«Me quedo con que hemos salvado tres vidas»

El avión del Servicio de Búsqueda y Salvamento Aéreo (SAR) en el que viajaba María Eugenia Martínez se encontraba en pleno rastreo de posibles embarcaciones cuando a unos 490 kilómetros de la isla de El Hierro, fuera de toda ruta habitual de navegación, su radar detectó una patera. Precisamente, fue esta operadora quien dio las coordenadas al piloto para acercarse hasta la zona y comprobar el estado de sus ocupantes. «Desde el aire solo se ven cuerpos recostados, pero es difícil discernir si están durmiendo o si están débiles, así que se hace una valoración inicial y se coordina con el equipo de tierra», cuenta la sargento.

En un primer momento, se calculaba que podría haber 13 supervivientes, por lo que desde el Centro Coordinador de Salvamento de Canarias se decide mandar dos helicópteros. El piloto de uno de ellos, el capitán Juan Carlos Vázquez, cuenta que se encontraba realizando un vuelo de instrucción al sur de la isla, un entrenamiento de búsqueda de una víctima, cuando recibió la llamada para que volvieran a la base para una misión real. A su llegada, la tripulación del primer helicóptero ya se encontraba prácticamente preparada. La intención era que se desplazara hasta la zona para evaluar la situación y confirmara la activación de la segunda unidad, algo que no fue necesario. «A este helicóptero se le estaban realizando unas tareas de mantenimiento, y luego había que hacerle una pequeña prueba para ver si reunía las condiciones necesarias para poder volar», explica el piloto. Se enfrentaban a unas seis horas de vuelo, casi 1.200 kilómetros sin repostar.

Además, el avión, que había estado dando cobertura hasta la llegada de la primera unidad, también se replegó a la base para montar a la tripulación de servicio y coordinarse en tareas de apoyo como aportar datos meteorológicos o servir de enlace de comunicación.

La embarcación contaba finalmente con una veintena de personas a bordo, 17 cadáveres y otras tres vivas, dos hombres y una mujer, que tuvieron que ser atendidas incluso antes de llegar a tierra debido al gran deterioro físico, fruto de la deshidratación, e incapaces de moverse. Llevaban 22 días a la deriva y, aunque el rescate resultó duro, apuntan que fue «una suerte» haber estado cerca.

No es la primera vez que realizan este tipo de operativos de apoyo a Salvamento Marítimo aunque ambos militares indican que sus misiones son variopintas. «Lo que esperamos es rescatar vidas. A veces es posible, otras no y algunas ni siquiera encontramos nada, pero hay que estar preparado para lo que puede surgir», explica Vázquez, que cuenta once años en este escuadrón. «El Ejército del Aire nos provee de unas capacidades y un entrenamiento para lidiar con estas situaciones, pero también la experiencia entrena».

Martínez coincide en que en esos momentos hay que mantener la mente fría y concentrarse en todo momento en la misión, aunque reconoce que las primeras veces puede impactar un poco más, ya que «las emociones están ahí» y se sigue tratando de vidas humanas. Sin embargo, tras sus ocho años de experiencia se reafirma en la idea de que lo más gratificante es rescatar a los supervivientes. «En ocasiones te saludan y ves sus caras de felicidad porque los hemos encontrado», explica. «Creo que también hay que quedarse con eso: con que, a pesar de la tragedia, en este último operativo se han conseguido rescatar a tres personas con vida».