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Abogado y diputado, Gustavo Matos (La Laguna, 1973) toma posesión de su escaño y verá cómo se elige a una nueva persona al frente de la Presidencia del Parlamento, cargo que ocupó durante años.
–¿Qué Parlamento van a encontrar la próxima presidenta y la Mesa?
–Van a encontrar un Parlamento más moderno, sin duda, del que nos encontramos nosotros. Un Parlamento que es la seguramente la Cámara más avanzada de Europa tecnológicamente. Un Parlamento que también ha mejorado sus procedimientos internos y un Parlamento ampliado en sus propias instalaciones, donde los servicios se van a poder prestar de mejor manera a la ciudadanía. Un Parlamento más conocido a nivel europeo, porque somos un referente en ese contexto y también a nivel nacional. Un Parlamento, por tanto, más prestigiado, y también más cercano y accesible, más conocido por el ciudadano, aunque en esto queda mucho por hacer. Ahora bien, lo que se avecina, en cuanto al clima político, es muy distinto a lo que ha sido esta legislatura.
–En ese sentido, ante el nuevo ciclo, ¿con qué talante se debe asumir la Presidencia del Parlamento?
–Va ser una legislatura más compleja, por tanto, creo que es importante saber interpretar el tiempo que le ha tocado a cada uno. Temo que sea una legislatura más crispada, donde la convivencia no va a ser tan fácil. Hay un hecho novedoso en nuestra historia democrática, y es que entra con fuerza una opción política que va a tener grupo parlamentario propio y que no cree en el autogobierno, en las autonomías, con lo que eso significa. Y que allí donde ha entrado, ha distorsionado la vida parlamentario.
–¿En el Parlamento manda el presidente, o son casi más importantes los portavoces?
–El presidente imprime un estilo, eso creo que es innegable. Puede mandar o no, tiene sus competencias, que son muy importantes en el día a día del Parlamento. Y después en lo que no se ve, porque todos los días surgen problemas entre los grupos, y en eso el talante del presidente es importante. Por decirlo en términos clásicos, no se trata tanto de la 'potestas' como de la 'auctoritas', y eso hay que ganárselo; hay que ganarse el respeto de los grupos, sobre todo de la oposición, pero también hay que saber mantenerse firme con los 'tuyos'.
–Ha hecho alusión a Vox. ¿Por qué hay que verlo como algo negativo si al final es el resultado de la voluntad de los ciudadanos?
–Desde el punto de vista de la legitimidad democrática, no le pongo ninguna duda. Eso es lo que hace la ultraderecha, que no reconoce los resultados electorales cuando no le son favorables. Otra cosa es que eso no sea suficiente como para quedarse contemplativo. Creo que es un auténtico peligro que la ultraderecha esté representada en los gobiernos y en los parlamentos. A lo largo de la historia hay ejemplos de ideas extremas que han llegado a las instituciones a través de los cauces democráticos para precisamente desmantelar la democracia. Creo que es una obligación de todos los demócratas asumir que tenemos que hacer un trabajo común para, de alguna manera, frenar esa deriva. ¿Por qué tiene que ser un Parlamento más bronco? Pues solo tenemos que ver aquellas cámaras donde ha entrado Vox, y donde el clima se ha enfangado. Los antecedentes, por tanto, son claros.
–Mencionó antes la ampliación de la sede parlamentaria. ¿Era de verdad necesaria si de verdad creemos en la digitalización, uso de nuevas tecnologías y la simplificación de trámites? ¿No tenemos un Parlamento sobredimensionado?
–No. Tenemos un Parlamento bastante dimensionado en relación a la Comunidad Autónoma a la que pertenece, con dos millones de habitantes y con una realidad insular. En su momento se decidió tener un Parlamento en un edificio emblemático, pero que era insuficiente y se había ido quedando pequeño. En otras comunidades se decidió irse a infraestructuras nuevas, pero aquí se optó por mantener el edificio original e ir ampliando. No es una dicotomía con la digitalización; al contrario.
–¿De verdad un parlamentario trabaja? Y el que decide trabajar poco, ¿hay forma de detectarlo o de penalizarlo?
–He estado dos legislaturas en el Parlamento y de decir que la gran mayoría de diputados trabaja muchísimo, lo que pasa es que hay un trabajo que no se ve: reuniones con colectivos, trabajo que hace cada uno en su isla, el trabajo en las ponencias de las leyes... La gran mayoría de diputados han hecho digno el trabajo del Parlamento. Es verdad que depende de cada uno y muchas veces también de la dinámica de los grupos, porque no es lo mismo un grupo de 4, 5 o 7 diputados, donde el trabajo hay que repartirlo entre pocos, que uno grande de veintitantos. Después están los propios grupos políticos, que deben detectar el trabajo de cada parlamentario.
–¿Tenemos un Parlamento con un sistema electoral que hay que revisar? ¿La lista regional ha servido para algo o es manifiestamente mejorable?
–Es nuestro eterno debate. Se llegó a una especie de miniconsenso, con un acuerdo de mínimos, en los años 2018 y 2019, con lista regional y bajando los topes electorales. Es muy difícil conjugar el elemento territorial, el poblacional y que no se te escape nada. Siempre que surge este debate, hago la pregunta al revés: ¿a qué isla le quitas diputados y a quién se lo das? Sí creo que es positivo que haya una reflexión sobre el funcionamiento de la lista regional para evitar algunas distorsiones.
–¿Cuántas veces presidiendo un pleno se ha tenido que morder la lengua?
–(Sonrisas). Al principio, muchas, porque venía uno de estar sentado en el escaño, en la oposición, y de ser portavoz adjunto. En los primeros meses intentaba no hacer ni gestos, pero eso es un entrenamiento. Creo que puedo decir que dejo la Presidencia con el cariño y el reconocimiento de todos los grupos.
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