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Sánchez da por liquidado el estado de alarma

Sánchez da por liquidado el estado de alarma

En otro pleno de alto voltaje reclama a la oposición que renuncie «a la mezquindad y la irrelevancia» para avanzar en la reconstrucción nacional

Ramón Gorriarán / Madrid

Jueves, 1 de enero 1970

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Pedro Sánchez ya se ha instalado en lo que llama «la nueva normalidad». Ese fue el tenor de sus intervenciones en el pleno del Congreso que aprobó este miércoles la última prórroga del estado de alarma hasta el 21 de junio. El régimen de excepción ha entrado en su recta final y el presidente del Gobierno reclamó a la oposición otro talante para la nueva etapa en ciernes. Lo hizo en otro pleno de la Cámara con alto voltaje, que derivó por carriles distintos a la pandemia y estuvo teñido por la polémica en torno al ministro del Interior y las destituciones en la Guardia Civil.

Varios portavoces aludieron a un nuevo «día de la marmota», y aunque muchos argumentos se repitieron, no lo fue del todo. Se asemejó más, como dijo el portavoz del PNV, a un debate del estado de la nación que a un pleno sobre la crisis sanitaria.

Sánchez, por primera vez desde la declaración del estado de alarma, se mostró relajado, sonriente por momentos. Un cambio en el estado de ánimo motivado por la seguridad de que la prórroga estaba asegurada y porque era la última vez que pasaba por el trago de pedirla. «Lo peor ha pasado», proclamó nada más comenzar su intervención. Reconoció que apelar a la unidad para afrontar la reconstrucción económica y social era «clamar en el desierto», pero lo hizo aunque convencido del triste destino que aguardaba a sus palabras.

No se equivocó porque el líder de la oposición presentó una enmienda a la totalidad a su gestión y ensayó un discurso propio de una moción de censura. «Su Gobierno pende de un hilo», pronosticó Pablo Casado, aunque reconoció a Sánchez capacidad para «no dejar ni las raspas del Estado por seguir un día más en el poder». El presidente del PP acusó a Sánchez de mentir «en todo», en el número de muertos, en los informes, en el 8-M, en la defensa Fernando Grande-Marlaska. Imputaciones elevadas al cubo por el líder de Vox, Santiago Abascal, que disputó a Casado el papel de inquisidor gubernamental y que facilitó al presidente del Gobierno recurrir al juego de palabras de «Casado, Abascal, que tanto monta, monta tanto».

El 8-M

Sánchez hizo un balance triunfal de su gestión y hasta defendió uno de los puntos más controvertidos, las marchas del Día Internacional de la Mujer. «Lo digo alto y claro. ¡Viva el 8-M!». Un saludo que el líder de Vox equiparó con un «¡Viva la muerte!».

Dentro del tono medio conciliador, medio retador de su discurso, reclamó a la oposición que abandone «la mezquindad», busque «la concordia» y demuestre «a los ciudadanos la utilidad de la política» ante la tarea de reconstrucción económica y social que hay que afrontar. Recordó que la raíz latina de virus es «veneno» y el peor veneno es «el odio» que, a su entender, guía la actitud de la oposición. Todo un sarcasmo que quien «reparte cicuta, hable de veneno», respondió Casado. Un cruce de dardos que estuvo presente en todo el debate.

Porque si bien Sánchez prometió en su intervención inicial que no iba a responder a «las provocaciones ni a las acusaciones gruesas» de la oposición, entró a todas las que se lanzaron. Sobre todo para identificar al PP con la extrema derecha. «Señor Casado no se sume al señor Abascal, porque hace pequeño a su partido y grande a la ultraderecha», repitió en dos ocasiones.

El presidente del Gobierno limitó los cuerpo a cuerpo al líder de la oposición. Despachó con desdén las acusaciones golpistas, guerracivilistas y bolivarianas de Abascal. Achacó a una lamentable óptica electoral catalana el voto en contra de JxCat, y tachó a la CUP de «revolucionarios de salón». Con los demás portavoces mantuvo debates amables. Incluso con el de Ciudadanos, Edmundo Bal, que, antes de justificar su apoyo a la prórroga por razones de Estado, hizo un traje a medida al «Gobierno Frankenstein, horrible» para España. Dio la bienvenida al tránsito del ‘no’ a la abstención de Esquerra. Elogió al PNV su espíritu colaborativo, que momentos antes había lamentado el brochazo «grueso» del debate. Hasta agradeció a EH Bildu que reconociera «los aciertos» en su gestión.

Seis prórrogas del estado de alarma con seis resultados diferentes

Y es que Sánchez, por primera vez, estaba cómodo en el hemiciclo con la aprobación de la prórroga en el bolsillo. Ni siquiera el estrambote de la posterior sesión de control le borró la sonrisa, aunque fue igual de áspera que el debate sobre la prórroga. Hasta la agrandó cuando su vicepresidente segundo, Pablo Iglesias, vaticinó a Casado que «nunca será presidente del Gobierno».

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