sus familiares y seres queridos.

En homenaje a todas las víctimas, una gran esquela, junto a otras más pequeñas, cubre la pared de una de las salas que acoge la exposición. «Desde 1994, en el fondo de esta inmensa porción azul, a centenares de metros de profundidad y ante la indiferencia general, yacen los cuerpos, las vidas, los sueños y anhelos, los temores y los miedos, las penurias, el hambre y la sed de miles de seres humanos, culpables de querer para sí y para los suyos una vida digna de ser vivida». Rodrigo Fidel Rodríguez, profesor de Periodismo en la Universidad de La Laguna, recuerda con estas palabras a todas aquellas personas «desaparecidas en el mar de Canarias».

Bajo este y otros textos dedicados a 'inmigrante G11' o 'inmigrante P33' –los códigos que se les ponen a las víctimas que no pudieron ser identificadas– , descansan miles de fotografías con las «personas que pudieron llegar, con suerte, y están aquí».

Así, el recorrido por estos 30 años de drama humanitario termina en El Hierro, isla con la mayor presión debido al número de llegadas en la actualidad. «Queríamos poner estas imágenes más cercanas en el tiempo, en las que muchos llegaban fallecidos. A su vez se reflejan los que son trasladados hasta las islas capitalinas», indicó Desiré Martín.

El amuleto que evita la muerte

Para algunos, una estampa, una pulsera o cualquier objeto al que darle un valor especial puede convertirse en un amuleto, algo material a lo que aferrarse en busca de protección, para atraer lo bueno y, en el caso de algunos migrantes, para evitar la muerte. Precisamente, uno de esos amuletos es una de las piezas más especiales de la exposición.

Fue un regalo que le hizo un joven migrante a la comisaria de la muestra cuando arribó a la playa de La Tejita (Tenerife) en 2006. Se trata de un gri-gri, que puede ser una pulsera o collar, y que muchas de las personas que arriesgan su vida llevan a modo de protección, ya sea por tradición, religión o superstición. Sienten que, por llevar este talismán consigo, evitan la muerte.

«Estaba tirado en la arena, yo lo cubrí con una camiseta mientras le quitaban su ropa en el momento del rescate. Me dio su salvavidas», relató la comisaria.

Por la protección que le confirió ese amuleto o por cuestión de suerte, el joven que portaba ese gri-gri ha encontrado ese futuro mejor que anhelaba y, ahora, estudia en Madrid.

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