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Vista parcial de la explanada para aparcar de la plaza del Hierro, en San Fernando. COBER

«Los que montan jaleo son nuevos, y no los que llevamos aquí muchos años»

Los vecinos de San Fernando aseguran que no se sienten ya seguros en sus calles. Este martes se notó un refuerzo de la presencia policial

Gaumet Florido

Maspalomas

Miércoles, 20 de enero 2021, 00:00

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Plaza del Hierro. San Fernando. Ha pasado un día de la violenta pelea entre grupos de migrantes que se hizo viral en las redes sociales. El ambiente parece normal, tranquilo, pero se respira cierta tensión. Hay como resaca. Todo el mundo comenta la incidencia. Hasta el gorrilla que se gana unos euros ayudando a aparcar a los usuarios de esta explanada de estacionamientos al aire libre. «Eso pasó por la tarde, yo no estaba aquí, ni he tenido problemas con nadie, pero los que montaron ese jaleo son de los nuevos, no de los que llevamos aquí muchos años», comenta Mohamed.

Lleva más de 20 años afincado en Canarias, con hijos incluidos, y lleva dos ayudando a aparcar en esta plaza. Se nota que es apreciado por lugareños y usuarios del aparcamiento, con los que se le ve conversando amablemente. Una de esas es Rosa Moreno, que nada más dejar su vehículo le hace una petición. «Échale un ojo ¿vale?», le suelta. «Mientras yo esté aquí, no le pasará nada», le responde resuelto. Es un miembro más de la comunidad de inmigrantes que han hecho siempre de San Fernando un sitio diverso, ajeno a estas tensiones de estos días.

Sin ir más lejos, otros dos magrebíes, de avanzada edad e integrados desde hace años en este pueblo, conversaban ayer con otro ciudadano local en uno de los pasillos peatonales que dan a la plaza. Este último vio el vídeo y tiene una sospecha. «Eso tenía pinta de ser un grupo organizado, a mí me da que montaron ese lío para hacer bulla y que la gente se asuste», apuntó.

Sea o no así, lo cierto es que los incidentes que hayan podido producirse, que la Delegación del Gobierno señala que son puntuales y que están muy localizados, y su viralización a través de las redes sociales han despertado cierta sensación de inseguridad en las calles de San Fernando. Una de sus tenderas confesaba este martes que ahora que sale de noche de trabajar ya no va tranquila como antes. «Mi marido me ha dicho que lleve conmigo el bastón, por si acaso». Así y todo, reconoce que salvo la pelea del lunes, que ella no presenció, en realidad no ha tenido ningún problema, ni ahora ni antes. Pero sí le preocupa que haya tantas personas migrantes dando vueltas por la calle y sin nada que hacer. «Están alojados en el Waikiki, pero se recorren todo esto», advierte.

Más contundente se mostró Rosa. «La situación es insostenible». No se fía de estos grupos, a los que dice temer. «Lo de la covid ya se ha quedado en un segundo plano al lado de este problema que tenemos aquí abajo». Dice que tiene miedo por su hija. «La dejé ahora en casa y le dije que trancara bien y que pusiera a los perros cerca de la puerta». A ella le consta un aumento de los robos y lo atribuye a la presencia de los migrantes alojados en los hoteles del sur. Mientras habla, observa a una pareja de agentes de la Policía Nacional que conversa con un magrebí. «Hoy sí están, pero deberían venir más a menudo», afirma convencida. Y aclara. «Yo no tengo nada con los que llevan aquí años y están trabajando, a mí me preocupan los que están por ahí sin hacer nada».

Este martes había bastante presencia policial en San Fernando. Se notaba. La mayoría de los inmigrantes alojados en los hoteles iban en grupos. Charlando. A la suya. Pero no evitaban sentirse observados. Miraban a uno y otro lado. También se veían grupos de jóvenes locales. Parecía que estaban en actitud vigilante, como si acecharan. Dando vueltas o apostados en las esquinas de las calles. O quizás era pura sugestión tras constatar la creación este martes, entre gentes del sur de la isla, de varios grupos de wasap de tintes claramente racistas en los que se vertían toda clase de insultos contra los migrantes y se confabulaban para emprender acciones para sacarlos de las calles del pueblo.

Pero en general San Fernando seguía su propio ritmo vital. Los comercios, los que pudieron, abrieron. Y gentes de uno y otro lugar del mundo se cruzaron en sus caminos con normalidad.

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